Apesar de que las plazas que se ofertan para maestro en la escuela pública de Garralda puedan no ser atractivas por la distancia a la capital navarra o por tratarse de una escuela rural, lo cierto es que la mayoría de los profesores terminan el curso con un buen sabor de boca. Para Ainhoa Razkin, éste es su quinto año como profesora de euskera en los cuatro cursos de la ESO. Cuando llegó a Garralda, en el valle de Aezkoa, ya tenía su proyecto de vida en Zizur y vino con la intención de pasar un par de años como máximo. “La sorpresa ha sido muy positiva, sobre todo por el ambiente de trabajo y por el alumnado, ya que al ser grupos pequeños, me dejan hacer mi trabajo y me permiten llevar mejor la asignatura, pero, sobre todo, me permiten disfrutar de dar clase, que en mi caso es vocacional”, confiesa Razkin.

La escuela pública de Garralda cuenta actualmente con 87 alumnos de infantil, primaria y secundaria del modelo D en euskera y todos los profesores coinciden en que la relación maestro-alumno es muy buena y cercana. “Los alumnos te saludan por el pasillo. No te ven como una rival, tampoco como una amiga, pero aquí la relación es más sana, hay como un cierto cariño en el trato”, expone la maestra.

Ciertamente, esa satisfacción también la trasladan a los alumnos. Aquí se concentran niños y niñas del valle de Aezkoa y, en el caso de la ESO, acuden de las escuelas unitarias de Erro, Luzaide, Auritz-Burguete y Aurizberri-Espinal. Por tanto, el colegio se convierte en una coyuntura excelente para paliar la dispersión geográfica. “Las tasas de abandono escolar son bajísimas. Vienen a gusto porque se juntan con los de su edad y no hacen borota porque es en la escuela donde mejor están”, reconoce Ainhoa Mendía, directora de la escuela y profesora de ciencias naturales en la ESO.

Desde que llegó hace 18 años a esta escuela, esta vecina de Orotz-Betelu ha visto cambios el centro, sobre todo en cantidad de alumnos y en variedad de profesores. Una de las complicaciones más acusadas de esta escuela siempre han sido los vaivenes de profesores. Hasta hace unos años, por mucho que quisieran, aquellos interinos que venían a trabajar no podían permanecer más de dos cursos en el mismo centro educativo. Ahora, con la consideración de puestos de difícil provisión -aquellos en los que el Departamento de Educación tiene dificultades para encontrar personal-, los profesores son contratados para tres años y, en caso de que así lo deseen, pueden continuar en ese puesto hasta que la plaza sea cubierta. “Con la figura de difícil provisión, en los últimos años se ha conseguido más estabilidad del profesorado y eso es muy bueno para el centro y para los chavales. Ha sido un avance muy positivo”, comenta Mendía.

CERCANÍA Y CARIÑO El claustro actual de la escuela lo componen 24 profesores, de los cuales 8 o 10 acuden todos los días desde la capital navarra. Admiten que el viaje se hace más llevadero porque comparten vehículo. Son 90 kilómetros de ida y vuelta, pero con una buena compañía y conversación, el viaje siempre es más placentero. Otros, en cambio, optaron por vivir más cerca y no tener que depender tanto del coche y ya son consideradas como personas indispensables en el día a día de la vida pirenaica. Iosu Etxanobe, actual coordinador de escuelas rurales, llegó hace unos 13 años de Arbizu a la escuela de Auritz, para después trasladarse a la escuela de Garralda. Casi desde el primer momento, tomó la decisión de quedarse a vivir en la zona. En el caso de Olatz, Ana o Arantxa, actuales profesoras de infantil, llegaron hace 13, 18 y 20 años respectivamente a esta escuela y acabaron estableciendo su hogar y formando una familia en el Pirineo. Desconocen si seguirían en este centro de no haber encontrado el amor -tal vez sí, confiesa alguna entre risas- pero tienen claro que acertaron en la decisión. “Somos como una madre más. La atención es mucho más directa y tenemos que ser todoterreno. Son pocos pero cada uno es un mundo e intentas llegar a las necesidades individualizadas, por lo que el trabajo se multiplica. Pero no cambiaríamos por nada una escuela rural”, aseveran.

En ello también coincide Amaia Peña, que vino como profesora de audición y lenguaje y ahora ya lleva 16 años. “Señal de que estoy a agusto. Me gusta que la escuela sea pequeña, la cercanía con el alumnado te da opción de trabajar distintas metodologías y llegar a todos. Y también la cercanía con las familias, es más fácil poder hablar de algo que ha ocurrido si les ves todos los días”, señala.

De las últimas profesoras en incorporarse al claustro, son Lina Goienetxe y Olaia Kalonje, que éste es el segundo año que repiten en la escuela. En el caso de Lina, ya venía de trabajar en una escuela similar, en Otsagabia, por lo que no le ha supuesto mucho cambio. “El ambiente es muy bueno y hay una mayor relación con las familias. No me imagino en ningún otro sitio que no sea una escuela rural”, apostilla. Para Olaia, el cambio ha sido más drástico, pero no por ello, ha dejado de ser positivo. “Me lo han puesto fácil. Hay mucha tendencia a compartir entre los profesores, no hay departamentos como en los centros grandes, y he agradecido mucho que hubiera trabajo hecho y que me hayan ayudado tanto. Ya me habían dicho que te acogen muy bien, aunque no imaginaba esto”, dice con una sonrisa.

Sin embargo, aunque a todos los profesores les compensen más las ventajas de trabajar en una escuela rural, reconocen que el trabajo resulta fatigoso, tanto o más que en cualquier escuela. “Algunos piensan que por tener menos ratio se trabaja menos, pero es al contrario. Es verdad que es una gozada en el momento de dar clase, pero al llevar tantos cursos a la vez, el trabajo a la hora de preparar las materias es mucho más intenso en una escuela rural”, concluye Kalonje.

El Post-it

Concentración escolar. Durante este curso, la escuela pública de Garralda (modelo D) acoge en infantil y primaria a 49 niños y niñas del valle de Aezkoa (8 en Infantil y 41 en Primaria). Sin embargo, al ser el único centro de la zona que oferta Secundaria, en 1º de la ESO la cantidad de escolares se ve incrementada por la incorporación del alumnado de las escuelas unitarias de Aurizberri, Auritz, Luzaide y Erro, que en el caso de este año suman 38 alumnos. Por suerte, parece que el año que viene se mantendrá.