EL estreno de la serie documental de El caso Alcàsser en la plataforma on line Netflix ha vuelto a poner en boca de todos el triple crimen ocurrido en 1992 en la localidad valenciana que nadie ha olvidado casi tres décadas después. El relato de la desaparición forzosa y el posterior asesinato de las tres adolescentes fue un hito en la historia negra del Estado y no solo porque supuso el inicio de la telebasura. El tratamiento amarillista, carente de escrúpulos, realizado por parte de los medios de comunicación convirtió el crimen en un acontecimiento de vital importancia para el conjunto de las mujeres que fueron apercibidas por su conducta. La trascendencia política de este suceso que es norma, no excepción, es analizada por la vizcaina Nerea Barjola en Microfísica sexista del poder, el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual.

Miriam García, Desirée Hernández y Toñi Gómez fueron secuestradas el viernes 13 de noviembre de 1992 tras hacer autostop mientras se dirigían a una discoteca de un municipio adyacente a Alcàsser. Hasta que sus cadáveres fueron hallados 75 días más tarde, las cadenas de televisión protagonizaron una lucha encarnizada para acaparar la audiencia a través de decenas de horas de emisión que llenaron con detalles cada vez más escabrosos. La guerra mediática también se extendió a la prensa. “Hubo una competencia feroz entre los medios, lo que provocó que no se contrastaran las noticias y que incluso se publicaran informaciones sabiendo que no eran verdad”, explica Barjola, quien asegura que “la idea era que cuanto el titular fuera más morboso, mejor”.

La falta de ética en el tratamiento de la información fue una constante incluso cuando cuatro años después se juzgó al único detenido, Miguel Ricart, y el caso volvió a monopolizar las horas de prime time. “En el momento en el que tienes acceso a descargarte las autopsias o el sumario toda la sociedad toca con sus manos el cuerpo de las tres adolescentes”, considera la investigadora. Y añade: “Cuando se trasladan este tipo de detalles sobre la tortura sexual con fotografías, lo que se está reivindicando es el cuerpo de las mujeres de manera colectiva. Es una metáfora que representa la difusión masiva del terror sexual”. Barjola también censura las descripciones realizadas por algunos periodistas, que hacían hincapié en “quién era la más guapa de las tres”, lo que “tiene una carga y una violencia sexual muy potente”.

Otro aspecto especialmente polémico del caso fue la inclusión de las familias en el circo promovido por algunos medios. El ejemplo más sangrante fue el programa De tú a tú, dirigido por la periodista Nieves Herrero, que convirtió Alcàsser en un plató de televisión el mismo día que encontraron los cuerpos de las adolescentes. “Cuando las familias acceden a estas entrevistas no están abriendo las puertas de su casa a desconocidos, sino a periodistas que durante todo el proceso de la desaparición forzosa de sus hijas han estado ahí”, defiende la investigadora, quien en estos casos considera que “la responsabilidad recae en las personas que forman parte de los medios e hicieron abuso de confianza yendo a cobrarse la deuda contraída: Hemos dado cobertura a la desaparición, ahora queremos que nos concedas esta entrevista”. Por ello concluye que si la intención del periodista es honesta, debes tratar la noticia “de forma que sirva, no que busque capitalizar el sufrimiento y la violencia sexual”,

El tratamiento carroñero de los medios traspasó tal línea que no estuvo exento de crítica. Sin embargo, Nerea Barjola considera que las reflexiones realizadas se han limitado al tratamiento mediático, mientras que no se ha razonado sobre aspectos más profundos. “Este reality show sirvió al conjunto social para impedir repensar el crimen en términos políticos”, afirma la investigadora, quien defiende que “hubo un antes y un después tras el caso Alcàsser”, si bien Barjola sitúa ese antes y después “en el cuerpo de las mujeres, a las que el relato interpeló directamente”.

La investigadora considera que “cuando evaluamos un crimen de violencia machista como un suceso aislado no le damos la categoría político-feminista que se merece, pero los crímenes sexuales no ocurren porque sí”. Barjola asegura que cuando no se pone nombre a la violencia sexual y no se contextualiza en una estructura misógina, patriarcal y violenta, se disuelve al sujeto que agrede y, por lo tanto, la capacidad de respuesta. “Alcàsser no fue una excepción, sino que era la norma. La Manada no es la excepción, sino que es la norma”.

Escasa reflexión

Después de las adolescentes de Alcàsser vinieron otros casos mediáticos como el de Rocío Wanninkhof, Sandra Palo, Marta del Castillo o Diana Quer. ¿Cómo se explica que se siga realizando un tratamiento inadecuado de la información? “No hay formación feminista para hablar de violencia sexual”, asegura Nerea Barjola, quien defiende que los grandes grupos y medios “continúan produciendo y reproduciendo la violencia machista a partir de cómo dan las noticias”. Por ello, concreta que “no se puede permitir que cuando se habla de un asesinato o de una agresión sexual forme parte de los programas como si fuera una teleserie con los dos periodistas de turno venidos a criminólogos”.

El ejemplo más reciente de todo lo que Nerea Barjola describe sucedió con la desaparición forzosa de Laura Luelmo, la joven de 26 años asesinada en diciembre del año pasado después de que saliera a correr. “Tuvimos que ver cómo el relato la culpabilizó por salir a correr y cómo nos mandaron un aviso aleccionador a las mujeres: no podéis salir a correr solas, no tenéis acceso al libre tránsito y a la libre decisión”, revela la investigadora, quien aporta un ejemplo para atestiguar que nada, o casi nada, ha cambiado. “Tengo un pantallazo de un titular que habla del asesinato de Laura Luelmo dentro de la etiqueta Entretenimiento”.

Por todo ello, Barjola defiende que la verdadera reflexión en torno al tratamiento de los medios no está hecha. En el propio documental de Netflix, en el que la investigadora rehusó participar, Paco Lobatón, que por aquel entonces conducía ¿Quién sabe dónde?, “entona el mea culpa pero por algo puntual, no analiza su forma de hacer periodismo”. En el documental admite que no tenían tiempo de manejar la información adecuadamente, porque todo era muy rápido. “En su propia argumentación se está eximiendo de responsabilidad”, apunta la investigadora. Sin embargo, antes de que encontraran los cuerpos de las adolescentes, señala que el programa ya emitía contenidos morbosos porque “el objetivo del medio de comunicación está en producir y reproducir violencia machista”.

Nerea Barjola va más allá al afirmar que el documental de Netflix “ha vuelto a construir un relato de peligro sexual a través de una narrativa muy potente”, por lo que considera que han hecho lo mismo que ellos pretenden criticar. “Siempre se ha hablado del caso Alcàsser como un caso de praxis periodística tremenda, ¿pero qué lectura realiza el documental desde la perspectiva feminista? Vuelven a emitir detalles e imágenes, detallan las torturas sexuales, hablan de una exclusiva que hasta ahora no se había publicado y lo único que hacen es divulgar material del juicio”. Tanto es así, que la intervención final de la profesora Carmen Miquel, a la que tilda de “maravillosa”, no consigue salvar el documental. “El filtro feminista que han introducido en los dos últimos minutos está metido con calzador. No han podido sustraerse del momento feminista que se está viviendo”, concluye.