Doce días después de la catástrofe que asoló Tafalla, las calles de la ciudad retoman su habitual aspecto. Aunque todavía guardan el precinto y las vallas de seguridad, hay comercios que comienzan a remontar.

En el Paseo Ereta, sobre el río Cidacos, las tiendas empiezan a levantar sus persianas. En Aldo Deportes, uno de los establecimientos atacados por la fuerza del agua, los encargados reponen el material para comenzar la nueva etapa. Sobre su escaparate, un cartel que agradece la labor de los voluntarios para reconstruir la normalidad. “No nos podemos olvidar de la juventud de Tafalla, habéis demostrado que sois una juventud diez, habéis dado un claro ejemplo que nosotros no olvidaremos nunca. Os merecéis lo mejor”, reza el letrero. En la misma vía, una agencia de viajes cuelga un sobrio y claro mensaje: “Muchas gracias por vuestra ayuda”.

Revisar las imágenes de la catástrofe es regresar a una ciudad embarrada, cubierta de fango y oculta bajo el agua. Retornar al ocho de julio significa preguntarse qué pasará ahora con la Zona Media pero también es volverse sobre las personas jóvenes que salieron a la calle para ayudar sin preguntar.

“Lo más bonito de todo fue que, sin decir nada, desde el lunes todos éramos conscientes de que nos íbamos a pasar todo la semana trabajando para arreglar lo que había pasado, aunque a nosotros no nos hubiese afectado”, sonríe Amaia Criado. Ella, como sus amigos, fue una de las voluntarias que ayudó a limpiar Tafalla.

La colaboración vecinal ha sido esencial para la limpieza de una ciudad que ha visto cómo cuadrillas de jóvenes y mayores se reunían para ayudar. Las manos nunca han faltado, la disponibilidad tampoco.

“Desde el punto de la mañana del mismo martes nos pusimos a organizar grupos de voluntarios, a hablar con el Ayuntamiento de Peralta y con el de Tafalla para ver qué ayuda necesitaban y cómo podíamos colaborar allí”, confiesa Paula del Barrio, integrante de Azkoiengo Gazteria de Peralta. Esta asociación cultural se convirtió en parte activa de las labores que se desarrollaron durante la primera semana después del desbordamiento del Cidacos. La de este grupo de jóvenes se convirtió en una cita segura con los vecinos del municipio tafallés. La solidaridad de los cientos de voluntarios que se acercaron a Tafalla durante la primera semana tras la catástrofe fue esencial para recuperar, paso a paso, la normalidad.

Su labor se convirtió en el complemento perfecto para las brigadas técnicas que se servían de la disposición vecinal para trabajar achicando agua, barriendo y limpiando calles, comercios y viviendas. “La juventud nos ha dado una lección”, asevera Jesús Arrizubieta, alcalde de la localidad, reconociendo la actividad que habían tomado las cuadrillas en el camino hacia una pronta recuperación. “Era emocionante porque mirabas las calles más afectadas y veías a decenas de jóvenes ayudando a las familias, arrastrando los muebles hasta la calle y todo el mundo lo agradecía, incluso nos pedían que descansáramos”, cuenta Iosu Fernández, uno de los voluntarios que, junto a las cuadrillas, dedicaron las semana a minimizar los daños. El martes 9 de julio, horas después de que la potencia del agua diera una tregua a la ciudad, un grupo de coches llegaba a Tafalla repletos de personas. Vestían botas, ropa vieja y soportaban el peso de las palas, las escobas y los cubos. Eran los treinta voluntarios que se acercaron desde Peralta. “A lo largo de la semana nos acabaron reconociendo en Tafalla, nos decían ‘mira los de Peralta, no descansan ni un día’”, suspira Víctor Díaz, -conocido como Kolorin - uno de los miembros del grupo Azkoiengo Gazteria.