el 5 de agosto es para Gasteiz y los gasteiztarras un día de tradiciones que marcan la idiosincrasia de la ciudad, que evocan los orígenes más remotos de sus fiestas patronales y han logrado sobrevivir al paso del tiempo. Superada la explosión festiva que marca el txupinazo y la bajada de Celedón, también una larga noche de jarana para muchos, la capital alavesa despertó ayer muy temprano y en silencio para celebrar el acto religioso más multitudinario del programa de La Blanca, por delante de la procesión del Rosario de los Faroles celebrada la víspera. Otra procesión, la del Rosario de la Aurora, congregó a decenas de miles de gasteiztarras a lo largo de su solemne recorrido por las calles del Casco Viejo y hasta su llegada a la Virgen Blanca, donde se celebró la no menos tradicional misa de la Aurora. En el mismo escenario que apenas unas horas antes había sido escenario del desenfreno festivo.

Lourdes Pascual fue una de las muchas gasteiztarras que se sumaron a la procesión, a la que “como siempre” acudió “mucha gente”, aunque “la media de edad va subiendo”, según apreciaba esta vecina de la capital alavesa. “La entrada de La Blanca con los blusas y los txistus en la plaza ha sido muy emocionante”, destacaba Lourdes, quien también tenía un pero para este acto histórico y multitudinario. “La megafonía va mal, no se oye con esos altavoces tan antiguos”, criticaba, en alusión a los amplificadores portátiles que llevan algunos voluntarios y se colocan después en distintos puntos del recorrido de la procesión.

Las dianas interpretadas por la Banda municipal de música, por las agrupaciones de txistularis del Ayuntamiento y la Diputación, los gaiteros y la fanfarre Gesaltza ayudaron tras la misa a desperezar un poco más las calles del centro de la ciudad. Aunque ya protagonistas durante la procesión previa, las cuadrillas de blusas y neskas comenzaron a tomar en masa las calles para afrontar una de sus jornadas más especiales, con permiso del día de Santiago.

emociones Como primer acto de la mañana, todas las agrupaciones, una por una, desfilaron por la balconada de San Miguel para realizar la ofrenda floral a la Virgen Blanca e interpretar el aurresku de honor en medio de intensas emociones. Por momentos, apenas cupo un alfiler frente al pórtico de la iglesia, a donde acudieron neskas y blusas de todas las edades. Antes y después de honrar a la patrona en la hornacina, las primeras kalerijas de las cuadrillas siguieron despertando a la ciudad, cubierta todavía por las nubes, aunque con un magnífico ambiente en las calles a medida que fue avanzando la mañana. El interior de la iglesia de San Miguel, mientras tanto, acogía la misa pontifical oficiada por el obispo de Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, que contó con la participación de la Coral Manuel Iradier y la asistencia de los principales representantes políticos. Elizalde puso en valor el carácter “especial para todos” de esta jornada, en la que “las pequeñas diferencias” se dejan de lado “para centrarnos en lo que nos une y que es motivo de alegría”.

El ambiente festivo siguió caldeándose con el regreso a las calles de la comparsa de gigantes, cabezudos, caballos y sotas, que como es tradición todo 5 de agosto acaparó los objetivos de las cámaras en la Virgen Blanca, mientras en la anexa Plaza Nueva llegaba el turno de otro de los actos ya tradicionales de las fiestas, el Gasteizko Zortzikoa. La interpretación de esta histórica danza, felizmente recuperada para el programa de La Blanca en el año 2004 gracias al empeño de varias agrupaciones locales, volvió a convertirse en uno de los actos más emotivos y aplaudidos del día. Poco después de finalizar el baile, al que seguiría después el homenaje a la ikurriña organizado por la Comisión de blusas y neskas, el sol volvía a salir en el cielo para animar aún más si cabe a ocupar las calles de la ciudad.

La fiesta, al igual que durante el multitudinario arranque del domingo, no tardó en tomar velocidad de crucero gracias a la animación callejera, el arranque del torneo de herri kirolak en la plaza de los Fueros o el primer bertso-saioa en el Machete, que contó con la gran Maialen Lujanbio en su cartel. Toda una declaración de intenciones para todo lo que vendría después, con las cuadrillas de neskas y blusas protagonizando el primer paseíllo de las fiestas antes de que la tarde avanzara y la noche volviera a echarse en la capital. Esto acaba de empezar, pero ya ha dado para mucho. Solamente queda seguir disfrutándolo.