Cuando Juan Carlos Ojer echa la vista atrás retrocede al 8 de julio, el día en el que la fuerza del río Cidacos se llevó por delante su empresa y el esfuerzo de los trabajadores. Hace un mes que, como el muchos de vecinos de Tafalla, este pequeño empresario vivió cómo la tormenta arrasaba con el lo construido durante años. Ahora, cuando se cumple el primer aniversario de la catástrofe, tan solo desea recuperar lo que tenía antes de que todo ocurriese. “Si ahora me dicen que pida algo tan solo se me ocurre desear que me dejen la empresa como estaba el 8 de julio a las 18.00 de la tarde, antes de que todo pasara”, confiesa Ojer.

Este hombre de 62 años ha dedicado su vida laboral a su pequeña empresa familiar: un concesionario de maquinaria agrícola en la ciudad navarra que provee al resto de la comunidad foral.

La compañía se ubica en la Avenida de Pamplona, en la zona norte de Tafalla, a la altura del número 23, uno de los lugares más afectados por la fuerte lluvia. La parte trasera de Rufino Ojer - así se llama la empresa - está cercada por el río, el mismo que rebasó e inundó la ciudad. La cantidad de agua que dejó la tormenta hizo que el Cidacos se desbordara y se llevara por delante las infraestructuras y los objetos que se interpusieron en su camino. Así ocurrió con los vehículos y accesorios de campo que guarda el concesionario de Juan Carlos.

el día de la riada Cuando la fuerte tormenta azotó a la localidad y el agua del río multiplicó su fuerza, la empresa de Juan Carlos fue una de las más afectadas. “Yo en ese momento no estaba en la ciudad, me encontraba en Alemania y no era consciente de la magnitud que había tomado porque en más de una ocasión nos ha entrado agua por la parte trasera del edificio cuando el río sube pero nunca nos había destrozado de esta forma”, confiesa.

La fachada del edificio queda de espaldas al cauce del Cidacos y alejada del alcance del agua, sin embargo, aquel día la abundancia de agua y su fuerza tiraron abajo el cristal de los escaparates que se sitúan al frente. “Cuando me dijeron que había entrado por la parte de delante no me lo podía creer, nunca había pasado algo así”, expresa el empresario.

En el edificio había dos personas el 8 de julio por la noche: el hijo de Juan Carlos y el jefe del taller. Ambos fueron quienes le informaron de lo que sucedía y, ante la situación, tuvieron que dormir en el recinto por miedo a salir de él.

Ellos vieron cómo la corriente arrastraba a los tractores hasta el río. Siete vehículos, de entre diez y doce mil kilos de peso, aparecieron al día siguiente empantanados en el Cidacos.

un mes después “El gran daño no está solo en los vehículos que encontramos tirados en el río, hay daños que son menos aparatosos pero igual de importantes, todavía hoy seguimos haciendo un seguimiento de cuántas cosas hemos perdido”, espeta. El inventario general de daños, un mes después, cuenta hasta 25 tractores usados que no se van a poder recuperar y 15 nuevos que tampoco serán viables para la venta.

“Hay muchos tractores que se inundaron y al llenarse de agua hacen imposible que se puedan reutilizar muchas cosas que lo forman como por ejemplo los motores, las cabinas o las cajas de cambio”, resalta.

Cada uno de los tractores dañados tienen un precio que varía entre los 300.000 y los 350.000 euros. Por el momento, estima que los vehículos que se ha llevado el agua son cerca de 14, aunque todavía no es una cifra exacta. “Hay objetos que han aparecido hasta en Caparroso, bidones que el agua llevó hasta allí, así que nunca vamos a saber cuánto se nos ha quedado por el camino”, recalca. El Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) ya ha empezado a valorar la situación de la empresa de Juan Carlos Ojer y estima los daños que le causó la inundación en 3 millones de euros. “Lo que más molesta es cuánto se va a tardar en recuperar la normalidad”, explica.

“Aunque solo sea por los trabajadores que han estado aquí trabajando sin saber si íbamos a salir adelante yo no me planteo cerrar la empresa”, confiesa. La idea de recuperar la normalidad y poder abrir las puertas del concesionario un mes después no entraba en la cabeza de Juan Carlos, quien todavía no se lo cree.

“A mí hace un mes, cuando pasó todo, me dices que ahora íbamos a estar en activo y no me lo hubiese creído, todo es gracias a que tanto los trabajadores y como los voluntarios hemos invertido muchas horas en la reconstrucción”, concluye.