donostia - Se rozó la tragedia, pero afortunadamente, los nueve tripulantes de una pequeña embarcación a la deriva a una milla náutica de Hendaia (1,85 kilómetros) resultaron ilesos después de vivir angustiosos minutos en los que asistieron impotentes al hundimiento de su barco.

Faltaban pocos minutos para las nueve de la noche del miércoles cuando en el puesto de control de Cruz Roja en Hondarribia saltó la alarma. La embarcación Txapela, un pequeño barco de 5,4 metros de eslora que horas antes había partido del puerto bidasoarra, se encontraba a la deriva con una importante vía de agua que amenazaba con hundir el barco, que llevaba a bordo a nueve personas, seis de ellas menores.

No es habitual que los voluntarios de la Cruz Roja permanezcan a esas horas en su puesto, pero la presencia de un delfín muerto en la zona retrasó la salida de Óscar Txabarri y otro compañero, que pudieron atender la alerta del Txapela. Fue el primer golpe de suerte de la noche. “Fue una casualidad que estuviéramos y también una suerte”, reconocía Txabarri a este periódico 15 horas después del angustioso rescate. “Las nueve de la noche ya no es hora de que haya nadie en el puesto. Si nos hubiera pillado a cada uno en una casa hubiéramos tardado por lo menos 20 minutos en movilizarnos y en menos de 10 minutos ya estábamos allí”, recordó.

A este primer guiño de la fortuna se le sumó inmediatamente otro. “Dimos con ellos enseguida. Estaban como a una milla de distancia de la playa y ya estaba empezando a caer la noche, pero en cuanto salimos de la bocana les vimos enseguida. Era la única embarcación que estaba por ahí, nos hicieron señas con las manos y fue todo muy rápido”, relató.

Afortunadamente, porque la situación exigía actuar con la mayor celeridad posible. “Fueron momentos de gran nerviosismo. Cuando te dan el aviso de que hay una embarcación con una vía de agua, con bastante gente dentro del barco, donde hay varios menores, lo que quieres es llegar cuanto antes a donde están”, confesó.

un rescate a contrarreloj Una vez junto a la embarcación, comenzó un rescate a contrarreloj. “Nos pusimos a su costado, desembarcamos primero a los niños y luego a los adultos y en cosa de un minuto, la embarcación se volteó y se hundió”, relató Txabarri. “Fue una situación absolutamente in extremis”, aseguró este voluntario que a su vez es el responsable del área de mar de Cruz Roja Hondarribia.

Habían pasado apenas diez minutos desde que se recibió el aviso por parte del 112, por lo que fue en ese momento cuando todos los protagonistas de esta historia se dieron cuenta de la enorme suerte que habían corrido. “Una vez que se vieron a salvo en nuestra embarcación todo eran palabras de agradecimiento, tanto de los adultos como de los niños. Solo decían: Gracias, gracias, gracias... Cuando nos vieron aparecer allí, fue como si hubiesen visto a su ángel de la guarda”, celebró el rescatador, que añadió: “Todos estaban bien. Estaban con ropa de baño, pero ninguno se quejó ni por hipotermia ni nada. Les cogimos y les llevamos al puerto deportivo de Hondarribia, porque era donde tenían los coches”, explicó.

Ya a salvo, aunque con el susto todavía sin digerir, comenzó el camino de vuelta a puerto, los rescatados pudieron relatar a sus salvadores su odisea. “Nos contaron que, aparentemente, no se habían dado ningún golpe ni nada, pero que empezaron a ver que el barco cogía agua y más agua y se asustaron”, contó, al tiempo que prosiguió: “Empezaron a achicar, pero cuando el agua ya alcanzó la batería, el barco se paró, quedaron a la deriva, sin motor, y además, la bomba de achique también dejó de funcionar, con lo cual, el caos se hizo más gordo”.

La situación, peligrosa de por sí, se agravó con la presencia de los seis menores, la mayoría de ellos de edades comprendidas entre los nueve y los doce años. Ninguno de ellos llevaba chaleco salvavidas, aunque la normativa marítima así lo exige. “Los menores, no estoy seguro de si todos o hasta una determinada edad, tienen que llevar el chaleco salvavidas puesto cuando salen a navegar. Otra cosa es que si te vas a bañar en el mar te lo quites un momento, pero deberían llevarlo”, expuso este miembro de Cruz Roja, que subrayó: “Además, no vale cualquiera. Tiene que ser un chaleco adecuado al tamaño del menor, porque no es lo mismo un niño de tres años que uno de doce”.

rescate de la embarcación Una vez solventada la emergencia y con los tripulantes a puerto, los miembros de Cruz Roja regresaron al lugar para evitar que Txapela causara otro accidente.

“Lo que hicimos fue volver al sitio, porque la embarcación era un peligro, ya que estaba en mitad del mar y no estaba ni hundida del todo y ni se veía. Además estaba cayendo la noche así que cualquier barco podía colisionar contra él. Decidimos, una vez visto que estaban todos bien y que no tenían ningún problema, volver a la zona y poco a poco, poco a poco, porque el barco estaba ya muy mal, lo llevamos hasta el puerto deportivo y lo amarramos en un finger donde no molestaba y si se hundía no causaba daños”, contó.

Fue el final de un rescate in extremis que tuvo final feliz gracias al buen hacer de los rescatadores pero también a la colaboración de la fortuna.