l Casco Viejo de Pamplona mostraba ayer a mediodía una estampa muy diferente a la que nos tiene acostumbrados, sobre todo si tenemos en cuenta que era sábado y hacía buena temperatura. La gran mayoría de bares y restaurantes tenían sus persianas bajadas y, los pocos que quedaban abiertos, apenas tenían clientela en su interior. Una situación provocada, en parte, por la recomendación de la Asociación de Hostelería y Turismo de Navarra de cerrar temporalmente, hasta el lunes 30 de marzo, todos los negocios del sector en la Comunidad Foral como medida preventiva para frenar y contener la expansión del coronavirus.

El Gaucho fue uno de los tantos bares que decidieron cerrar el viernes y no abrir sus puertas ayer. "Tomamos la decisión de cerrar a la tarde porque, a parte de que no se estaba trabajando nada, lo más seguro es que para el lunes nos digan a todos de cerrar", explicó Roberto Jiménez, uno de los socios del local, quien opinó que "hay que hacer las cosas bien, porque empezamos con poca cosa, pero luego ha ido aumentando".

"Ya desde el martes y el miércoles, con todas las noticias, la gente se restringió a salir. Ahora salimos un poco y, o nos quedamos solos, o vamos a sitios donde no haya muchas aglomeraciones", añadió. Algo en lo que su compañera de sector, Gloria Fernández, coincidió: "Hay muchísima menos gente. Todo el mundo se está quedando en casa".

La encargada del bar La Granja fue una de las personas que decidió no parar su actividad ayer a la mañana, aunque confesó que pensaba cerrar ayer mismo u hoy, antes de conocer la orden del Ayuntamiento de Pamplona emitida por la tarde, que obliga a todos los bares y restaurantes a cerrar durante, al menos, 15 días.

Las pocas personas que acudieron a los bares a tomar el vermut eran en gran parte clientes habituales, y sobre todo personas mayores. "Llevamos dos días en los que han sobrado muchos pintxos. No se ha vendido mucho", explicó Fernández. Por ello, "para no tirarlos a la basura", admitieron algunos camareros, en las vitrinas de los bares abiertos se vio mucha menos variedad que la que suele haber habitualmente.

Una de las clientas que pidió algo para comer fue Ana Madrid, quien entró al local con una mascarilla puesta como medida "de protección" ante los posibles contagios, y que afirmó que "hay preocupación y miedo" ante la situación que se está viviendo estos días debido al coronavirus. "He entrado al bar por necesidad, porque he tenido que ir a hacer un recado y no he desayunado", señaló, para luego insistir en que, "si no hubiera tenido esta situación que me obligaba a salir, me habría quedado en casa como estos días. Ha sido por fuerza mayor, no por diversión", confesó.

También Camelia Estera Chereches y su amiga Angélica Leal decidieron ir a la terraza de un bar a tomar algo aprovechando el buen tiempo, en su caso por un motivo diferente. "Hemos venido a dar una vuelta y a saber cómo es el ambiente. Estando en casa no vas a ver muchas cosas y en la calle ves la opinión de la gente. Mientras podamos salir y no nos obliguen a quedarnos en casa vamos a aprovechar, aunque con cuidado", aclaró Chereches.

Pero los bares no son los únicos que estaban sufriendo las consecuencias de esta situación inusual. Los restaurantes también han visto en los últimos días cómo los clientes anulaban las reservas para comer o cenar prácticamente en su totalidad. "Para hoy se han anulado casi todas las reservas. Al mediodía quedan una o dos, que confirmaremos con las personas si van a venir o no, y haremos lo mismo por la noche, donde parece que se mantienen varias", señaló Juan Carlos Oroz, responsable de la Sidrería Chez Belagua antes de la hora de comer.

Esta circunstancia, indicó, se dio "el viernes. A la mañana estábamos completos y a lo largo del día se fueron anulando las reservas". A pesar de esto, Oroz señaló que, aunque haya "menos gente en la calle, y por lo tanto menos consumo, seguiremos abiertos hasta que nos lo indiquen". Y es que, cerrar supone una pérdida de ingresos importante para bares y restaurantes y una situación indeseada para los trabajadores y trabajadoras.

"Una de las Asociaciones lanzó una recomendación y algunos hosteleros la han secundado y otros no; muchos pensamos que estamos cumpliendo las normas. Ayer (por el viernes) vinieron los de sanidad del Ayuntamiento y, como tenemos todo en regla, no nos dijeron nada más. Ahora mismo las normas no obligan a cerrar. Tal vez sería lo más positivo, pero alguien debería de decirlo. Cuando las autoridades tomen una decisión, acataremos sin ninguna duda lo que nos ordenen", admitió Oroz. Desde esta pasada noche, con la Orden del Ayuntamiento de Pamplona, tendrá la obligación de cerrar.

Otro de los restaurantes afectados con las cancelaciones de comidas y cenas fue Casa Otano. "Teníamos en el comedor 92 personas y ya no tenemos ninguna. Tenemos todo cancelado", explicó Ana María Juanco, encargada del restaurante y de la Pensión Otano, donde también se han quedado sin reservas. "Tenemos todo cancelado. Marzo, la Semana Santa, abril... Vamos a estar dos meses parados. Hasta que no venga mayo esto va a ser un desastre", confesó.

Por su parte, los restaurantes de comida rápida se consuelan con los pedidos a domicilio. Ayer, Burger King tenía sus puertas cerradas en el centro de Pamplona, mientras que Goiko Grill tenía solamente dos personas en sus mesas, cuando siempre suele estar concurrido.