nte la retirada de las cartas físicas en bares o restaurantes como medida preventiva para evitar contagios, son cada vez más los establecimientos que se unen al uso del código QR, un método que consiste en acercar el móvil al código para acceder directamente a su página web y poder ver así los menús, pintxos o bebidas y sus precios. Una nueva práctica que agiliza el trabajo de los camareros, según explican, pero que pone de manifiesto la brecha digital existente entre jóvenes y mayores.

"El código QR, en general, está funcionando bien, pero hay gente que no se ha manejado con esto hasta ahora, sobre todo la de más edad, y no tiene la aplicación que hace falta, la habilidad o el móvil adecuado para usarlo", explicó Gorka Lure, socio del bar Niza. Por ello, los bares y restaurantes optan también por colocar carteles, repartir cartas desechables a quienes las solicitan o explicar lo que se puede consumir, aunque sea más costoso.

Respecto al cambio de la carta física al uso del código QR, Lure aseguró que "ha sido más sencillo de lo que parecía. Había un poco de incertidumbre, pero al final es más cómodo y efectivo. A nosotros nos agiliza el trabajo y la clientela tiene un acceso más completo a todo", señaló.

Otro de los bares que dispone de código QR es el Café Iruña, que combina esta opción con hojas de menús desechables. "A las personas mayores les tienes que dar una carta de usar y tirar porque no saben utilizar el QR", explicó uno de los trabajadores, para señalar que repartirlas no supone mucho gasto "porque al final son fotocopias". Asimismo, destacó que los clientes suelen acercarse a la figura que sostiene la carta en la puerta del bar. "Sobre todo al principio, la gente miraba ahí y luego se sentaba, pero eso está bien si se acuerdan, si no, tienes que cantarlo tú todo, y es más complicado", admitió.

Dos de las personas que estaban escaneando el código colocado en una de las mesas del Café Iruña eran las hermanas Josune y Leire Castaño. Para las jóvenes, esta forma de mirar la carta supone "un avance. Me parece muy práctico. En vez de andar con un montón de papeles y toqueteándolo todo, usas la aplicación, que coge el código enseguida, y es súper cómodo. Por mí se podría quedar así", señaló Leire, de 26 años. Su hermana, de 23, coincidió con ella en que "es muy fácil de usar" y reconoció que "cuando me siento en una terraza, automáticamente cojo el móvil y escaneo el código".

No opinaron lo mismo Carlos Iriarte y María García, de 67 y 62 años, que se encontraban comiendo un pintxo en el bar Gure Etxea, donde la carta está escrita en las mesas. "Ni sabemos lo que es el código QR", comentó Iriarte riendo, para admitir que ellos prefieren leer las opciones o que se las canten. "Esto se impondrá con el tiempo y lo usarán los jóvenes, pero nosotros ya no", apuntó. García indicó que solo van "a sitios donde se puede leer la carta, a los otros ni entramos".

En el bar Gure Etxea barajaron poner cartas desechables o código QR, pero al final se decantaron por "poner un vinilo con la carta en cada una de las mesas, porque hay gente mayor que no tiene móvil o puede haber problemas de conexión", explicó Tomás Zambrano, encargado del establecimiento. Esto "les viene bien a los clientes y a nosotros. La gente se sienta y no tiene que estar esperando a que le lleves la carta; vamos a la mesa y directamente nos comentan lo que quieren, y nos agiliza el trabajo", explicó.

Por otra parte, hay quienes siguen optando por enseñar la carta física, aunque evidentemente sin dejar que los clientes la toquen. Es el caso del Asador Erretegia, que muestra la hoja del menú en una tabla, la cual colocan a distancia. "Aquí no se utilizan mucho las tecnologías y se usa el mismo método que antaño. A la gente de 35 años para abajo les resulta un poco raro, pero todos responden bien, sin ningún problema. Se les presenta la carta de tal manera que la puedan ver bien y, si no, ya estamos nosotros para explicar lo que haga falta", aseguró el camarero Miguel Díez.