- El acusado regentaba un negocio de alimentación en el barrio de San Juan de Pamplona en el que la sobrina de su mujer, y ahora víctima, echaba una mano siempre que podía. Fue en julio de 2017 cuando la joven, de apenas 19 años, regresó al local después de haber trabajado al mediodía y haber acudido a clases de la autoescuela. Entonces, M.R.M.P., varón de 41 años, de origen suramericano y vecino de Pamplona, pareja de su tía, empezó a ofrecerle a la joven chupitos de diversos licores de alcohol. Quedaron incluso pruebas gráficas de ello, puesto que la víctima colgó en Instagram algunos vídeos de cuando estaba tomando esas consumiciones junto a su tío. La chica comenzó entonces a sentirse afectada por la ingesta etílica y ahí fue el momento en el que el acusado se aprovechó de su estado de embriaguez para violar a su propia sobrina, que yacía inconsciente.

El acusado fue condenado a nueve años de prisión por la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Navarra, que fue confirmada por la Sala de lo Civil y Penal del TSJN. Ahora, el Supremo ha confirmado ambas resoluciones, y fija una indemnización de 30.000 euros para la víctima por el daño moral causado. El procesado recurrió la sentencia y el Alto Tribunal ha desestimado su pretensión. La defensa del acusado alegaba que la víctima no presentaba lesiones en el hospital, que entonces adujo que había sido violada por un cliente y que su testimonio no resulta creíble. Pero el Supremo ha desmontado cada una de sus tesis. Sobre el informe de Urgencias, el comportamiento de la víctima, "al no identificar en este momento al acusado como su agresor, en particular, dada la desorientación traumática en la que se encontraba, así como su intención de no perjudiciar a la que consideraba su familia". El Supremo añade que el hecho de que no presentara lesiones no excluye que se trate de una violación". La violencia se emplea para vencer la negativa de la víctima, no para realizar el acceso sexual".

El Alto Tribunal recuerda que, como ya manifestaron la Audiencia y el TSJN, en los vídeos que la víctima subió a Instagram resulta evidente su estado de afectación etílica, por su voz, y cómo el acusado insiste, pese a ello, en ofrecerle alcohol. La joven declaró que su tío le ofreció chupitos a modo de juego para identificar distintos licores y este admitió haberle dado hasta siete chupitos y dos cervezas, aunque el acusado, en su defensa, dijo que la joven tenía problemas con el alcohol y que por eso le pedía más bebida. Después de haber ingerido las consumiciones, la joven empezó a sentirse mal y, según su tío, la dejó durmiendo en la cocina del establecimiento. Por su parte, la víctima declaró que se despertó sin poder moverse, ya que tenía al encausado encima agrediéndola sexualmente: "No tengo una visión completa, tengo fotogramas de cuando me quitaba la ropa. Me sujetaba de las muñecas. Yo estaba tirada, intenté quitármelo de encima, moviéndome, empujándole, pero era muy pesado. Le dije que a ver qué hacía, que parase y me dejara en paz. Pero él seguía y me estaba penetrando. Al final, conseguí apartarlo, me puse la ropa y salí corriendo. Pero no podía salir porque no tenía llaves. Y entonces él me pidió que no dijera nada a su mujer, que todo lo que iba a ocurrir iba a ser grave".