a irrupción del coronavirus ha supuesto, a nivel global, una revolución para la salud de las personas en un contexto social que no estaba suficientemente preparado para hacer frente a un virus que se ha demostrado tan letal como desconocido. Desde su aparición, aunque nadie ha estado exento de poder contagiarse, ha sido la población de edad avanzada la más castigada, la que más directamente ha sufrido en carne propia tanto los efectos de la enfermedad como las consecuencias colaterales que ha traído consigo el covid-19. Y, dentro de este colectivo, las personas afectadas por la enfermedad de alzhéimer u otro tipo de demencia han sido de las más damnificadas.

En este contexto, cuando se habla de personas afectadas por enfermedades neurodegenerativas hay que referirse, de manera indisoluble, tanto a quien sufre directamente la enfermedad como al familiar que ha asumido la responsabilidad de cuidar y atender a la persona enferma.

Este es el caso de Marta Diarte Errea que, junto a su padre Félix y su familia, cuida de su madre Micaela, de 82 años, que padece alzhéimer severo en un estado avanzado de la enfermedad, aunque su hija asegura que tiene "momentos de lucidez en los que se ríe, disfruta de su familia y, en definitiva, vive".

Micaela, a pesar de padecer demencia, era una persona muy activa hasta que la misma semana en la que se declaró el estado de alarma debido al avance del coronavirus sufrió una caída que le arrebató la posibilidad de andar y con ello le robó los paseos con los que tanto disfrutaba.

Debido al momento de máxima incertidumbre en el inicio de la pandemia, Atención Primaria dejó a Micaela en espera de atención al no parecer una lesión grave ya que si acudía al centro de salud se exponía a contagiarse de covid-19, algo extremadamente peligroso en su situación de vulnerabilidad. "Su obsesión era andar. No comprendía por qué no podía salir de casa y no podían curarle de la rodilla", explicó Marta, quien recordó que su madre "le pegaba a su propia pierna diciéndole que tenía que andar. Fue un momento que tanto a mí como a mi familia nos rompió el corazón. La vida me ha enseñado que soy fuerte, pero sentí que esto era demasiado", aseguró su hija.

Después de sufrir diversos "ataques de locura en los que llegó hasta a tirarse del pelo", la familia de Micaela consiguió ponerse en contacto con su neuróloga de referencia quien le recetó "una medicación muy fuerte para tranquilizarla que al principio la dejó algo adormilada, aunque se fue adaptando". Visto que Atención Primaria estaba colapsado debido al coronavirus, decidieron acudir a la Clínica Universidad de Navarra donde les dieron la mala noticia de que Micaela, efectivamente, se había roto la rótula y su situación había ido empeorando al no haber sido atendida antes. "Me puse a llorar de impotencia, yo solo quiero lo mejor para mi madre pero no pude conseguirlo antes", contó Marta sin poder contener las lágrimas.

Una vez confirmada la lesión, fue derivada a la Clínica Ubarmin "donde el trato fue excelente" y la operaron en "tiempo récord. Teníamos el miedo de que no la operaran por su situación y su edad, pero el médico nos dio toda la confianza y seguimos adelante. Tuve que entrar hasta el quirófano porque estaba tan nerviosa que no podían controlarla. No se explicar lo duro que fue", contó Marta quien aseguró que "aquel médico a mi madre le salvó la pierna y le salvó la vida porque le devolvió la posibilidad de volver a andar".

Cuatro meses después, Micaela se encuentra fuerte e incluso es capaz de andar sola con un andador, algo que le ha devuelto la alegría y con la de ella la de toda la familia. Además de su marido, su única hija es quien se encarga del mayor peso de sus cuidados a pesar de trabajar como dependienta en una tienda y no contar con ayuda externa, algo que deja a Marta sin tiempo para su ocio que sacrifica en beneficio de su madre que es su "prioridad absoluta". No obstante, lejos de lamentar su situación, Marta agradece contar con la "ayuda incondicional" de su marido y sus hijos "sin los que no sería posible seguir adelante". Asimismo, subraya el papel de la Asociación de familiares de enfermos de Alzhéimer de Navarra (AFAN) por su apoyo que le ha hecho "no tirar la toalla". A pesar de notar deterioro en la capacidad cognitiva de su madre, relacionado con la pérdida de las rutinas durante el confinamiento, Marta da las gracias de ver a su madre feliz y, sobre todo, en casa.

"Mi madre no entendía por qué no podía salir de casa y le daban ataques de ira, dejaba de ser ella"

"En AFAN me han ayudado mucho y me han dado fuerzas para seguir adelante"

Familiar de persona con alzhéimer