- El problema de Yesa se está alargando un siglo. Literalmente. Para conocer a fondo las razones de que el desembolso actual haya alcanzado el 450% del previsto en la adjudicación del proyecto hace 20 años, pasando de 100 a 450 millones de euros, primero hay que remontarse hasta los años 20 del pasado siglo.

Es la dictadura de Primo de Rivera la que tiene la idea de trasvasar aguas del río Aragón a la cuenca de los Arbases con el objetivo de regar las Bardenas. Pero incluso antes del inicio de las obras, varios derrumbes de tierra a 150 metros de donde iba a ubicarse la presa dan muestra de la inestabilidad del terreno.

A la peligrosidad de los paleodeslizamientos en la ladera hay que sumar los frecuentes terremotos de la Canal de Berdún. Principalmente a causa de la falla de Loiti, esta depresión geográfica por la que baja el río Aragón hasta Yesa es la zona con mayor actividad sísmica del norte de la Península Ibérica. Buena muestra de ello es el terremoto que se produjo en 1923, de magnitud seis e intensidad ocho con epicentro en la localidad oscense de Martes, junto a Yesa, y con réplicas que duraron dos años. Aun y todo, la construcción del embalse comenzó el 13 de noviembre de 1928.

Solo dos años después, se produjo el primer desplazamiento registrado destacable en la parte de la ladera del estribo derecho de la presa. Era el preludio de los próximos 90 años, en los que ninguna respuesta geológica que mostrara la inseguridad de las obras en detrimento de los pueblos río abajo iba a detenerlas.

Es más, el proyecto supuso sumergir 2.400 hectáreas de cultivo y, con ellas, los pueblos zaragozanos de Ruesta de Jacetania, Tiermas y Escó. Además, el Estado desalojó todo el valle agrícola de Garcipollera, en Aragón, para plantar el pino salgareño que ayudaba a reducir la sedimentación de las aguas. A modo de compensación, se reubicó forzosamente a los vecinos en diez pueblos construidos para la ocasión en Aragón y otros cinco en Navarra: Gabarderal, El Boyeral, Figarol, Errada y San Isidoro del Pilar.

En 1936, la Guerra Civil española paralizó las obras, que se retomaron posteriormente como un proyecto más de los famosos pantanos de Franco a lo largo y ancho de todo el Estado. El de Yesa lo inauguró el propio dictador en 1959, con lo que se procedió a su llenado. Esto provocó un nuevo e importante deslizamiento de la ladera derecha en 1960, por lo que las autoridades franquistas decidieron instalar abalancamientos (muros de contención en la colina). No obstante, un nuevo derrumbe en 1964 se llevó por delante las obras de estabilización de la tierra.

Muerto el dictador, el nerviosismo de los vecinos de los pueblos en torno al pantano no hizo sino aumentar ante la amenaza de un proyecto de recrecimiento. Incluso el ingeniero responsable de la estructura original, el francés Renato Petit de Ory, más conocido como René Petit por su pseudónimo como futbolista profesional, manifestó su preocupación sobre la posible ampliación en una entrevista de Diario de Navarra en 1983: "A mí me daría mucho miedo. La presa actual tiene sesenta metros de profundidad y en su día ya hubo discusiones sobre si aguantaría o no. Hay que ser muy cauto en este tipo de obras, mucho".

Los malos presagios se cumplieron en 1985, cuando el Gobierno español aprobó el recrecimiento de Yesa. En 1993, aprovechando ciertas modificaciones en el documento, el entonces presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), José Luis Uceda, advirtió sobre la necesidad de incluir consideraciones de estudios ambientales, que el Ejecutivo ignoró cuando, en el 1999, sacó a concurso las obras de ampliación.

Estas se adjudicaron a ACS, Ferrovial, Agromán y FCC, compañías beneficiarias del encargo como un único ente mediante una figura llamada unión temporal de empresas (UTE), concepto bastante irónico para unas obras interminables.

En 2001, el encargado de inaugurarlas fue el entonces ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, condenado en 2012 a seis años de cárcel por corrupción. Aunque sus delitos no tuvieran que ver con Yesa, parece una maldición que un gestor del dinero como él pusiera la primera piedra del recrecimiento de una presa que hoy parece un sumidero de fondos públicos.