Logroño ha amanecido este domingo con la novedad de poder ver bares, cafeterías y restaurantes abiertos después de un mes de cierre y así la capital riojana ha empezado a recuperar su "pulso", aunque solo a medio gas, porque algunos establecimientos han optado por no levantar la persiana.La Rioja decretó el cierre de los establecimientos hosteleros para Logroño y Arnedo el pasado 27 de octubre con el objetivo de reducir la curva de covid-19 en la capital riojana, algo que en un mes ha logrado, con lo que esta semana se determinó cumplir el plazo previsto y permitir reabrir bares, cafeterías y restaurantes desde hoy.

Fue una buena noticia dentro de todo el clima de contrariedad y datos negativos para un sector emblemático en La Rioja y en especial en Logroño, donde parte de su turismo y de su pulso habitual tienen que ver con muchos de estos establecimientos.

Los hosteleros llegan a este domingo tras un mes no solo de parón, sino también de negociaciones para tratar de abrir las terrazas antes, algo que no consiguieron, y de trabajo en algunos casos para poder servir algunos cafés a quien lo pedía desde la calle.

Hoy era el día, pero desde ayer se podía observar en la ciudad movimiento en torno a todos estos establecimiento, cerca de 600 en total -según datos de la Federación de Española de Hostelería- con la limpieza en el interior, la puesta a punto de terrazas y la entrada de productos a las cocinas.

Porque para todos "es un momento de ilusión, a pesar de todo lo que ha pasado" ha explicado a EFE uno de los hosteleros del centro de Logroño que ha abierto su bar "porque ya había muchas ganas de poder trabajar, aunque la cosa va lenta", ha afirmado.

En parte porque es domingo y hasta la hora del vermú hay menos movimiento, pero también porque "se ha dañado un poco la imagen de la hostelería y quizás hay gente que le da reparo venir", reconoce con temor a que la facturación a partir de ahora se resienta.

El centro de Logroño ha sido donde la hostelería ha tenido un comportamiento "más desigual" con bastantes establecimientos que han optado "por esperar" ya que su negocio principal se basa en "la gente de oficinas o que va a los comercios y hasta mañana no van a venir", ha explicado a Efe el presidente de la Asociación Hostelería de La Rioja, Francisco Martínez Berges.

No obstante, la apertura de grandes establecimientos, en las calles más céntricas de la ciudad, ha llevado "animación" a zonas como la Gran Vía o el Paseo del Espolón "y además, en los barrios sí que ha abierto todo el mundo", detalla.

Mención aparte está lo que ha sucedido en las calles más tradicionales de la hostelería de Logroño, San Juan y Laurel -y sus cercanías- que se han visto afectadas por la polémica en el último momento, cuando ayer el Ayuntamiento les comunicó que no podían sacar a la calle el mobiliario urbano con el que cuentan (barricas y mesas altas) y que contribuye a ordenar espacios.

Los hosteleros negociaron hasta la noche con el Ayuntamiento y lograron que en las tres calles más anchas de la zona se pudieran utilizar esos elementos, algo que solo beneficia a una parte muy pequeña de los más de 70 bares que se concentran en pocos metros.

Aún así, esta misma mañana una patrulla policial ha comunicado en esas calles que no tenía constancia de ese acuerdo, lo que ha provocado unos minutos de tensión con algunos hosteleros, tras los que los agentes se han marchado del lugar para comprobar la información.

Tanto en la calle laurel como en todo Logroño se ha establecido otra obligación para la hostelería desde hoy, facilitar a todos los clientes un código para descargarse una aplicación de rastreo, aunque no es de uso obligado.

Se trata de otra herramienta más para tratar de favorecer que la hostelería siga abierta "y no tener que volver a cerrar" porque "hemos estado cinco meses sin ningún ingreso y si hay más nos va a matar a todos", advierte el presidente de los hosteleros de la zona Laurel de Logroño, Fernando Elías.