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os hemos reinventado. Si antes ya hacíamos un ocio saludable, ahora más". La que así habla sobre el trabajo que hace a diario es Nuria Fernández, de 26 años y responsable de un grupo autogestionado de ocio en Anfas, con los que ha tenido que reinventarse a la fuerza por la covid. Las restricciones de aforo, el cierre de la hostelería que se prolongó hasta el jueves 26 de noviembre y las medidas de prevención han obligado a esta asociación a reorganizar sus ocupaciones. Así, ahora tratan de seguir realizando actividades al aire libre mientras el clima de Pamplona lo permita. El estado de alarma decretado en marzo ya provocó que Anfas, que cuenta con 2.506 personas entre usuarios, trabajadores y familias, tuviera que rediseñar su día a día y buscar una alternativa para las actividades de tiempo libre.

Tras comprobar que el confinamiento se prolongaba más de lo deseado, desde Anfas ya se empezó a innovar a través de paseos terapéuticos para poder dar desahogo a las familias. Todas las actividades fueron adaptadas a las restricciones por los aforos y las medidas de higiene existentes, readaptando todo su plan de actividades para que no haya más de 6 participantes y redescubriendo una nueva situación.

Cada sábado a las 17.30 horas, un grupo de usuarios de Anfas se reúne en un local del barrio de Ermitagaña para poder llevar a cabo sus actividades de ocio. En esta tarde en particular, tras un paseo, comprar la merienda en el supermercado más cercano y recoger unas hojas secas de los arboles, comenzaba la sesión de pintura.

Repartidos en las diferentes aulas del recinto en grupos de 3 ó 4 personas con una voluntaria a su cargo, los usuarios daban rienda suelta a su imaginación sobre los lienzos y láminas con sus pinceles. Pero cuando vieron entrar por la puerta al fotógrafo de este periódico con su cámara, quedaron hipnotizados. Ellos eran los protagonistas, y estaban fascinados. Al mostrar orgullosos cada una de sus creaciones, un joven artista del grupo que retrató a la presidenta de Gobierno Foral no podía disimular su entusiasmo ante la idea de que ella viera su dibujo, que puede apreciarse en la siguiente página de este reportaje.

"Cuando se proclamó el estado de alarma fue un shock para todos, pero en especial para las personas con discapacidad, sus familias y las personas que trabajan con ellos", cuenta Lourdes Cuesta, profesional de Anfas de Pamplona de 50 años, que vivió en primera persona como la asociación tuvo que reinventarse para salir adelante. "En Anfas nunca dejamos de reinventaron, porque nos debemos a nuestras personas, nuestras familias", recuerda Lourdes al rememorar cómo la asociación ha seguido adelante a pesar de los obstáculos que se ha ido encontrando a lo largo de estos meses. "Empezamos a recibir llamadas de familiares en las que nos comunicaban que sus hijos no se encontraban bien o que estaban teniendo conductas inadaptadas", explica Cuesta. De esta forma surgieron los paseos terapéuticos. "Ellos no sabían qué pasaba. Algunos lo entendían mejor, otros peor, y había quienes no entendían nada", lamenta la profesional de Anfas al respecto de cómo los usuarios de la asociación no comprendían porque debían estar encerrados en casa, sin poder salir a la calle o realizar su rutina diaria. "Nadie sabe cuando realizas este tipo de apoyo las emociones que produce. Tienes que tranquilizar y ayudar, pero tú necesitas estar bien emocionalmente para hacerlo", reconoce la profesional sobre la necesidad de estar todos unidos frente a la covid-19. Lourdes califica de brillante la labor de los implicados en la pandemia y destaca el agradecimiento de las familias, cuya única petición "es que abriera Anfas ya".

Lourdes agradece el apoyo institucional en la búsqueda de locales alternativos donde poder hacer y desarrollar sus actividades. "Hay que cuidar a los que cuidan, a los familiares que son los primeros que cuidan y a los profesionales que cuidan a las familias y a las personas con discapacidad", remarcó.

Anfas ha ayudado al desarrollo y crecimiento de muchas personas con discapacidad, pero también ha visto evolucionar a sus voluntarios y voluntarias. La historia de Nuria Fernández en Anfas, ahora actual responsable de un grupo de ocio autogestionado, comenzó cuando apenas tenía 18 años como voluntaria en la asociación. Ahora lleva ya tres años con el mismo grupo.

"Aquí nunca he recibido una queja por tener que llevar puesta la mascarilla en todo momento", resume sobre la natural forma de relacionarse y de interactuar en la actualidad. Ella se muestra muy contenta y orgullosa, "ya que son un ejemplo para la sociedad mostrando una responsabilidad cívica tan carente".

Uno de los mayores obstáculos que se han encontrado fue el cierre de la hostelería, que cerró muchas de las opciones de ocio. Sin bares abiertos las opciones para reunirse en torno a una mesa perdían atractivo. "No es lo mismo merendar en un bar, calentitos, con un pintxo, un café o lo que les apetezca, teniendo en cuenta las medidas de seguridad, que estar en un banco con 13 grados comiéndose la merienda". Ahora, para tal menester y que los grupos respeten las medidas en vigor, se cuenta con colaboración de una persona voluntaria, quien ha "entendido perfectamente nuestra función de acompañar y no dirigir. Me siento muy complementada con ella, estamos haciendo un buen trabajo" agradece Nuria.

Para otro voluntario como Andrés Lazcoz, de 33 años, colaborar con Anfas es una recompensa agradecida. "Las personas con las que aquí tratamos tienen una manera de pensar y sentir totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados, y eso te cambia la vida", expresa. Andrés comenzó este año su actividad en la asociación y nunca pensó lo que iba a suponer. "Mi opinión hacia este colectivo es completamente diferente, me siento mucho más cercano y me comprendo mucho más a mi mismo", comenta. Lazcoz reconoce que "hay muchos aspectos en los que ellos, sobre todo en lo emocional, me enseñan muchísimo".

Otro de los retos de Anfas fue tratar de amoldar a todos sus usuarios a un aprendizaje, que iba a ser distinto por obligación, pero que no podía perder la progresión. Así en los grupos de autogestión, en los que participan personas con discapacidad pero con una suficiente autonomía "trabajamos el liderazgo, lideramos nosotros y nosotras, la persona de apoyo acompaña, pero no interviene en nuestra elección", explica Sara Ramón, de 33 años, miembro del grupo de Autogestión de Anfas. Ellos dinamizan su propio grupo, sin tener que depender de una persona. "Los protagonistas somos nosotros como personas", apunta. Su compañera, Bárbara Trébol, de 35 años, añade que en estos grupos ellos tienen "voz y el poder de decisión por nosotros mismos en nuestra sociedad, nuestra comunidad y nuestra asociación".

Es relevante la importancia de este tipo de formación porque "así ven que las personas con discapacidad somos uno más en la sociedad", agrega Alberto Reta, de 34 años y tercer miembro de este grupo de autogestión. Aquí aprenden habilidades sociales, cómo defenderse en la vida y a luchar por unos objetivos. Las bases del este programa son la participación y la reivindicación. Este grupo de autogestión no sería lo que es sin la persona de apoyo, Maite Arizaleta, de 26 años. Ella les acompaña, ayuda o interviene cuando es preciso. Pero en ningún momento toma las decisiones, les deja aprender, debatir entre ellos y prepararse para una vida independiente.

Con la pandemia a cuestas, lo que más echan en falta son los encuentros presenciales. Actividades con otras comunidades o el grupo entero, que ahora con las restricciones vigentes no se pueden realizar. "Es que no es lo mismo una pantalla que cuando estás presente con las personas", señaló Sara Ramón. A la hora de seguir con sus actividades, la posibilidad que les han dado es seguir con sus sesiones mediante Zoom, y otra parte del grupo presencialmente. Llegados al punto actual, en el que trabajar en grupo es casi una utopía, sienten que nadie ha contado con ellos a la hora de tomar las medidas. "Hay que llevarlo de la mejor manera posible, de qué te sirve estar comiéndote la cabeza, tenemos que vivir el día a día", zanja Trébol.

La verdadera discapacidad se encuentra en aquellos que deciden conformarse y no mirar desde otra perspectiva. Este colectivo es una muestra de ejemplo y superación para una ciudadanía ciega e irresponsable con ellos mismos que no saben miran más allá. Durante estos meses, y lo que quede por delante, han demostrado una madurez emocional envidiable. Superarse cada día, dando una lección de empatía y emoción difícil de explicar, eso consigue Anfas con cada uno de sus miembros. Que por más altos que sean los obstáculos no dudan en hacerles frente y seguir luchando en esta carrera de fondo que es la vida.

"En Anfas nunca dejamos de reinventarnos, porque nos debemos a nuestras personas y a las familias"

Profesional de Anfas

"No es lo mismo merendar en un bar, calentitos un pintxo, que tomar la merienda un banco con 13 grados"

Profesional de Anfas

"A través de esta formación se ve que

las personas con discapacidad somos uno más en la sociedad"

Miembro del grupo de autogestión