ace exactamente un año, el 25 de enero de 2020, después de que noticias sobre un nuevo virus viajase desde Wuhan (capital de Hubei, China) hasta la Comunidad Foral, Mónica (Huichi Yu) y Maite (Aiwei Huang), miembros de la Asociación de Chinos en Navarra, explicaron cómo estaban viviendo la situación las familias de los cerca de 2.000 chinos que residen en Navarra y la calma que les transmitía a ellas estar a 10.000 kilómetros del epicentro de lo que poco después se convertiría en la pandemia más globalizada a la que la sociedad actual se hubiera enfrentado nunca.

A pesar de que las navidades y el comienzo de año occidental fueran el último respiro antes de la llegada de la covid-19 y de su rápida expansión, el Año Nuevo chino comenzó con el handicap de no poder celebrarlo por todo lo alto y con las familias al completo. En este sentido, la madre de Maite, que planeaba viajar a Pamplona en febrero de 2020, vio cómo cerraban las fronteras del país asiático. “Ella estuvo muy tranquila desde el principio porque vive en un pueblo pequeño. Yo estaba preocupada por ella y quise mandarle mascarillas cuando todavía había, pero no fue necesario”, recordó Maite.

De hecho, son ahora los miembros de las familias que viven en China las preocupadas por sus seres queridos residentes en el Estado español. “Mis padres, al ver la cifra de contagiados, me llaman todos los días para preguntarme qué tal estoy, si tengo miedo y por qué no nos confinan”, contó Mónica, cuya familia vive en Taiwan donde llevan alrededor de 3000 días sin nuevos casos. “Aunque todavía haya medidas de seguridad, parece que allá se está retomando la normalidad por completo, esperemos llegar nosotros también a ese punto en Navarra”, añadió.

De la misma forma, los padres de Maite cuentan que “en China, o al menos en su región (Zhejiang, de donde proceden la mayoría de chinos asentados en la Comunidad Foral), están muy bien. Solo han llevado mascarilla obligatoria durante tres meses y ahora solo se usa en lugares donde se concentran muchas personas, como puede ser el transporte público. Todavía lugares que tienen restricciones más estrictas dependiendo de la incidencia del virus y los rebrotes, pero parece que está controlado”, explicó Maite.

Cuando ya se empezaba a ver que la peligrosidad y la dimensión que estaba cobrando la crisis del coronavirus en todo el globo, Maite, motu proprio, decidió empezar a usar la mascarilla cuando fuera a estar en contacto con mucha gente: “El día 7 de marzo fui a hacer la compra con la mascarilla puesta y todo el mundo me miraba con unos ojos como platos. Todos nos pensábamos que el virus no era más que un cuento chino o una gripe, pero enseguida vimos que no”.

Lejos de ofenderse, Maite, que regenta la inmobiliaria Nan Bei & Pou y la Taberna del Cuto, ambos en Monasterio de Urdax, comenzó a ofrecer mascarillas a sus clientes porque, “aunque no tuviera muchas, prefería salir yo menos de casa y que mis clientes, que son más bien mayores, estuvieran protegidos. Apenas ninguno quiso cogerla y lo mismo pasó cuando se las ofrecí a mis vecinos. Eso sí, una vez decretaron el estado de alarma, todos los que las aceptaron me escribieron para agradecérmelo”, aseguró.

Entre una primera creencia de que la covid-19 “no era para tanto” y que en los países occidentales no había costumbre de usar mascarillas, a todos los navarros se les hizo raro acostumbrarse a los cubre bocas. “Ahora, sin embargo, si no la llevamos puesta es como si nos faltara algo o como si nos hubiéramos vestido del revés”, bromeó Mónica, quien explicó en muchos países asiáticos, especialmente cuando llega el frío y es época de catarros, las autoridades sanitarias recomiendan que las personas con síntomas utilicen mascarilla, así como el resto de la población en lugares donde se dan aglomeraciones. “Tal vez esto nos haga cambiar los hábitos y acabar con otros viruses, además del coronavirus”, valoró.

Siendo los establecimientos hosteleros unos de los sectores más damnificados por la pandemia, el 2020 “fue un año perdido” en cuanto a beneficios económicos para Maite: “No tenemos seguridad de nada y estamos preocupados. Tanto abrir y cerrar hemos tenido muchas perdidas y, ahora, la única forma de salir adelante es prescindir de los empleados y trabajar solo los de casa todas las horas que podamos”, afirmó.

Con tres hijos y una hipoteca a sus espaldas, a Maite le fue concedida una ayuda por parte del Gobierno foral para hacer frente a las pérdidas de la hostelería. Además, el pasado mes de noviembre solicitó al Ayuntamiento de Iruña la autorización para cerrar la terraza de la Taberna del Cuto. “Con el clima de Pamplona es imposible mantener los bares abiertos solo con las terrazas. Solo queda esperar a la resolución de la licencia”, contó.

Por otro lado, la inmobiliaria Nan Bei & Pou también sufrió las consecuencias de la covid-19 y tuvo que cerrar de marzo a junio de 2020. Una vez volvió a abrir, Maite recibió a muchos clientes que demandaban casas con jardines y huertas: “Antes nadie quería irse a los pueblos y ahora es lo más solicitado. Después de estar encerrados tres meses en casa sin poder salir más que a la terraza en los mejores casos, todos queremos más espacio”, aseguró.

Por su parte, Mónica sigue siendo la responsable del Aula Confucio de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) donde imparte actualmente clases de chino de forma presencial a medio centenar de estudiantes tras la reducción de los aforos en las aulas. “También se ha notado que no han seguido todos los alumnos del curso anterior porque la pandemia nos ha cambiado las rutinas a todos y no sabemos qué pasará el día de mañana”, comentó. Además, el Aula también acoge a unos 50 niños chinos residentes en Navarra, aunque estas clases se impartan de forma virtual.

Mónica, asimismo, trasladó este año su centro de enseñanza de chino, la Academia Nihao, a un local más grande ubicado en la calle Alfonso Batallador de Pamplona para garantizar la distancia de seguridad de su alumnado y seguir con todos los cursos.