ue un hombre precoz en su trayectoria pública. Consejero de Salud del segundo Gobierno de Urralburu (1987-1991), nombrado con tan solo 33 años. Más de un cuarto de siglo después de concluir aquella etapa, Carlos Artundo (Pamplona-Iruña, 1954) volvió a la primera plana navarra al asumir en 2019 la Dirección General de Salud. Su última experiencia profesional previa a la jubilación dentro de una larga trayectoria en la salud pública. Un colofón marcado por la covid, para un extenso periplo biográfico por diferentes países.

Artundo empezó su militancia política en 1974. Cursó los primeros años de Medicina en Zaragoza, terminó en Navarra, e hizo la especialidad en psiquiatría en Barcelona, que ahondó en su conciencia social. "Te das cuenta de que gran parte de la enfermedad mental tiene que ver con las condiciones sociales y por tanto, caí en la salud pública y en la medicina social". De Barcelona fue a Londres, a cursar un máster en salud pública. Eran mediados de los ochenta, con Thatcher en pleno apogeo, y "el principio de la regresión ideológica, precursora de todo lo que ha venido después". La tesina del máster, un diseño teórico para una reforma en salud mental, llamó la atención del entonces consejero Federico Tajadura, que le invitó a colaborar en un plan de reforma psiquiátrica en Navarra. Una vez diseñado, le propusieron implementarlo. Con 31 años se convirtió en director de Salud Mental. Uno de sus mejores recuerdos de aquella etapa es el derribo de los muros del manicomio. De ahí, en dos años, dio el salto a consejero. Era octubre de 1987.

Periplo internacional

Cuando dejó la consejería en 1991, con la llegada del gobierno de Alli, se fue dos años a Copenhague a trabajar con la Organización Mundial de la Salud. A su vuelta, participó de forma efímera en el Plan Nacional del Sida para el Gobierno de Felipe González. Aquel 1993 el virus se llevó por delante la vida de 4.227 personas. "Estábamos desbocados. Éramos los primeros en Europa y no había todavía una conciencia social". Terminó en diciembre de 1993, y en 1994, el año de irrupción de las ONG y de la reivindicación del 0,7, se convirtió en director general de Médicos del Mundo a propuesta de su fundadora en España, Pilar Estébanez.

En verano de ese año, con la crisis de Ruanda, dejó la dirección para irse de coordinador al terreno. "Fue una experiencia terrible, se moría la gente como mosquitos, era pura emergencia sanitaria, y me encargué de coordinar el campo de refugiados de Mugunga, con 250.000 refugiados viviendo de la manera más brutal en la ciudad de Goma, entonces República del Congo y ahora de Zaire".

Cuando dejó este campo de refugiados, Artundo comenzó a ser requerido desde la Comisión Europea y la Organización Mundial de la Salud, y durante un par de años viajó por el mundo e hizo diagnósticos en salud pública para estas entidades. Pasó por República Dominicana, Brasil, Argentina, República de Zaire, Eslovenia... y en ese camino se topó con la guerra de Bosnia, a donde acudió en 1994 a Mostar, de la mano primero de Médicos del Mundo, y después de la Escuela Andaluza de Salud Pública y la Comisión Europea. En 1996, la CE le encarga un programa de reconstrucción de Salud en Bosnia y se va a vivir a Sarajevo. Allí estuvo hasta 1999, en otra "experiencia brutal" que aún hoy le genera tristeza. "Ya veíamos que no era un país viable con los Acuerdos de Dayton, sobre mapas con pueblos cortados por la mitad".

Al volver de Sarajevo, Artundo se situó en Sevilla, donde residió hasta que le llamaron del Gobierno de Navarra en 2019. En esos años que van desde el 2000, Artundo trabajó para la Junta de Andalucía en cooperación con la construcción de centros de salud en el norte de Marruecos y tuvo encargos de la Organización Mundial de la Salud y la Comisión Europea. Asimismo, de 2010 a 2015, fue consejero delegado de la Escuela Andaluza de Salud Pública, lo que le llevó a vivir en Granada. Por último, de 2016 a 2018 siguió haciendo proyectos como consultor de evaluación para la Comisión Europea. Tanto calaron en Artundo estos años en Andalucía, que cuando concluya su periplo en la Dirección General de Salud su proyecto es vivir a caballo entre Pamplona y el aljaraje sevillano, en los alrededores de la ciudad hispalense, aprovechando lo mejor del verano navarro y del invierno andaluz.

Llamada del Gobierno

Verano de 2019. Artundo recibe una oferta de comprometerse con el nuevo Gobierno de Navarra. Habla con la consejera y con la presidenta, y con un par de personas más del Gobierno que le animan a involucrarse. "Yo me siento honrado. Que te llamen después de un recorrido profesional donde has trabajado en un montón de países hace que me sienta súper agradecido". Inicialmente cree que su cometido será la realización de consultorías puntuales, pero le quieren en primera línea. "Palabras mayores", piensa. Cuenta que lo meditó durante un par de días, y y se decidió. "No podía decir que no. Sería una espina que no me la hubiera podido quitar". Y eso que en aquel momento no se podía ni imaginar lo que vendría meses más tarde con el estallido de la covid. Reconoce estar cansado, pero al mismo tiempo muy satisfecho de poder terminar su vida profesional en Navarra y "de estar aquí en este lugar y momento". Artundo cree que el coronavirus, que le afectó al inicio de la primera ola durante cinco semanas sin necesidad de ingreso, se ha topado con una sociedad "excesivamente blanda, poco resiliente". Dice que "nos creíamos omnipotentes y somos frágiles, y no podemos jugar con la naturaleza y los ecosistemas como si esto no tuviera fin", y advierte: "Hasta que no consigamos un nivel de vacunación global, de toda la humanidad no habremos terminado con el problema". A un hombre que viene de la salud mental no se le escapa la afección que en este campo está teniendo la covid. "Estamos viviendo solo la punta del iceberg. Esta pandemia tiene el impacto directo en el estado de salud, en los fallecidos, en lo que no estamos atendiendo de otras patologías y necesidades en salud. Tiene además el impacto que nos viene económico, brutal, que va afectar a las desigualdades y acrecentar incluso las ya existentes, que también las tenemos en esta sociedad". Artundo pone como ejemplo la vivienda. "Tenemos reventados los dispositivos para aislamientos en condiciones, porque mucha gente no las tiene en sus casas, hacinada en una habitación". Respecto a la salud mental, Artundo detecta "un montón de sufrimiento que vemos en las consultas, lo que nos viene es muy importante y hay que estar preparados". Cree, a modo de "reflexión colectiva", que la "infodemia, tanto dato, todos los días, en todos los medios" no ayuda en la salud mental de la población. "Damos el número de ingresos a diario, pero no hablamos de las altas. Los fallecimientos son un 10% de los muertos totales. La gente se muere también de otras causas; de cáncer, de accidentes cerebrovasculares, de infartos... problemas que estaban y están ahí, y a lo mejor no lo estamos suficientemente bien por la covid, que lo eclipsa todo. Ese es un reto fundamental que tenemos y que no es nada fácil", añade. Artundo es consciente de que "hay gente con mucho miedo, pasándolo muy mal; gente sola y mayor que está aterrorizada. En este contexto entiende "obsceno hacer política partidaria de la pandemia. Lo que manda el sentido común y lo que la gente está pidiendo y exigiendo es acuerdos. Esto es demasiado fuerte, tremendo y excepcional, y está produciendo tantísimo sufrimiento a todos los niveles, que no ha lugar a que hagamos política partidaria".

Una exposición pública tan separada en el tiempo como la de Artundo en Navarra, suscita la comparación sociológica entre aquellos finales de los ochenta y la actualidad. Ve en la sociedad muchísimo ruido, hiperventilación y agitación". Lo dice tal vez desde la serenidad que dan los años, y en la tranquilidad de no estar ya "haciendo carrera de ningún tipo". En el pasado formó parte de un Ejecutivo integrado exclusivamente por hombres. Ahora Navarra está dirigida por una presidenta, la tercera desde 2011. Por otra parte, ya no existe ETA, lo que le llevó en su día a tener escolta. "La evité durante un tiempo hasta que se puso encima de la mesa informaciones que aconsejaban que la debía llevar". Dice que se siente "orgullosísimo" de acudir esos años a las convocatorias de Gesto por la Paz. "No falté ni una como consejero", añade, enormemente satisfecho de que eso haya terminado. Desearía que "hubiera algún gesto que creo que falta a ese mundo para ya terminar de redondear la historia y cerrar heridas y páginas". Preocupado por la polarización global que "en pequeña escala" cree que alcanza a Navarra, muestra su inquietud por un mundo desigual donde se manifiesta la fragilidad de la democracia, la emergencia climática y su impacto en la salud y en las migraciones. "Si no logramos sociedades bastante menos desiguales, mucho más justas y cohesionadas, esto no es sostenible", y recuerda que esta desigualdad nutre a populismos y autoritarismos. "Eso nos lleva a la ruina".