- El primero de enero de 2020, apenas días después de que China confirmara el primer caso del desconocido coronavirus, Beatriz Ágreda Lizáldez, enfermera pamplonesa de 45 años, aceptó ocupar el puesto de jefa de Sección Servicio Urgencias Extrahospitalarias sin saber qué significado tendría apenas unos meses más adelante. Con ocho años de experiencia en urgencias extrahospitalarias a sus espaldas, Ágreda nunca había visto algo similar a lo ocurrido con el sistema médico de países europeos como Italia cuando la covid-19 atacó de lleno. Lo que sería una crónica anticipada de lo que llegaría también a Navarra. A medida que la población aumentaba sus dudas y llamaban a la Enfermera de Consejo Sanitario, este servicio fue reforzado y, una vez los casos de covid se desbordaron, se creó también el equipo de rastreadores, con Ágreda al frente.

¿Qué pensó las primeras veces que escuchó hablar del virus?

-Pensé que era algo lejano, que no iba a llegar a tal magnitud, que, si controlábamos los primeros positivos, se quedaría en casos puntuales.

¿Cómo vivió la irrupción de la covid en Navarra?

-Fueron momentos de incertidumbre, nadie estaba seguro de las medidas que tomábamos, pero debíamos ir todos a una. Los protocolos iban cambiando cada día porque todo era desconocido. En nuestro servicio se empezó a trabajar para atender a los pacientes de manera humanizada, pero intentando en todo momento proteger a los profesionales. Los pacientes acudían con sintomatología respiratoria grave, eran derivados a urgencias hospitalarias, acudíamos a domicilios, residencias de ancianos... era un panorama desolador. La palabra que define esa situación es "miedo". Todos los profesionales hemos intentado hacer las cosas lo mejor posible con las mejores de las intenciones.

¿Qué ha sido lo más duro de la pandemia?

-Sin duda, el impacto a nivel personal. Han sido horas y horas invertidas en el trabajo, dejando de lado a la familia. Esas llamadas de mi hija diciendo: "Mamá, ¿cuándo vas a venir? ¡Quiero que se acabe la covid!". Y, por supuesto, la preocupación de poder contagiar en casa a mis padres, que cuidaban a mi hija. Los primeros meses realizaba verdaderos rituales de limpieza antes de ponerme en contacto con ellos. Aunque tampoco puedo olvidar la sensación de no poder abrazar a todas esas personas que lo necesitaban.

¿Qué ha sacado en claro de un año con tantas adversidades?

-He aprendido de todas las personas que me han rodeado, de lo bueno y de lo malo, y he llegado a la conclusión que la unión hace la fuerza.

Precisamente, la Enfermería sigue siendo un sector muy feminizado. ¿Sigue siendo algo ligado a los estereotipos y roles de género?

-Actualmente, el personal de Enfermería es mayoritariamente femenino, aunque cada vez es mayor el número de enfermeros. El estereotipo va cambiando a medida que evoluciona la sociedad. El trato, el cuidado y la empatía con el paciente no entiende de género.

¿Cómo valora el papel de las mujeres durante la pandemia?

-Hoy en día, las tareas de la casa y el cuidado de los hijos son cada vez más compartidos entre mujeres y hombres, aunque todavía queda mucho camino para lograr una igualdad real. Durante la pandemia he visto a compañeras que han tenido que teletrabajar y encargarse de la casa, de los hijos, y de los padres. Algunas trabajaban sin haber dormido apenas.

¿Qué mensaje le gustaría transmitir a sus compañeras?

-Agradecimiento. Gracias por el apoyo, por la comprensión, por darme ánimos, por ofrecerme su hombro. Sin ellas no hubiera sido posible, el trabajo en equipo ha sido fundamental.

"Empezamos a trabajar para atender a los pacientes de manera humanizada, pero siempre intentando proteger también a los profesionales"

"Mi hija me llamaba diciendo: "Mamá, ¿cuándo vas a venir a casa? ¡Quiero que se acabe la covid!". Eso fue lo más duro"