- En junio de 2021 Carol Urra Arraiza, vecina de Villatuerta de 44 años, cumplirá 13 años de trayectoria laboral como gerocultora en la residencia para la tercera edad Amavir Mutilva. Un viaje profesional muy enfocado al cuidado de los demás que tenía muy claro cuando estudió para auxiliar de Enfermería y Geriatría, y posteriormente de técnico en educación de personas que padecen una disminución psíquica. Sin duda, una labor "muy gratificante", pero muy poco valorada a nivel social y profesional.

¿Cómo fue la llegada del virus a la residencia?

-Al principio fue un caos porque no estábamos preparados ni en el ámbito sanitario, ni como sociedad. Nos vino todo muy grande. Los usuarios fueron quienes mejor se lo tomaron porque, tras explicarles que era algo muy peligroso para ellos, al final se resignaron. En cambio, las profesionales estábamos en un estado de alerta permanente para proteger a los usuarios.

¿Qué fue lo más duro?

-La tercera planta de la residencia es donde residen las personas más deterioradas, física y mentalmente. Aunque al principio la residencia consiguió esquivar la covid, por muy blindada que estuviese el virus terminó por entrar y se llevó por delante a varios residentes de esta planta. Una vez tuvimos el primer caso corrió como la pólvora. Aquello nos devastó. Al conocemos muy bien a los usuarios, porque las estancias suelen ser prolongadas, y, al final, se crean vínculos muy estrechos.

El sistema de cuidados, en el ámbito privado, recae principalmente sobre la mujer. ¿Se refleja también en su trabajo?

-Sí. En la residencia, las trabajadoras somos el 90%. Como sociedad, estamos avanzando hacia la equidad, pero todavía se ve a la mujer como un género enfocado al cuidado de los demás, y eso no puede ser así.

De hecho, expertos apuntan que, con la pandemia, esta brecha no ha hecho más que acentuarse.

-Yo, por ejemplo, no tengo hijos y no he tenido que conciliar el trabajo con tener a los niños en casa, pero hay compañeras que lo han tenido muy complicado en este sentido. Por otra parte, yo sí que vivo con mis padres y, aunque están muy bien física y mentalmente, es cierto que mi padre pertenece a un grupo de riesgo y, por edad, mi madre también. Entonces sí que paso mucho miedo al estar con ellos porque soy consciente de que si yo no me cuido bien, si no protejo mi ámbito, las consecuencias van a ser muy graves.

Este es un mensaje que se podría extender al resto de la sociedad...

-Me gustaría pedir que nadie baje la guardia, que sigamos manteniendo los cuidados a raya. Todos tenemos muchísimas ganas de salir, pero ahora mismo no procede. Tenemos que seguir cuidándonos y protegiéndonos, nosotros y a los de alrededor, porque el sistema sanitario que tenemos afortunadamente es fuerte, pero los profesionales ya empezamos a estar cansados.

De hecho, con motivo del 8-M estamos acostumbradas a ocupar las calles de forma masiva para reivindicar la igualdad real, algo que este año es un hándicap.

-Ahora mismo, tal y como estamos, a pesar de que la incidencia haya bajado mucho -gracias a las medidas más restrictivas-, lo mejor que podemos hacer es reivindicar de una forma más interna, más de cada uno. Aportar lo que podamos, pero de forma diferente, sin ponernos en riesgo al tomar las calles.

Con motivo de esta fecha tan señalada, ¿hay algo que le gustaría decir a sus compañeras?

-Que tenemos que seguir luchando por conseguir la igualdad y, sobre todo, en lo que refiere a las trabajadoras de cuidados, por un reconocimiento social, pero también salarial. Nuestra labor es muy bonita y gratificante, pero también quisiéramos una gratificación económica, porque es nuestro trabajo y no es fácil. Me gustaría decir a las mujeres que ya llevamos mucho camino andado, luchado y sacrificado, pero que todavía somos capaces de muchísimo más.

"Una vez tuvimos el primer caso corrió como la pólvora. Aquello nos devastó porque conocemos bien a los usuarios y tenemos vínculos con ellos"

"Las mujeres llevamos mucho camino andado, luchado y sacrificado, pero todavía somos capaces de muchísimo más"