La pandemia de la diabetes, eclipsada sin duda por la actual pandemia de la covid-19, está considerada como una de las pandemias más importantes del siglo XXI, estimando que el 25% de la población mundial padecerá dicha enfermedad en el año 2030. En concreto, en Navarra se calcula que en torno a 50.000 personas padecen esta enfermedad, aunque sólo hay diagnosticadas 37.000.

Este es el caso de Leyre Elía Agós, pamplonesa de 13 años que debutó con diabetes tipo 1 (insulinodependiente) antes de cumplir los tres años de vida. Esta es una enfermedad autoinmune acostumbra a presentarse de forma brusca, y muchas veces independientemente de que existan antecedentes familiares. Sus síntomas son el aumento de la necesidad de beber y de la cantidad de orina, la sensación de cansancio y la pérdida de peso, señales que hicieron que los padres de la criatura, Irantzu Agós Torrea e Iñaki Elía Vallejo se dieran cuenta de que algo no iba bien.

A pesar de no ser una enfermedad "que duela", una persona con diabetes tipo 1 "está constantemente tomando decisiones sobre el manejo de la enfermedad a lo largo del día. Se levanta y se acuesta pensando en diabetes: en medirse el azúcar, en calcular las dosis de insulina, las raciones de hidratos de carbono que ingieren, en si tienen que esperar o no para hacer deporte y en un largo etcétera que hace que las personas vivan de la mano de su enfermedad y sean ellos los principales responsables de su salud", explica Cristina Azagra, técnico de Anadi (Asociación Navarra de Diabetes). Gracias a la asociación, la familia de Leyre es beneficiaria del Programa de Ayudas a Iniciativas Sociales de la Fundación la Caixa, que destinó en 2020 427.710 euros a 19 proyectos sociales en Navarra y que llegaron a más de 6.000 personas.

"¡SOY DIABÉTICA!"

"Es un golpe muy duro ir a lo que crees que será una visita médica rutinaria y acabar con en el hospital sin saber qué le pasa a tu hija", admite Irantzu mientras recuerda que tras llevar a Leyre al médico de cabecera porque "bebía más agua de lo normal" tuvieron que ir corriendo a urgencias donde la esperaba el equipo de endocrinos. "Cuando llegamos no nos dijeron ni los valores de azúcar de Leyre, pero el comportamiento del personal médico me hizo ver que algo grave pasaba", explica. Este fue el inicio de una "durísima semana" en la que la niña permaneció hospitalizada y sus padres tuvieron que asimilar que su vida cambiaría pasa siempre. "No habíamos tenido ningún contacto con la enfermedad y no sabíamos ni por donde empezar a aprender todos los cuidados que tendríamos que darle", añade Iñaki.

Por suerte, Leyre se adaptó muy rápido a su situación y nunca ha tenido miedo de hablar de ella en ningún círculo. "Mi abuela me cuenta que cuando estuve ingresada me regalaron un disfraz de Blancanieves. Me puse también unos tacones y fui de habitación en habitación gritando '¡soy diabética!'", recuerda entre risas. "Sin duda ser diabético es duro porque es algo con lo que vas a cargar toda tu vida, pero como se lleve es un 99% de actitud, y en el caso de Leyre siempre lo ha normalizado y desde muy pequeña se ha interesado por el tema. Con solo tres años ya sabía que no podía comer chuches en los cumpleaños. El resto de padres se quedaban alucinados con ella", asegura Iñaki.

"Cuando voy con mis amigos hago todo lo que ellos hacen. Si se compran chuches yo a veces no lo hago, pero nada más. La única diferencia que hay entre mis amigos y yo es que yo tengo que medirme los valores de azúcar y tengo que pincharme, pero no por eso soy diferente a ellos", añade convencida Leyre.

Además de la actitud de la joven, el papel de Anadi también jugó un papel importante en el desarrollo de su enfermedad, ya que "la asociación, gracias a sus cursos de formación, sus profesionales y el resto de familias, pudimos aprenderlo todo sobre la diabetes y es lo que nos dio la seguridad de saber que Leyre iba a estar bien e iba a ser una niña más", aseguran su madre y su padre. Y es que, además de en las familias, "la educación en diabetes en los menores es vital porque, cuanto antes aprendan a manejar su enfermedad, más autónomos serán y más seguros se sentirán", explica por su parte Cristina Azagra.

Por todo ello, los Elía-Agós animan a todas las familias cercanas a la diabetes a contactar con Anadi. "Aunque yo nunca me he sentido sola, habrá niños que sí se sientan así, y es un apoyo brutal porque conoces a personas que estan pasando por lo mismo que tú, y nadie te entiende mejor que ellos", concluye Leyre.