esde el inicio de la pandemia, la celebración de acontecimientos como cumpleaños, bautizos o bodas han sido uno de los grandes afectados. Según datos de la Oficina de Enlaces Civiles del Ayuntamiento de Pamplona, en 2020 se oficiaron por lo civil 142 bodas en la capital navarra. Una cifra muy por debajo de las 203 del año anterior, por culpa de las más de un centenar de anulaciones a consecuencia de la covid-19. Este año 2021 ha habido un pequeño repunte en el números de celebraciones, y muchas de estos festejos han sido por parte de parejas que tuvieron que posponer su boda el año pasado. En lo que llevamos de año, casi un centenar de parejas ha conseguido celebrar su tan esperado día.

Entre ellas se encuentran Amaia Arenzana y Nacho Crespo, quienes celebraron su boda ayer en la Sala Lidia Biurrun de La Ciudadela, después de verse obligados a aplazarla en octubre del año pasado. “Intentamos aguantar lo máximo posible, pero nos tocó una ola en pleno brote, por lo que muchos invitados empezaron a decir que no acudirían e incluso mi madre decidió que no venía, así que terminamos por cancelarla”, explicó Arenzana.

Casi un año más tarde, por fin pudieron celebrar su gran día de la manera más completa posible, aun cuando la situación sanitaria no es todo lo calmada que se esperaban. “Pensábamos que para estas fechas ya iba a estar todo mucho mejor”, confesó la novia, “y viendo que el verano pasado en agosto bajaron los contagios, teníamos fé en que íbamos a poder celebrarlo tranquilamente”, expresó.

Una fecha que escogieron entre las que les ofrecía el propio Baluarte, en donde tenían planeado y reservado el banquete. Por otro lado, el restaurante también exigía un mínimo de comensales, les pedían ser como mínimo 80 personas, y aunque entre los presentes había quienes, como Daniela Regoul, aseguraban que “tenia tantas ganas que también hubiera venido el año pasado sin ningún problema”, algunos invitados se han echado para atrás en el último momento “ así que parecía que incluso íbamos a estar justos para llegar al mínimo que pedían”, declaró Leonel Florido, uno de los invitados. La ceremonia fue oficiada por Eva Aranguren, concejala de EH Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona.

Y es que la situación y exigencias de los hoteles y restaurantes son uno de los mayores problema a los que se deben enfrentarse todas aquellas parejas que quieran casarse en estos tiempos de pandemia, por lo que “muchas ceremonias se están posponiendo hasta el año 2022”, aclara Fco Javier Leoz, párroco de la Capilla de San Fermín (iglesia de San Lorenzo), quien está viendo como, un año más, se siguen anulando las reservas. “En 2019 se oficiaron unas 75 bodas, un número que bajó bruscamente en 2020 en donde sólo se hicieron 26. Este año se han celebrado ya unas 50 y tenemos pensado terminar el año con entorno a las 70”, declaró el párroco. Un repunte en unas fechas “no tan habituales”, manifiesta Cesar Magaña, párroco de la iglesia de San Nicolás, tras ver que “ha habido un cierto repunte en las celebraciones, sobre todo de mayo a octubre, cuando algunos de esos meses no eran los habituales, como es el caso de este mes de agosto”, comentó. Tanto Magaña como Leoz ven lo que queda de año con incertidumbre, ya que, en lo que va de año, han tenido que suspender 15 y 25 celebraciones respectivamente.

Lo único que tiene seguro el párroco de San Lorenzo, es que el año que viene estará “totalmente a rebosar”, pues se espera llevar adelante un centenar de bodas. “Y no haremos más porque ya no contamos con sitio material para meter todas las solicitudes, pero por ahora tenemos completos todos los viernes, sábados y festivos”, aseguró Leoz.

CEREMONIA CON MEDIDAS

Treinta personas fueron las que pudieron tomar asiento dentro de la sala Lidia Biurrun en la Ciudadela, contando tanto a los novios así como a la concejala Eva Aranguren quien ofició la misma. Un máximo muy reducido como parte de unas medidas de prevención de la covid-19 que los organizadores se aseguraron de hacer cumplir. Mascarillas, muchas a juego con el atuendo, distancia entre los asientos y hasta un lector de temperatura a la entrada por la puerta.

Una ceremonia reservada que el resto de los invitados tuvieron que esperar en el jardín de la Ciudadela, por lo que les dio tiempo a preparar un aurresku y un pasillo de arcos antes de que saliera la pareja. Las fotos de familia reglamentarias, por su parte, se tuvieron que hacer lejos ya de la sala, pues por esa misma puerta iban a pasar tres parejas más la después de ellos.

El resto de la fiesta se celebró en el Baluarte, con 6 personas como máximo por mesa y un baile sustituido por música chill out en mesas altas. “Es más tranquilo que otras bodas, pero tampoco necesitamos más, lo que buscamos es disfrutar y pasárnoslo bien”, aseguró Amaia Arenzana, quien espera poder volver a celebrarlo, esta vez sin medidas, en el primer aniversario de la misma.

“Es una boda tranquila, pero tampoco necesitamos más, lo que buscamos es disfrutar”

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