Los antiguos viveros de la costa de Isla, en el municipio cántabro de Arnuero, que el siglo pasado servían de criaderos de langosta se han reconvertido este verano en unas originales piscinas naturales de agua salada para el disfrute de bañistas que buscan tranquilidad y seguridad en unas instalaciones integradas con el medio natural."Los niños se lo pasan aquí genial porque cubre poco y pueden jugar sin temor a las corrientes marinas", ha explicado Ainara a Efe, quien pasa unos días de vacaciones familiares en esta localidad puntera del turismo estival en Cantabria.

Carolina y su hija Eztizen, que también proceden del País Vasco, prefieren tomar allí el sol, en vez de bajar a la playa, porque se sienten algo más resguardadas del viento. "Hay que aprovechar uno de los pocos días de este verano que brilla de verdad en el norte", bromea una de ellas mientras desciende por las escalinatas para refrescarse la cara.

No solo los más pequeños o los jóvenes disfrutan del nuevo aliciente turístico, ya que Jon y Mirentxu, dos jubilados con segunda residencia en Isla, aprovechan el sosiego de las primeras horas de la mañana para caminar por sus aguas con la idea de mejorar la circulación de sus piernas.

"Nos percatamos por casualidad de su existencia y ahora se ha convertido en una de las citas obligadas en nuestro día a día", reconocen.

Otra más cauta, como Cristina, que viene de Valladolid y ha ido a pasar la segunda quincena de agosto en Noja, solo se atreve a meter con cuidado los pies al considerar que la temperatura del agua está "algo fría".

Las piscinas, una ubicada en el campo de San Sebastián y la otra en una zona más natural dentro del islote que cierra la playa de El Sable, han sido acondicionadas por el Ministerio para la Transición Ecológica, con una inversión de algo más de 310.000 euros, a petición del municipio.

En la puesta a punto de la primera de ellas, se han manteniendo las antiguas balsas construidas para las langostas aprovechando las paredes que conforman las rocas naturales erosionadas por el mar y se ha completado su perímetro con tramos de muros de mampostería.

Foto: Efe

Además, se ha instalado una pasarela de madera y unas escaleras que facilitan el descenso al recinto y, en relación al entorno, se han ampliado las zonas verdes y de descanso y se ha levantado un pequeño anfiteatro desde el que se observa el vivero y todo el arenal de la zona.

Los vasos se renuevan con las pleamares del Cantábrico que cada jornada engullen la instalación, si bien se han dispuesto unas bombas que permiten mantener el agua durante los ciclos contrarios.

Algunos de los usuarios desconocen que antaño fueron cetarias seminaturales para la conservación y el consumo del marisco que, posteriormente, quedaron en desuso.

Y es que, la pesca de la langosta fue una práctica habitual y reconocida en estos lares. De hecho, en 1906 el Ministerio de Hacienda habilitó al barrio de Quejo de Isla como punto de embarque de langosta en régimen de exportación.

Ahora son los veraneantes quienes se zambullen en unas aguas que en el pasado pertenecieron a uno de los crustáceos más apreciados en el norte y que son una especialidad culinaria en Arnuero.