l reto de tener una vida independiente con una discapacidad intelectual supuso un cambio muy importante para Ignacio Solla. Este vecino de Sangüesa, de 47 años, vive desde 2018 en un piso tutelado junto a 12 personas más con diversidad funcional y una trabajadora social. Anteriormente residía junto a sus padres en Beriáin. "Es verdad que antes podía ir más a mi aire, pero aquí convivimos más personas. Esto tiene sus cosas buenas y malas, la dinámica es distinta. Tenemos unos horarios, unas normas de convivencia que debemos seguir, pero se está muy bien", señala. El problema más visible que Solla percibe es la poca presencia de transporte público que "nos limita mucho a la hora de movernos, no hay muchos horarios de autobuses por lo que en ese sentido me siento incomunicado", destaca. Cuando vivía en Beriáin sentía una mayor flexibilidad para desplazarse por la zona.

En la vida de Ignacio Solla destaca la necesidad por ayudar a los demás. Él se considera una persona solidaria. "Colaboro con muchas asociaciones, desde Anfas, a Caritas o Médicos del Mundo, porque me sale hacerlo", expresa. "Se puede decir que la solidaridad se lleva en la sangre, es algo que se siente y no lo puedes forzar", remarca. Mucha gente no entiende por qué este vecino de Sangüesa ayude o colabore con tantas entidades, "me dicen que bastante tengo con lo mío. Tener discapacidad no me puede limitar a la hora de querer ayudar a los demás", exclama. "Se nos estigmatiza como discapacitados, pobrecitos, incapaces de hacer nada por nosotros mismos y se equivocan. Tenemos mucho que aportar a esta sociedad", remarca.

Solla tampoco se considera un persona con grandes recursos económicos, pero "mientras pueda hacerlo, lo haré". Tiene la teoría de que "aquello que das es lo que recibes, es ley de vida", y no piensa dejar de hacerlo. Una de sus grandes pasiones es la fotografía, que suele combinar con su labor solidaria. Su afición por ayudar a aquellos que más lo necesitan supone un aliciente en su vida. "Hay personas que tiene otras pasatiempos, como hacer deporte, cantar o bailar, a mí me gusta ayudar y eso me hace sentirme realizado como persona y me motiva colaborar cada día más".

Cuando Solla empezó a buscar trabajo en plena década de los 90, la discriminación a las personas con discapacidad era muy alta. "Decías que querías trabajar y nadie te tomaba en serio, pensaban que lo decías a broma", lamenta Solla. "Nadie veía a una persona con diversidad intelectual o física realizar un trabajo, aunque fuese el más sencillo del mundo", destaca. Reconoce que no somos conscientes de todo lo que hemos avanzado y lo que nos queda todavía por caminar para que a las personas con capacidades distintas se les reconozca sus derechos. "En un taller en el que estuve antes de venir a Sangüesa no había nada de respeto hacia este colectivo", señala. Las personas con discapacidad merecen sus derechos y deben "tener un jornal digno" como el resto de trabajadores.

"Tener distintas capacidades no debe determinar aquello a dónde podemos llegar, siempre se puede un poco más", recalca. La sociedad va cambiando y los avances, aunque puedan parecer pequeños, son pasos de gigante para personas como Solla que llevan ya un largo recorrido. "Por suerte la sociedad, poco a poco, camina a nuestro lado y se levanta ante las injusticias", señala. Achaca la desconfianza de las empresas a la hora de contar con personas con discapacidad y los tacha de "ignorantes, insensibles y poco tolerantes". "Si queremos una sociedad mejor, debemos empezar por entender la diversidad de las personas que nos rodean, Todos tenemos defectos, se nos da mejor una cosa u otra, pero no por eso somos menos capaces de realizar una tarea. Nos puede costar más o menos, pero muchas veces con constancia y un buen respaldo de motivación se puede llegar a hacer grandes cosas", expresa. No quiere que su opinión quede como un mensaje "excesivamente positivo", pero sí que "se reconozca que somos personas igual que ellos, que sentimos y nos duele cuando nos tratan como si fuésemos inútiles y que valemos menos que el resto", enfatiza Solla sobre el colectivo.

Navarra cuenta con varias entidades que trabajan cada día por el bienestar de las personas con discapacidad, como es el caso de Aspace, Anfas o Isterria. Para Solla ser miembro de varias asociaciones como Anfas supone "un respaldo y ayuda a la autonomía". Es socio de varias asociaciones, colabora tanto económicamente como voluntario en las tareas que se le indican. "Este tipo de cosas me ha llevado a tener hasta alguna discusión con mi madre porque no paro quieto y siempre tengo que estar en mil cosas", explica. A su vez muestra su agradecimiento a las asociaciones de la mejor manera que sabe, "ayudando en todo lo que puedo", señala. El próximo 7 de noviembre Ignacio Solla organiza una exposición junto a Anfas con fotos realizadas por él de la Merindad de Sangüesa para recaudar dinero para la entidad. "Ellos consiguen fondos y yo que mis fotografías sean expuestas y la sensación de haber puesto mi granito de arena", aclara. Además de dicha exposición, le gustaría organizar un "conciertillo" para recaudar dinero para varias asociaciones. "Todavía nos queda hablarlo con el ayuntamiento para poder organizarlo debidamente y con las medidas necesarias por la pandemia, pero esperamos que su respuesta sea favorable y que podamos seguir organizando actividades solidarias", concluye.