e había perdonado golpes de todos los colores, insultos frecuentes, amenazas de futuro, la había dejado hecha "un trapo, una birria", hacía décadas que Luz sabía que su marido "no era trigo limpio", llevaban casados 43 años, tiempo bastante había tenido para conocer la maldad en todas sus vertientes. Pero aquel día, en 2017, ingresada en una habitación de un hospital gallego, donde debía reparar una hernia de lo más dolorosa que se causó al tratar de evitar la caída en el baño de su cuñada, precisamente la hermana de su marido, enferma de Alzheimer avanzado, desde entonces Luz se prometió que no iba a pasar ni una más.

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una llamada demoledora El saco de su vida se parecía desde hace tiempo al de un boxeador. Lo había aguantado todo, había hecho de tripas corazón, pero estalló. Luz, que tiene 70 años, se llama así en este reportaje porque siempre le gustó el nombre y, permítanme, a estas alturas, vamos a hacer lo que a ella le plazca. Así que Luz, allí postrada en la cama del hospital, recibió una llamada de teléfono de la cuidadora que había metido en casa para ayudarle con su cuñada. Al otro lado, la tragedia resumida en una frase: "Tu marido ha intentado violarme". "Entonces no se todo lo que se me pudo pasar por la cabeza. Fue muy duro, la gota que colmó el vaso. Yo no quería volver a aquella casa. Me eché a llorar. Lloré mucho, estaba medio muerta, pensé en quitarme la vida y al final me dije que había que ponerle fin como fuera. Y me vine con uno de mis hijos a Pamplona, donde vivía desde hace años".

Nada más llegar a Navarra, por medio de una amiga de su hijo, y con un estado de ánimo por los suelos, visitó el gabinete psicológico y forense Psimae, donde atienden a víctimas de violencia de género y sexual. Juana Azcárate, la psicóloga que le atiende desde entonces, recuerda aquel primer encuentro: "Me encontré una mujer muy mayor, aparentaba 20 años más que los que tenía, con unos niveles de ansiedad altísimos. Se bloqueaba, no podía hablar, solo podíamos conversar de cosas banales, de la lluvia, del tiempo. Tardamos mucho en conocernos, ella estaba muy mal", revela Azcárate, que se felicita de tener ahora enfrente a una mujer empoderada, feliz, risueña, dialogante, aun con miedo sí, pero con una fortaleza inaudita que pese a relatar ese drama de vida no se le oye ni crujir lamento.

INCLUSO EL DÍA DE LA BODA "Ojalá le hubiera dejado al primer golpe. Entonces debí romper. Sucedió cuando éramos novios, con 20 años. Me levantó de las orejas y me las rasgó. Le dije que no quería volver a verle. Éramos de aldeas cercanas, en Galicia y decidí irme a trabajar a Suiza. Mi padre, para eso, fue un gran padre. Me dijo que lo hiciera, que me firmaba lo que necesitaba, y que buscara algo mejor. Trabajé en una fábrica de chocolates. Pero, al regresar a casa en unas vacaciones, me equivoqué volví con él. Y nos casamos. Ya sabes, eran otros tiempos. Pero no solo le perdoné de novios. Le perdoné incluso el día de la boda. Fue una mañana que había llovido mucho y yo me caí, todo larga, en un charco. Lejos de echarme mano y auparme, dijo: Levántate que no estoy aquí para levantarte".

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Casados, marcharon juntos a Suiza donde vivieron una década. Luz tenía un trabajo estable y él obtuvo un permiso temporal que iba renovando. El matrimonio funcionaba por la inercia propia de los tiempos y las necesidades. Tuvieron tres hijos allí. Embarazada del tercero sin saberlo, Luz viaja a Galicia para visitar a su familia. Él se queda en Berna. Al agruparse de nuevo, a Luz no le viene la regla. "Busca quien te lo hizo porque yo no fui", le recibió su marido. En el hogar algo le olía raro a Luz, que presume que en su ausencia otra mujer había entrado en su casa. "Me pasé nueve meses llorando".

Una vez nacido el tercer niño, realizan el viaje de regreso. Quizás la morriña o las expectativas. Montan una explotación porcina en casa, Llegan a tener más de 800 animales,. "Pensaba que igual al estar en casa todo iba a mejor. Pero fue al revés, Todo lo contrario. No era solo que tenía que encargarme de los tres niños, también hacía de granjera, de veterinaria...Mientras, él solo se dedicaba a repartir los animales y a veces trabajaba con su hermano en una cantera. Así que había veces que me quedaba sola con la casa, la familia, el trabajo...". Ese picar piedra durante años fue a la larga un flotador para Luz, que siempre pudo mantener su independencia económica.

En la explotación necesitaban manos y por allí pasó gente variadaque necesitaba trabajar. La primera chica, en 1985, tuvo una relación con el marido de Luz. Se los encontró en la cama. "Ahora es fácil de hablarlo, pero qué hacía yo entonces, con tres niños pequeños, una granja de cerdos, en un sitio aislado, en una época en la que no existía el divorcio. A los años vino otra chica para trabajar y pasó tres cuartos de lo mismo. También tuvimos a una sobrina en los años 90 ayudándonos y al tiempo, cuando ella era ya madre y sabía de los problemas, me contó que en una ocasión había intentado violarla. Atacar a aguien de su propia sangre, no se qué hombre puede hacer eso".

la tiró por las escaleras Luz sacaba fuerzas de donde fuera para salir adelante. Tiene unas manos de haber cargado tajo que podrían ser de pelotari. "En una ocasión, cuando ya no había nadie para ayudar, empezó a ejercer violencia sexual sobre mí. Yo me rebelaba, me daba asco. Estremecía cada vez que me tocaba. Y llegó una ocasión en la que me tiró por las escaleras de casa. Me había agarrado al quicio de la puerta para no caer y me metió tal empujón que desmonté la puerta y me tiró. Me quedé desmayada, me oriné encima y acudí a Urgencias. Él siguió allí de pie, contemplando, diciendo que no había pasado nada. Fue la primera vez que tuvimos un asunto judicial. En el hospital, al contar lo que había pasado, me dijeron que ellos tenían que denunciarlo. Y así lo hicieron. Pero no ratifiqué la denuncia. Mi hijo mayor se casaba en dos meses y no quise".

Por si no faltaran las zancadillas, Luz sufrió en 2011 un cáncer de mama, con 37 sesiones de quimioterapia. No dejó de trabajar. Pero seguía siendo forzada. "Yo era un estropajo y él no paraba. Solo quería verle fuera de mi vida, pero había aguantado tanto desde hacía tantos años que nunca llegaba el momento". Hasta que Luz recibió aquella llamada en el hospital que la mató en vida. O la revivió a futuro. Llegó a Pamplona, se puso en manos de la terapia, se atrevió a denunciar en 2018 y en junio de este año le archivaron en un juzgado gallego el procedimiento. Al menos lleva dos años divorciada, sin hacer todavía la liquidación de bienes. Y quiere, pronto, regresar con su familia. Pasar los días con su madre de 94 años. Verse rodeada de los suyos, de sus hermanas, y aprovechar los terrenos que esos brazos cultivaron. Todo llegará. Aquel hombre pasó a la historia. El drama fue que durara tanto. "No hay que pensar que van a mejorar. No hay que pasar ni un golpe, ni de novios". Lo dice Luz, al atardecer de un viernes, en el que resume 50 años de golpes en dos horas.

"Cuando te pega la 1ª vez, no hay que pensar que mejorará. No van a cambiar. Quien lo hace de novio..."

Víctima de malos tratos desde los 20 años