Pedro Gullón Tosio (Madrid, 1988) ha sido una de las figuras a las que el Gobierno de Navarra ha recurrido para valorar y analizar la situación pandémica en la Comunidad Foral a lo largo de estos meses. Este joven epidemiólogo ocupa la figura de profesor ayudante doctor en la Universidad de Alcalá en el campo de las desigualdades sociales y la salud, pero no ha dudado en prestar ayuda a Navarra "desde una mirada externa" cuando se le ha requerido.

Gullón es coautor del libro Epidemiocracia y su nombre es asiduo en diversos medios de comunicación, ahora tratando temas de coronavirus. Define esta pandemia como una escala de grises y dice encontrarnos en el medio. "Ni esto se va a acabar con ómicron, ni estamos como en la primera ola y hay que confinarse", defiende Gullón, que explica que nos encontramos en un momento de transición, de cambio en el sistema de vigilancia de la covid-19 que puede acercarnos un poco más a tratar a esta enfermedad como a otros virus respiratorios. No obstante, en ese camino habrá que superar una sexta ola de la que no se sabe si ha llegado a su pico y que todavía le queda por dejar el impacto en los hospitales de las altas incidencias de la Navidad.

¿Cómo calificaría la situación actual con respecto a la pandemia?

-Estamos en un momento con una transmisión muy alta, pero con un impacto hospitalario que, por ahora, se parece al de otras temporadas pasadas de gripe, aunque todavía no ha llegado a los hospitales el impacto de las altas incidencias de las últimas semanas. En cualquier caso, el impacto está siendo menor al de otras olas debido al efecto de la vacuna.

Navarra es con diferencia la comunidad con mayor incidencia del Estado. También lo fue en anteriores olas, ¿qué explicación hay a eso?

-Es tremendamente complicado dar una explicación concreta. Podemos argumentar dos razones: Navarra tiene una capacidad diagnóstica altísima, se ve claramente en que es la de mayor incidencia, pero luego en ocupación hospitalaria no está de las primeras, está por debajo de la media; luego habría que ver las condiciones sociales y económicas de cada territorio, la capacidad para el teletrabajo, la dependencia del sector de la hostelería y el turismo también puede influir en la tranmismision de un virus respiratorio, etc. Más que diferencias entre personas, son los territorios los que tienen unas condiciones de actividad diferentes que aumentan la transmisión. También el clima más frío puede ser un factor.

En esta sexta ola la gente tiene ya un nivel de hartazgo tremendo, ¿hay algo positivo a lo que aferrarse?

-En efecto hay un hartazgo enorme, pero en lugar de dar certezas -como están haciendo algunos- de que con ómicron la pandemia se acaba seguro, deberíamos dar las certezas que podamos asegurar. Es decir, que las instituciones digan: "nos vamos a adaptar a las circunstancias". Las instituciones tienen que estar para el cuidado de las personas. En lugar de decir que vamos a acabar con la pandemia, hay que decir que vamos a estar ahí, que vamos a vigilar y vamos a cuidar a las personas. Esa debe ser la primera certeza. La segunda es pensar que, aunque esto puede ser muy desesperante, en la sexta ola el impacto hospitalario no tiene porque ser como en otras olas, aunque se haya superado ya a algunas de ellas. Pero ahora estamos mejor que antes. Imagina qué podría haber pasado sin la vacunación con estas incidencias. Estamos en un nivel de transmisión seguramente mayor que en la primera ola. Sin vacuna estaríamos peor que entonces. Hay que ver la progresión y es verdad que volver a estos niveles cansa, pero también la situación ha ido mejorando. Las restricciones, los niveles de riesgo y el conocimiento del virus no son iguales, estamos mejor.

Estamos mejor pero la gente se pregunta cuándo vamos a ver al coronavirus como a una enfermedad más, como a una gripe...

-Estamos en esa tendencia, hacia una enfermedad endémica. Pero endémica no significa más leve, simplemente significa que está con nosotros. Esta transición también dependerá de cómo vigilemos la covid-19, si llega un momento en el que dejamos de contar cada caso y nos fijamos más en qué momento de la curva estamos. Cuando se llegue a ese momento pasaremos a un nuevo escenario en el que no veremos esos números que también asustan mucho y bajará mediáticamente el interés por el covid. A partir de ahí podremos hablar de una transición mental hacia la endemicidad, pero no sé cuándo ocurrirá. Pero sí que vamos avanzando hacia una enfermedad más leve. Iremos viendo. Pero ahora mismo es muy aventurado decir que ya vamos a pasar página, igual que decir que estamos como en la primera ola y hay que confinarse. Hay una escala de grises en medio en la que nos encontramos.

Además, ahora va a perder mucho peso el dato diario, porque ya no va a ser tan real al rastrear solo a sintomáticos y vulnerables...

-Esta transición está cayendo por su propio peso. Estas decisiones se tomarán a futuro, pero algunas de ellas ya se están tomando por desbordamiento, como el cambio del rastreo en Navarra. No se puede tener la incidencia como indicador único. Seguramente tengamos un descenso notable de incidencia en los próximos días y habrá que ver si es un descenso real o por desbordamiento. Luego, con una incidencia tan alta hay mucha gente aislada, y son sobre todo personas con mucha exposición, como los sanitarios. La capacidad del propio sistema es menor porque tienes mucha gente de baja. Hay servicios en cuadro.

Ahora los aislamientos se han reducido a 7 días, ¿qué le parece?

-En general es una medida destinada a eso, a que trabajadores esenciales no pierdan muchos días. Es verdad que es una decisión que se ha calificado de poco científica, pero la de 10 tampoco era extremadamente científica. Tomamos consensos en base a un continuo. Cuando tienes síntomas y covid, tienes un periodo donde contagias más: dos días antes de los síntomas, el día en que aparecen y tres o cuatro días después. Después, el contagio baja progresivamente. Entonces al reducir los días puede que se escape alguna persona que aún contagia, pero por contra puede haber más sanitarios trabajando y eso también significa control de la pandemia.

Comentaba al principio de la entrevista que todavía queda el impacto en los hospitales de los casos de estas semanas, ¿serán necesarias medidas más duras si aumenta más la presión?

-A lo mejor sí, nunca hay que descartarlo. Pero estamos en un momento diferente, estamos en una transición. En Navarra ya hay actividad cerrada a cierta hora de la noche y en algún momento, si empeora la situación, puede que se cierren interiores, se cancelen grandes eventos, etc. Pero hay que intentar no solo implantar restricciones, sino crear espacios más seguros, no tanto pasaporte covid sino niveles de ventilación adecuados.

Y además de la situación de los hospitales, está la Atención Primaria, que está en una situación crítica...

-La situación es muy crítica, sí, y esto se puede dirimir de dos formas: disminuyendo la transmisión con restricciones o haciendo que los centros de salud dejen de hacer algunas actividades o que cambien los protocolos. En mitad de una ola no se puede hacer esta reflexión, pero cuando tengamos un valle tenemos que reflexionar sobre cómo queremos vigilar en el futuro la covid-19. ¿Vamos a querer seguir vigilando todos los casos y contactos, etc.? ¿o vamos a querer saber cómo es la situación epidemiológica para ver si tomamos una medida no farmacológica? Es una reflexión interna de la salud pública, reflexionar si hay que dejar de diagnosticar tanto y pasar a hacer como con la gripe, con médicos centinela para saber cómo es la situación epidemiológica, cuando sube una ola y si tenemos que tomar medidas o no.

Cambiando de tema, hoy se debate la vuelta al cole, ¿qué opina de la presencialidad? ¿Puede suponer un retraso en la vacunación infantil por los contagios?

-Logísticamente es uno de los problemas de la vuelta a las aulas, que la vacunación infantil sea un poco más torpe. Pero lo que no podemos pensar es que tenemos que tomar medidas extraordinarias en los niños cuando los adultos podemos hacer vida normal, es implanteable, sería volver a poner la carga en los niños.

¿Cree que los profesores ya deberían estar vacunados?

-Las terceras dosis se están poniendo en función de la vulnerabilidad para desarrollar enfermedad grave. Visto que la vacuna tiene efecto en prevenir casos graves y no tanto en la transmisión es lógico que se priorice a personas vulnerables. Una vez que acabemos con el grupo de 60-69 años, lo lógico es que se empiece por trabajadores con alta exposición y ahí pueden entrar los profesores.

Usted se ha posicionado a través de su cuenta de Twitter en contra de las mascarillas en exteriores y del pasaporte covid, ¿por qué?

-Porque son un maquillaje, ha habido diferentes momentos de la pandemia en los que se han implantado medidas para dar mucha visibilidad más que para cortar la transmisión. Detrás de las mascarillas en exteriores está el transmitir peligro, pero tiene muy poco sentido epidemiológico. Además, puede generar hartazgo porque se vuelve a medidas del pasado. Por su parte, el pasaporte covid se pude implantar con dos objetivos: que la gente se vacune, que tuvo efecto unos días y ya, y para cortar la transmisión. Pero para esto último, viendo como está la incidencia con ómicron, es muy difícil sostener que estando vacunado puedas hacer actividades con normalidad.

Usted ha abogado alguna vez por medidas como ampliar el teletrabajo o descongestionar la Atención Primaria en este momento, ¿cómo lo concretaría?

-El virus no ha cambiado, pero sí han cambiado las condiciones en las que estamos: transmisiones altas sin que generen el impacto de antes; por lo tanto, las medidas tienen que ser diferentes. Esto no significa no hacer nada, sino tomar medidas que puedan tener impacto en la transmisión, pero con mínimos efectos secundarios. Una de ellas puede ser extender más el teletrabajo, aunque tiene un sesgo de clase porque solo afecta a quienes pueden teletrabajar. Por otra parte, hay que tratar de descongestionar el sistema sanitario, especialmente la Atención Primaria. Esto se puede conseguir con una transformación del sistema de vigilancia a algo menos intensivo, con un rastreo más centralizado en personas con síntomas o vulnerables. En Navarra ya se está en ello porque el sistema se ha saturado. También convendría agilizar el trabajo de los profesionales de la salud y se debería estudiar que alguien pueda autogestionarse una baja, que es algo que se está probando en Reino Unido. Porque sino al final todo se satura, si no hacemos test en Atención Primaria pero resulta que al que da positivo en autotest de farmacia tiene que gestionarle la baja un médico no estamos descongestionando nada.

Estos días se habla mucho también de los autotest de farmacia, que con el desabastecimiento se han disparado sus precios y algunos países los han intervenido, ¿qué le parece esta medida?

-Ante cualquier recurso sanitario que tenga una capacidad limitada para comerciarlizarse tenemos que decidir los criterios por los cuales vamos a distribuirlo. Me gusta fijarme en cómo hemos abordado diferentes cosas en la pandemia en este sentido. Con las vacunas, dentro del Estado hemos decidido, claramente los criterios y hemos dejado al mercado totalmente fuera de ellas. Sin embargo, a nivel global las vacunas se han repartido exclusivamente con criterios de mercado, entre los países que han tenido capacidad para comprarlas. Con las prubas PCR y los antígenos en España también se ha dado prioridad primero a las personas con síntomas y luego a los contactos, con un criterio claro también alejado del mercado. Sin embargo, llegan los autotest y lo dejamos todo en manos del mercado, sin limitación de precio y sin que las farmacias puedan distribuirlo priorizando personas con síntomas o que hayan sido contactos. Solo con criterios de mercados y esto es un error. No es solo cuestión de limitar el precio sino de distribuirlos a quienes tienen síntomas o son contactos de positivos. No puede ser que una persona vaya y compre 10 test porque le apetece tenerlos por si acaso. Obviamente limitando precios también se puede controlar porque a lo que no llega el sistema no puedes dejarlo a la capacidad económica de las personas.

¿Son efectivos estos test para controlar la pandemia?

-Por sí solos no. Si están integrados en una estrategia de vigilancia global para llegar a todos los casos, agilizar las bajas, etc., sí. Pero cuando una herramienta se pone al servicio del mercado, puede no ayudar y crear cierto desorden y desconcierto en el control de la pandemia.

Hay diferencia entre unos test y otros, ¿no?

-Está habiendo bastantes complicaciones. En España no se han comercializado pero en otros países se han distribuido test que no detectaban la variante ómicron. También hay un problema con su regulación a nivel europeo, hay claroscuros. La diferencia está en si están integrados en una estrategia o si es una herramienta que ha salido para externalizar y dar sensación de control individual y de autocuidado. Que es uno de los peligros a futuro: el abandono institucional y que cada uno se gestione la pandemia como pueda.