La población joven, que ha sufrido dos importantes crisis económicas en apenas 14 años, continúa siendo uno de los sectores de población que más sufre las consecuencias de la recesión. Una persona que en pleno 2008 se quería incorporar al mercado laboral con 16 años, o que por aquel entonces cumplía la mayoría de edad, ahora posiblemente haya vivido un nuevo revés en plena entrada a la vida adulta. Y los datos así lo recogen.

En concreto, según los resultados del informe FOESSA, en el pasado año 650.000 nuevas personas entre 16 y 34 años se sumaron a una situación de exclusión, la mayoría en exclusión severa. En total, en el Estado hay 2,7 millones de jóvenes en situación de exclusión, lo que según advierten “les impide realizar proyectos para transitar hacia la vida adulta”. Para hacerse una idea de la magnitud de las cifras, es un aumento de 500 mil personas jóvenes con respecto a 2018, y la tasa de exclusión de la población menor de 30 años es algo más de tres veces superior a la de mayores de 65 años. En los casos severos, la diferencia se llega a multiplicar por cinco.

Asimismo, la población inmigrante también ha sido una de las más perjudicadas, en una tendencia ya habitual. En el Estado, la mitad de los hogares con extranjeros están en situación de exclusión social en 2021, una cifra tres veces mayor que en los hogares españoles.

Además, también han sufrido una tasa de incidencia de covid-19 mayor. En Navarra, barrios con alta tasa de pobreza como la Rochapea (7.624 positivos desde el inicio de la pandemia, la mayor cifra por zonas); el área básica de Tudela Este (6.177, en tercera posición); o el barrio de La Milagrosa, en la capital (4.398, décimo puesto) han sufrido más contagios que otros cuya renta es mayor, en gran parte por unas peores condiciones de vida que perjudican las medidas sanitarias, como más hacinamiento, viviendas peor ventiladas así como menos recursos para adoptar medidas preventivas.