Mira con nostalgia el balcón del Ayuntamiento de Pamplona en el que tantas veces se asomó para celebrar con sus compañeros los títulos con el Portland San Antonio. Y sonríe al pasear por las calles del Casco Viejo pamplonés, mientras repite una y otra vez: “¡Qué recuerdos!”. Ambros Martín ha vuelto a Navarra, al menos temporalmente, y lo ha hecho convertido en seleccionador absoluto del equipo femenino, de las Guerreras. El técnico canario, de 55 años, ha participado este lunes y este martes en unas jornadas formativas en Larrabide y en el CEIMD, donde ha dirigido entrenamientos y ofrecido charlas, dentro de un programa de visitas a las Federaciones Territoriales. Un regreso que le ha permitido reencontrarse con excompañeros del Portland San Antonio, donde jugó durante seis años, hasta 2003, y con cuya camiseta ganó todos sus títulos como jugador, desde la Champions a la Liga Asobal, pasando por Copas del Rey y las Supercopas; y rememorar también su etapa como entrenador en aquel glorioso Itxako de Estella-Lizarra, donde dirigió a las mejores jugadoras del mundo de 2004 a 2012. En ambos proyectos navarros participó Ambros antes de encaminar su carrera hacia países como Hungría o Rumanía, donde su buen hacer –ganó cuatro Champions femeninas con el Györi– le llevó a ser considerado como el mejor entrenador del mundo

Después de mucho tiempo vuelve a pisar Pamplona y su Casco Viejo.

Es como si nunca me hubiese ido. Regresar ahora, después de tantos años, me trae unos recuerdos increíbles. Además, no lo hago con la visión del que vive aquí, tiene esto todos los días y quizás no lo sabe apreciar, sino con la ilusión del que ha vivido en Pamplona y guarda unos recuerdos imborrables. El estar aquí ahora en la Plaza del Castillo y caminar por la parte vieja me hace sentir muy bien.

¿Qué recuerdos le vienen a la mente?

Ahora veo la tranquilidad de pasear en una zona muy agradable y poder disfrutar de todo lo que tiene: los bares, las fachadas, los balcones... Y me acuerdo de las celebraciones. No sólo de los Sanfermines, sino también las de la Plaza del Ayuntamiento, donde vivimos cosas muy importantes y las compartimos con toda Pamplona, con toda Navarra. Son recuerdos imborrables, como decía.

Todos los títulos que consiguió como jugador, además, fueron con la camiseta del Portland San Antonio.

Sí. Cuando me vine de Canarias a Pamplona no imaginaba que iba a alcanzar todo eso y llegar además hasta donde llegamos. Pero sucedió.

¿Aquí en Navarra vivió sus mejores años? ¿Los más felices como jugador?

Sí, como jugador y como entrenador. Era lo que pretendía en mi vida. En Pamplona logramos títulos inimaginables y en Estella, en el Itxako, pude vivirlo como entrenador. Fueron años gloriosos. Cuando estás en la alta competición lo que deseas es jugar en un equipo ganador o hacer un equipo ganador. Y eso pasó.

En esta visita ya ha podido reunirse con algunos excompañeros. ¿Mantiene contacto con ellos?

No es un contacto continuo, pero sí de vez en cuando. Debo decir que yo, en ese sentido, soy bastante desastroso. Pero es verdad que cuando nos encontramos, me da la sensación de que el tiempo no ha pasado entre nosotros. Ayer (por el lunes) pude estar con ellos y empezamos a recordar batallas de aquellos años que siempre son las mismas, no cambian. El significado de esas anécdotas es muy grande. Son recuerdos que los llevamos muy adentro y los compartimos. Y casi siempre estamos los mismos: Alvarito Jáuregui, Oleg Kisselev, Iñaki Elizondo, Patxi Lezáun, Cacho Cariñena, el Lechero, el fisio Dani Capitán... Pude estar con ellos y fue una sorpresa muy agradable. Estuvimos recordando viejos tiempos y compartiéndolos con los jóvenes entrenadores.

¿Y cómo los vio?

Pues bueno... (se ríe). Todos hemos crecido, en todos los aspectos. Lo más importante es que estaban, que eso ya es mucho, y además bien. Compartimos momentos y pude ver que muchos de ellos siguen vinculados con el balonmano. De este deporte hemos hecho nuestra vida.

Ha dicho que rememoraron batallas. ¿Hay alguna que recuerde especialmente y que se pueda contar?

Evidentemente hay algunas que tienen que ver con las celebraciones de los títulos y cuestiones así, pero no se pueden contar (se ríe). Muchas otras están relacionadas con compañeros que han marcado momentos importantes para nosotros y siempre que salimos, las recordamos. Pero mejor se quedan entre nosotros para volver a contarlas.

Se fue en 2003 de Pamplona como jugador y regresa más de dos décadas después como seleccionador absoluto del equipo femenino. ¿En algún momento imaginó llegar a estas cotas?

No, en aquel entonces no tenía ni siquiera pensado llegar a ser entrenador de balonmano femenino. Es más, lo desconocía. Me sonaba el nombre de alguna jugadora, ya que con el Portland nos invitaron a partidos en Estella. Por ahí estaba Andrea Barnó y la conocimos. Pero no tenía mucha idea, ni siquiera en cuanto al equipo nacional. Cuando me llegó la oportunidad desde Estella en un principio dudé porque no conocía el balonmano femenino. Pero era la ocasión de volver a Navarra, porque después de irme del San Antonio tuve mi primera experiencia como entrenador en Oviedo y no fue nada bien. Decidí involucrarme en aquel proyecto y hasta ahora, que regreso como seleccionador del equipo nacional femenino después de haber dado la vuelta al mundo. Volver a casa siempre es muy agradable, y lo hago en el momento apropiado además, en el que siento. De la misma forma en la que sentí que debía irme de Canarias en su día para venir a Pamplona y la suerte o el destino me trajeron hasta aquí. Ahora estoy en otra vertiente, la de seleccionador nacional. Con menos trabajo en el día a día. Eso es algo que añoro e incluso me limita. Pero creo que hay un trabajo importante que hacer en todos los niveles, no sólo con el equipo absoluto con respecto a los Juegos Olímpicos, sino también con la base. Ese es el motivo fundamental por el que he venido esta vez a Navarra.

El técnico canario, en la valla ubicada en la Plaza del Ayuntamiento. Iban Aguinaga

Ha formado parte de dos equipos que han marcado un antes y un después en el balonmano. Ya le he preguntado por sus recuerdos con el Portland. ¿Cuáles guarda del Itxako?

Mi etapa en Estella fue muy similar a la de Pamplona. El San Antonio era un equipo que llevaba tiempo en la categoría, pero siempre hacia mitad de la tabla, como puede ser Anaitasuna en estos momentos. De repente saltó, vinieron jugadores de alto nivel e hicieron que el equipo subiese mucho en rendimiento y resultados. En Estella fue parecido. No era un equipo con tanto recorrido, acababa de ascender recientemente, pero la inercia del San Antonio en masculino propició que la vertiente femenina del balonmano navarro tuviera en otra localidad cierto arraigo y cierta ayuda por parte de todos. En cuestión de pocos años conseguimos que ese equipo que acababa de empezar se convirtiera en referente a nivel nacional e internacional, ya que llegamos a varias finales. Fue un proyecto nuestro, muy sentido. Era un grupo muy unido: las jugadoras, la directiva que estaba, los técnicos... A eso contribuía también el hecho de vivir en un sitio pequeño como Estella. Todas las jugadoras que venían, fuesen de donde fuesen, se sentían parte del club. Era un sentimiento especial y allí las jugadoras hacían mucho para que fuese así. No era llegar, entrenar e irse. Más bien llegabas, estabas, compartías, entrenabas y luego te quedabas a hablar. Y eso lo hacían mucho las jugadoras, las capitanas. Había un sentimiento de equipo muy grande y eso nos permitió, con los años, llegar a lo más alto. La pena es que no pudimos ganar la Champions en aquel momento (se refiere a la final disputada en 2011 ante el Larvik noruego, cuyo partido de vuelta fue en Pamplona).

Estuvo muy cerca...

A un gol me parece.

Tiene la espinita clavada.

Sí. Lo que se vivió en Anaitasuna en aquella final fue algo espectacular, también inimaginable para nosotras. Pero creo que el hecho de no jugar en nuestra pista pudo también influir, aunque no sé hasta qué punto. El ambiente, si bien fue favorable, nos sobrepasó de algún modo. No éramos conscientes de la magnitud de lo que nos estábamos jugando. Nos costó muchísimo entrar en el partido y, cuando quisimos reaccionar a base de corazón, fue un poco tarde.

Es una pena también que los dos proyectos terminasen de la forma en la que lo hicieron.

Sí. El Itxako no finalizó porque los que estábamos allí quisiéramos, sino por circunstancias totalmente ajenas a quienes conformábamos el equipo e incluso a los aficionados. Es cierto que eso me dio la oportunidad, aunque no deseada, de marcharme al extranjero. Y el destino me tenía guardada una recompensa: pude seguir disputando finales y, además, ganarlas.

Una selección con señas de identidad

En breve cumplirá un año al frente de un equipo que está en pleno cambio. ¿Qué tipo de selección quiere construir?

Lo que no me gustan son las urgencias. La obligación de ganar o de llegar a algún sitio. Nunca entrené de esa manera. Creía y sigo creyendo que si hay un buen proyecto por delante y tienes medios, en cuanto a jugadoras de nivel y la posibilidad de estar con ellas para entrenar, los objetivos se pueden alcanzar. Una de las razones por las que acepté el equipo nacional, en un año olímpico, era por la posibilidad de ir a unos Juegos, algo que a mí también me apetece porque no he estado en ninguno. Pero no sólo es eso. No me gustaría que fuese una obligación, una necesidad o una urgencia. Porque luego, ¿qué? Me gustaría que no haya urgencia ni en cuanto a tiempo ni en cuanto a plazos en el trabajo que estamos haciendo. De algún modo, quiero construir lo que se hizo en el Itxako. Me gustaría crear una base sólida, importante, con independencia de quién esté tanto en el cargo como en la plantilla de jugadoras. Construir un estilo de juego, una fuerza y una identidad que se vea claramente cuando compitamos. Que se diga: aquí está España.

Crear una señas de identidad y que el equipo sea reconocible.

Exactamente. Crear un estilo que te posibilite competir y ganar a cualquier rival.

Entre las jugadoras con las que parece contar está la navarra Lysa Tchaptchet, también ha convocado a su hermana Lyndie y citó incluso a Olaia Luzuriaga, del Beti Onak. ¿Cómo ve el trabajo que se está realizando aquí?

En Navarra se está trabajando fenomenalmente en cuanto a balonmano, en todas las edades y en categoría masculina y femenina. Eso hace que jugadoras como Lysa o Lyndie, e incluso anteriormente otras como Nerea (Pena), Naiara (Egozkue) o Andrea (Barnó), estén en lo más alto a nivel de clubes y de selecciones. Creo, de todas formas, que el puesto más importante no es el mío o el de Jordi Ribera. Sino el de esos entrenadores que están en la base y que van a hacer que esas jugadoras, que son muy jóvenes y no tienen claro qué hacer, se puedan enganchar para que continúen y hagan carrera en este deporte. Más adelante influirán otros factores para ver si llegan o no. Pero sin la colaboración de los entrenadores de la base o de los directores técnicos de las Comunidades va a ser muy difícil que el equipo absoluto tenga éxito e incluso que las jugadoras pueden llegar a lo más alto.

“En Navarra se está trabajando fenomenal en todas las edades, tanto en femenino como en masculino”

AMBROS MARTÍN - Seleccionador absoluto del equipo femenino

El Beti Onak es un ejemplo del impulso que se le ha dado en Navarra al balonmano femenino. ¿Cómo ve el proyecto?

Me parece genial. Además, por lo que me consta, es un proyecto que tiene las ideas muy claras. Saben los recursos con los que cuentan y eso genera mucha estabilidad. Pertenecer a un club que tiene muy claro qué es lo que quiere te invita a tener jugadoras que quieran formar parte de él. Independientemente de si es Beti Onak, Lagunak o Anaitasuna, el hecho de tener un referente en la máxima categoría es muy importante para todo. Si ese equipo tiene el apoyo necesario va a ser un proyecto duradero en el tiempo y va a generar un movimiento de jugadoras y de técnicos que hará que sea una apuesta social además de deportiva.

Su técnico, Miguel Etxeberria, es también seleccionador de las Promesas. ¿Habla mucho con él?

Sí, sobre todo cuando se acercan los momentos de concentración. Desde el primer contacto su predisposición fue máxima para venir al cuerpo técnico de la Federación. Aquí hay que agradecer también a su club que no haya puesto trabas en ese sentido. Es un entrenador y una persona muy válida para llevar esas riendas. El perfil idóneo para lo que queremos, ya que entrena en la máxima categoría y sé que le encanta vivir el día a día de los equipos de base de su club. Quiero estar con Miguel y fomentar la motivación de esas jugadoras que dirige. Ayudar a las jugadoras a que se enganchen y a progresar en este deporte.

Con paciencia, tiempo, trabajo, dedicación y cariño... ¿Le augura buen futuro al balonmano español?

Sí, no me planteo otra cosa. Con el equipo sénior la idea es tratar de llegar con buenas sensaciones al Preolímpico; y, por otro lado, dar un empujón a este deporte, hablar con todos los que saben de edades inferiores y compartir opiniones e ideas para tratar de impulsar esas categorías que serán nuestro futuro en poco tiempo.