Que los bostezos son contagiosos es algo que nadie pone en duda; que puedan ser peligrosos no parece demasiado creíble. Pero que se lo digan a Hayley Black, una británica de 36 años que estuvo a punto de morir y que arrastra graves consuecuencias de por vida por bostezar demasiado fuerte.

Hayley Black.

Hayley Black. TikTok

"Descarga eléctrica"

La historia sucedió hace diez años, pero es ahora cuando Black ha decidido contarla. Relata que una noche se despertó en su casa para dar el biberón a su hija recién nacida. El bebé bostezó y el gesto se le contagió a ella, que lo repitió mientras se estiraba. Pero bostezó con tanta fuerza que algo falló en su cuerpo. Asegura que sintió una “sensación de descarga eléctrica” que le recorrió todo el cuerpo y que le dejó el brazo “atrapado en el aire”.

Rápidamente despertó a su marido para decirle que algo iba “terriblemente mal” y afirma que sufrió “dolores insoportables” mientras una ambulancia la trasladaba al hospital, al que llegó con el lado derecho del cuerpo paralizado.

Dos vértebras disparadas

En un principio los médicos no vieron nada importante en el escáner, pero posteriormente se dieron cuenta de que dos vértebras cervicales, la C6 y la C7, se habían disparado hacia delante oprimiendo su columna vertebral, hacia la médula espinal, a causa de la fuerza de su bostezo. Ello obligó a intervenirla de urgencia, en una operación en la que le dijeron que había un 50% de posibilidades de que no sobreviviera o que nunca más pudiera caminar.

Pero por suerte la operación, en la que le colocaron un implante metálico para estabilizar el cuello, salió bien, aunque tuvo que volver a aprender a caminar y estuvo en silla de ruedas durante meses. Además, le quedó una cicatriz traqueal donde le quitaron los discos del cuello y no puede trabajar. Ahora debe tomar medicación diaria para poder controlar el daño nervioso permanente que le ha quedado, y ha desarrollado fibromialgia.

Miedo a bostezar

La mujer lo ha contado todo en un vídeo de TikTok en el que asegura que no está recuperada del todo y que deberá convivir con ello toda su vida. "Si no tomo la medicación, cada vez que doy un paso recibo descargas eléctricas por toda la columna hasta la cabeza”.

Además, tiene que convivir con la angustia que la produce la posibilidad de que en cualquier momento pueda surgir un bostezo. “No puedo bostezar sin entrar en pánico, y cada bostezo que intento reprimir me sigue afectando hasta el día de hoy”, asegura.