MUCHAS cosas tienen en común Pedro Delgado (Segovia, 1960), Gino Bartali (Ponte a Ema, 1914-Florencia, 2000) y Marco Pantani (Cesenatico, 1969-Rimini, 2004). Los tres fueron ciclistas en sus tiempos mozos. Los tres basaron en la escalada sus reinados. Y los tres ganaron, al menos, un Tour de Francia (dos Bartali). Pero otra coincidencia ofrece la coartada perfecta para revisitar el Olimpo ciclístico y rescatar algunas de las epopeyas que les hicieron grandes: los tres ganaron la primera vez que la ronda gala llegó a las metas que esta semana conforman el tríptico pirenaico. Delgado estrenó Luz-Ardiden en 1985; Bartali bendijo Lourdes en 1948; y Pantani desvirgó el terrible Plateau de Beille en el tumultuoso 1998.

LUZ-ARDIDEN 1985

Un valiente entre la niebla

Txomin Perurena (17 temporadas y 158 victorias como profesional), que una década más tarde cofundaría el Equipo Euskadi, dirigía en 1985 el Seat-Orbea, alternativa peninsular al hegemónico Reynolds de Arroyo, Gorospe y Echávarri, pionero en la conquista del Tour de Francia. Su líder es un joven escalador segoviano, Pedro Delgado, que viene de ganar la Vuelta a España gracias a una memorable (y polémica) galopada con Pepe Recio por la sierra segoviana en la que descoronó a Robert Millar. En 1984, Delgado ya había emitido destellos de clase en el Tour, y solo una caída en el descenso del Joux-Plane le impide acabar entre los cinco primeros. Se corre ahora la 17ª etapa del Tour'85 y nada puede hacer ya Delgado por pisar el podio de París, su objetivo, estando como está a más de diez minutos de Bernard Hinault. Apunta, por tanto, a la victoria de etapa. Más que el bretón, el mayor obstáculo hacia la victoria lo constituye Lucho Herrera, El Jardinerito, maravilloso escalador colombiano que hacía estragos en las cuestas europeas. Asumida la inferioridad de Delgado en el cara a cara final, Perurena traza una estrategia colectiva. En la ascensión al Col d'Aspin, manda al jovencísimo Pepe del Ramo por delante. Este corona en solitario, y en el descenso espera a Peio Ruiz-Cabestany, que ha atacado bajando. Se juntan y Del Ramo se entrega en el plano hasta las primeras rampas del Tourmalet. Allí, el que ataca por detrás es Delgado. Guipuzcoano y segoviano se juntan camino de Luz-Saint Sauver y el que se entrega ahora a favor de su coequipier es Cabestany. Delgado se queda solo al inicio de Luz-Ardiden, y firma una ascensión prodigiosa que le permite llegar con 25 segundos de ventaja sobre Herrera. Envuelta la estación invernal por una densa niebla, los televidentes solo pueden disfrutar del poderoso pedaleo del castellano en los 300 metros finales. Es su primera victoria de etapa en el Tour, carrera que conquistaría en 1988 y que marcó su vida a fuego. Un año antes, Delgado había perdido la victoria de forma cruel, en la crono final y a manos del irlandés Roche (que aquel año ganó también el Giro y el Mundial). Y en 1986, muchísimo más cruel, se quedó sin su primer podio porque en plena incursión alpina fue informado del repentino fallecimiento de su madre, víctima de un derrame cerebral: al día siguiente tomó la salida, pero tuvo que echar pie a tierra, roto de dolor.

LOURDES 1948

El hombre se hace leyenda

La estadística sorprende, pero en la centenaria historia de la ronda gala solo una etapa ha acabado en Lourdes, ciudad Tour donde las haya, punto habitual de descanso durante o después de toda incursión pirenaica. Fue en 1948. Alzó los brazos uno de los grandes, el italiano Gino Bartali, El Piadoso (Il Ginettaccio) por sus profundas convicciones religiosas. Aquel año, el italiano estableció una marca que nadie ha igualado: ganó un Tour diez años después de haber ganado otro, el de 1938. La II Guerra Mundial, una genética privilegiada y una voluntad inquebrantable explican este insólito caso de longevidad.

Cuentan que aquel éxito de Bartali en el Tour de 1948 salvaron a la derrotada y deprimida Italia de una guerra civil. El 14 de julio, el líder de los comunistas italianos, Palmiro Togliatti, recibía tres disparos. Durante días se debate entre la vida y la muerte. Los incidentes se reproducen de norte a sur, el clima es prebélico. Los comunistas asaltan fábricas y toman emisoras de radio. Dicen que fue Alcide de Gasperi, excorreligionario de Bartali en Acción Católica, quien telefoneó al ídolo a Francia para suplicarle que hiciera lo que mejor sabía hacer: ganar etapas que mantuvieran unido lo que la política amenazaba con romper: el país. La cuestión es que Bartali, que ya había triunfado en Lourdes y Toulouse, ganaría las tres etapas alpinas (Briançon, Aix-les-Bains y Lausana), arrebatando a Louison Bobet un maillot amarillo que no soltaría hasta París. Cuenta la leyenda que aquel mismo día Togliatti despertó del coma, preguntó por el ganador del Tour y, al ser informado, llamó a la reconciliación a todos los italianos.

Al año siguiente, Bartali sí dividiría a la apasionada Italia en dos: los que tifaban por él, religioso y de derechas, frente a quienes idolatraban a Fausto Coppi, ateo y de izquierdas. Favorito o no, Bartali fue para todos un ejemplo por su actitud heroica durante la II Guerra Mundial. Fue una especie de Schindler a la italiana, utilizando su condición de ídolo nacional para salvar la vida de decenas de judíos. A algunos los ocultaba en una especie de carro del que tiraba con su bicicleta y que, al ser parado y preguntado por policías y militares, decía que formaba parte de su entrenamiento. También portó documentos y pasaportes falsos en un compartimento secreto que habilitó en el cuadro de su bicicleta.

plateau de beille 1998

Gesta en el Tour más convulso

Antes de que todo estallara, antes de que los (podridos) cimientos del ciclismo de los 80 y 90 saltaran por los aires detonados por el caso Festina, el Tour de 1998 deparó uno de los duelos más apasionantes que se recuerdan, el que libraron el barbilampiño Jan Ullrich (defensor del título de 1997) y el tremendo Marco Pantani (que llegaba de ganar el Giro de Italia). En juego, el trono vacante de Miguel Indurain, recién retirado. Ullrich, 24 años, enfant terrible del ciclismo mundial, llega a la montaña con una ventaja que se antoja insalvable: 5 minutos. Pantani, orgulloso y presumido como es, no da su brazo a torcer, y en la última etapa pirenaica, con meta en el inédito Plateau de Beille, lanza un ataque estremecedor a 12 kilómetros de la cima. Araña 1:40 al alemán. Es solo el aperitivo de la memorable gesta que El Pirata firmaría días después en los Alpes, aquel día de perros en que atacó mediada la ascensión al Galibier y se plantó en la meta de Deux Alpes con 9 minutos sobre el de Rostock. En aquel Tour, que acabó como el rosario de la aurora, firmó Pantani el último doblete Giro-Tour, gesta que aspira ahora a reeditar Alberto Contador (quien, caprichos del destino, ganó en Plateau de Beille, en 2007, la primera de sus tres victorias de etapa en la ronda gala).

Aquel Tour de 1998 supuso la última gran victoria de Pantani. Al año siguiente, fue expulsado de un Giro de Italia que ya festejaba por un exceso de hematocrito en un control sanguíneo al que fue sometido en la estación invernal de Madonna di Campiglio, la víspera del paseo triunfal de Milán. Aquel incidente, que entonces solo implicaba una suspensión temporal de 15 días, marcó el principio del fin del escalador italiano, demasiado orgulloso para asimilar una afrenta y un escarnio de semejantes dimensiones. Tuvo Pantani un breve periodo redentor, en el Giro y, sobre todo, en el Tour de 2000. Ganó en la cima del Mont Ventoux, pero nunca perdonó a Lance Armstrong que no le disputase la victoria de etapa (un gesto de generosidad y superioridad que no supo asimilar Pantani). Y conquistó en Courchevel aquella etapa en que varias giraldillas disfrazadas de ciclista cruzaron la meta junto a las grandes figuras del pelotón. Dos días después, Pantani quiso reventar a Armstrong con un ataque lejanísimo, en La Madeleine. El americano estuvo contra las cuerdas en el Joux-Plane, pero fue Pantani quien acusó el esfuerzo y tuvo que abandonar: problemas estomacales fue la versión oficial. No volvería Marco a alzar los brazos. Entre infortunios, lesiones y malas compañías, su carrera comienza a declinar... hasta que el día de San Valentín de 2004 es descubierto solo, sin vida, en un hotel de mala muerte de Rimini, víctima de una sobredosis de cocaína.