"Vi pasar el Tour dos veces en Alpe d'Huez". Es uno de los fragmentos de la memoria de Jonas Vingegaard (Hillerslev, Dinamarca, 10 de diciembre de 1996), el nuevo líder del Tour, cuando acudía como un aficionado a ver la carrera francesa en la autocaravana de sus padres. Hoy será él al quien vean pasar por Alpe d’Huez vestido con el maillot amarillo. “Es un sueño para mí”, confesó el danés que dinamitó el Tour en el Col du Granon, donde se descompuso inopinadamente Pogacar. “No sé por qué pero he tenido una pájara, me han acosado mucho, puede que haya sido por falta de azúcar”, dijo el esloveno, que anuncia que atacará. Clama venganza.

La respuesta de Pogacar tiene que ver con la derrota que le infringió el danés, que antes de ser ciclista profesional trabajó en una conservera limpiando y empaquetando pescado de seis a doce de la mañana. Después del trabajo, Vingegaard descansaba. Una siesta y se subía en la bici para entrenar. Encontró la paz en el ciclismo tras iniciarse en el fútbol, pero los compañeros no le pasaban la pelota por su escasa estatura. Vingegaard agarró el manillar de su destino. Lo estrujó. Se inició en un crono que medía cuánta distancia se podía recorrer en un minuto. Juego de niños. Vingegaard fue el mejor. Su primer trofeo. Claus, su padre, y Karina, su madre, le compraron una bici para las carreras. El danés, liviano, era una hoja al viento. Le faltaba cuerpo, pero le sobraba entusiasmo. No se rindió. Enamorado del ciclismo. El Tour le entró por los ojos, como a tantos otros hasta que se asomó a las cunetas como un aficionado más. Los padres acampaban en los Alpes y Claus y Jonas hacían carreras en el Galibier y el Glandon. Allí mostró sus dotes para la escalada después de una vida peleado por el viento. Se fue forjando. Su padre rememoró en un reportaje publicado por L’Equipe que cuando se medían en las alturas su hijo llegaba arriba y después bajaba hasta encontrarse con su progenitor y volver a subir.

El Coloqucik se fijó en el muchacho, que destacaba subiendo, y le contrató en 2019. Vingegaard compaginó entonces una empleo en la lonja de pescado con el ciclismo. Dos años de madrugones, siesta y varias horas en bicicleta fueron forjando su carácter. No le frenaba el viento. Era pura determinación. Se desataba en las subidas, su mejor escenario. Destacó y el Jumbo se hizo con sus servicios. Acudió al Tour de 2021 como reserva de Dumoulin. Era su debut en la carrera francesa. Eso no le asustó. Finalizó en el podio, segundo tras el fenómeno Pogacar, que dominó la carrera de punta a punta. Sin embargo, en el Mont Ventoux, el danés fue el único de dejar al esloveno. En el Col du Granon no tuvo piedad del líder. Ahora es quien manda en el Tour.