The Chain. La cadena. Ese es el título que Bradley Wiggins, (28 de abril de 190, Kilburn) campeón del Tour en 2012, múltiple medallista olímpico en pista, primer británico en conquistar la Grande Boucle, ha elegido para narrar su biografía.

La cadena sirve no solo para rodar en bicicleta, también para atar con sus eslabones a un ciclista que alcanzó el cielo en el Sky y bajó a los infiernos en un descenso kamikaze entre cocaína y alcohol al dejar el ciclismo.

En ese caída al abismo, la ruina económica también encadenó a Wiggins a la miseria. Recuperado de sus momentos más oscuros, Wiggins realiza una autopsia sobre sus biografía en el ciclismo y los avatares repletos de aristas de la vida.

Cumple el británico con esa liturgia de expiar los pecados en busca de la redención con los recuerdos que galopan como jinetes del Apocalipsis en su memoria, un muestrario que deja al descubierto en su libro. Liberado de su propio personaje, del rango de Sir y de la celebridad, de su carácter de pionero, Wiggins ha roto con la cadena que le ataba a sus demonios. 

En los extractos que se conocen de su obra autobiográfica, Wiggins reconoció años atrás que un entrenador suyo abusó de él cuando era solo un niño, a los 13 años. No se lo contó a su padrastro por temor a su reacción.

“Todo me impactó como adulto... lo enterré. Mi padrastro era bastante violento conmigo, solía insultarme por usar lycra y esas cosas, así que no pensé que podría decírselo”. Wiggins encontró sentido a su vida a través del ciclismo, que le puso en contacto con la gloria.

Después de conquistar el Tour logró el oro olímpico contrarreloj en las Juegos de Londres en 2012, expuso que fue sacrificado por su equipo entre acusaciones de dopaje. “Me tiraron debajo del autobús para proteger a otra persona”, aseguró en una entrevista con The Times a propósito del lanzamiento de su autobiografía The Chain. “Había algo más grande en marcha… saldrá a la luz”, dijo el ciclista de manera críptica.

“Tendría más derechos si hubiera matado a alguien”, expuso. El ciclista siempre ha defendido su inocencia a pesar de que la aparición su TUEs (Autorizaciones de Uso Terapéutico) publicadas por el grupo de hackers Fancy Bear en 2016, le situaron en una situación tremendamente incómoda, tanto a él como a su equipo, el Sky, el gran dominador de la pasada década, que apiló siete triunfos de Tour con cuatro ciclistas distintos, el citado Wiggins, campeón en 2012, Chris Froome, coronado en cuatro ocasiones (2013, 2015, 2016 y 2017), Geraint Thomas, en 2018 y Egan Bernal, en 2019. 

Adicción

Aquella revelación lanzó un velo de sospecha sobre el empleo de triamcinolona en el Tour de 2011, 2012 y 2013. Nunca pudo demostrarse con pruebas su uso, pero la duda se abrazó como la niebla que permea Inglaterra. “Durante años he vivido con algo encima. No quiero venganza, quiero cerrar ese capítulo”, confiesa ahora Wiggins, quien a sus 45 años se ha reencontrado con la bicicleta.

“No me arrepiento de haber sido abierto con mi historial médico, pero sí de que lo usaran para destruirme”, relata el inglés, que después de convertirse en el héroe de una nación, emprendió una huida hacia delante. Quería dejar atrás al personaje. El alcohol y la cocaína se adueñaron del ciclista.

“Era un adicto funcional a la cocaína. Estuve colocado la mayor parte del tiempo durante muchos años”. En uno de los capítulos, cuenta con más detalle aquellos tiempos de drogodependencia. “Pude consumir unos 120 gramos de cocaína, no sé cómo no me morí. No me gusta pensar en ello”.

“Ahí estaba yo, en un armario, esnifando cocaína (de mi medalla de oro), burlándome de mi logro, odiándolo por lo que creía que me había traído. Era como mear en la tumba de alguien, y en ese momento me meaba en la mía. La medalla de oro, el Tour... Todo había muerto para mí. La persona que había sido en París y Londres también había muerto para mí. De hecho, hablé por FaceTime con un compañero durante esa depravación. “¡Mira qué gracioso soy, consumiendo cocaína con mi medalla olímpica de Londres!”. Wiggins se desencadena.