El Nobel de Física no es solo para científicos, también te afectará a ti
Tres científicos acaban de ganar el Nobel por algo aparentemente abstracto: manipular lo cuántico. Pero su trabajo puede tener un impacto enorme en nuestra vida diaria dentro de pocos años. Te explicamos por qué este premio marca el inicio de una nueva era tecnológica
La comunidad científica celebró el pasado 7 de octubre un hito: el Nobel de Física 2025 reconoció a tres investigadores por demostrar que los fenómenos cuánticos pueden observarse y manipularse en dispositivos reales. No en teorías, ni en laboratorios inalcanzables, sino en máquinas que podrían cambiar nuestras vidas.
Hasta hace poco, lo cuántico sonaba a otro mundo: partículas que están en dos sitios a la vez, información que viaja más rápido que la luz… parecía imposible. Pero Clarke, Devoret y Martinis han demostrado que esos efectos no solo existen, sino que pueden controlarse. Y eso abre la puerta a una nueva era: la de la computación cuántica útil.
Hoy, nuestros ordenadores trabajan con ceros y unos. Los cuánticos, en cambio, usan qubits, que pueden ser cero, uno o ambos al mismo tiempo. Eso les permite hacer en segundos cálculos que a un superordenador le llevarían miles de años. Suena exagerado, pero no lo es.
¿Y qué significa esto para nosotros?
Que en pocos años podríamos tener medicamentos diseñados a medida, gracias a simulaciones moleculares imposibles hoy. Que los materiales del futuro –más ligeros, más resistentes, más sostenibles– se descubrirán en laboratorios con ayuda de estas máquinas. Que problemas climáticos, energéticos o de tráfico urbano podrían resolverse con algoritmos que ahora ni imaginamos.
No se trata de que tengamos un ordenador cuántico en casa, como ahora tenemos un móvil. Se trata de que, sin darnos cuenta, sus resultados estarán en nuestra salud, en nuestro entorno, en cómo vivimos. Igual que internet empezó en centros militares y hoy lo usamos todos, la computación cuántica empezará en laboratorios y terminará mejorando lo cotidiano.
Este Nobel no premia solo un avance técnico. Premia la paciencia, la curiosidad, el trabajo silencioso detrás de lo que parece imposible. Y nos recuerda que la ciencia, aunque vaya lenta, acaba transformando el mundo.
No hace falta entender mecánica cuántica para valorar esto. Basta con saber que cada gran avance empieza siendo invisible para la mayoría. Hoy, el salto está dado. Mañana, quizás, será normal que un diagnóstico preciso, una batería revolucionaria o un nuevo material se deban a una máquina que aprovecha lo más extraño de la física.
La computación cuántica aún está en pañales. Pero este Nobel es como el primer grito de un bebé: anuncia que ha llegado para quedarse. Y aunque no lo veamos, su influencia crecerá. Porque la verdadera revolución tecnológica no es lo que compramos, sino lo que cambia sin que nos demos cuenta.
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