Su pasión por la interpretación ha llevado a Ivana Baquero (Barcelona, 11 de junio de 1994) a recorrer muchos puntos del globo. Recientemente, ha regresado al Estado para rodar Offline, un cortometraje del director Gerard Vidal Cortés producido por ESCAC que ahonda en el mundo de la inteligencia artificial y la importancia de no dejar de lado la parte humana.

Con apenas 12 años logró hacerse con el Goya a mejor actriz revelación por El laberinto del fauno. ¿Siempre supo que la interpretación sería su vida?

En realidad no lo supe hasta que me encontré con la interpretación de forma absolutamente casual, cuando tenía 8 años. Siempre había sido un poco la showgirl de la familia. Me encantaba hacer canciones, shows de Navidad... Me divertía, pero era tan pequeñita que nunca me había planteado lo de ser actriz. Con 8 años buscaban para una película de Paco Plaza -Romasanta- a una niña que supiera hablar muy bien inglés, y se presentaron en mi escuela e hicieron casting a todas las niñas de mi clase, y me escogieron a mí. Ahí fue cuando lo experimenté y me di cuenta de que lo que quería era ser actriz. 

En esa época, las redes sociales no estaban tan evolucionadas. ¿Se imagina cómo habría sido esa fama tan temprana de haber tenido las redes sociales tan cerca?

Muchas veces lo he pensado, y en parte agradezco que no hubiera red social en ese momento por ser tan jovencita. El laberinto del fauno fue con doce años, que es una edad complicada, y yo creo que en parte me benefició no tener tanto ruido exterior y poder seguir una infancia relativamente normal. Yo hacía mis rodajes como quien hacía una actividad extraescolar, pero luego seguía en la escuela. Aunque es verdad que las redes sociales son una herramienta de trabajo, y en ese sentido también pienso que quizá por otro lado habría sido incluso beneficioso tenerlas un poco de más mayor. Pero pasó como pasó y creo que fue lo mejor que me podía haber pasado en ese momento.

Han pasado ya unos años desde entonces, y no ha parado ni un momento, con producciones a uno y otro lado del charco. Si tuviera que elegir uno, ¿con cuál se quedaría?

He tenido la oportunidad, como bien dices, de rodar en lugares fantásticos, de moverme de forma muy internacional, y es difícil escoger. He estado en lugares maravillosos. He rodado por ejemplo películas en Portugal, Nueva Zelanda, Estados Unidos... Me resulta muy difícil escoger porque cada proyecto tiene algo de especial. Incluso hace relativamente poco hice uno en Madrid para Netflix, llamado Alta mar, al que le tengo muchísimo cariño porque supuso también mi vuelta a España. Es difícil escoger, pero es verdad que hice el proyecto de Las crónicas de Shannara en Nueva Zelanda, y estuve como tres años yendo y viniendo. El proyecto fue muy especial, pero yo creo que también a nivel personal el estar tanto tiempo fue una experiencia única, prácticamente irrepetible. Si tuviera que quedarme con un proyecto que a nivel personal y profesional me haya llenado muchísimo quizá sea ese, Las crónicas de Shannara.

Ha podido comparar mucho la industria cinematográfica nacional y la del resto de países. ¿Qué cambios aprecia, por ejemplo entre esta y la americana?

Creo que la magnitud de las producciones sobre todo. Aunque está cambiando. Desde que llegaron las plataformas a Europa y a España los proyectos tienen una magnitud mucho más grande, las producciones son grandiosas, y hay más financiación e inversión. Pero es verdad que en general en Estados Unidos están muy curtidos. Llevan mucho tiempo haciéndolo y las producciones son con equipos muy grandes. Pero a nivel de calidad artística e historias, de verdad te digo que en los dos se hacen cosas estupendas y nunca he notado diferencia. Por eso siempre me ha gustado poder compaginar Estados Unidos y España. 

Con Alta mar volvió en 2019 a casa, y ahora ha vuelto con Offline. ¿Cómo ha sido la vuelta?

Con el tema del covid yo me fui a Estados Unidos un par de años. Estuve allí trabajando e hice una película llamada Black Friday, de zombies, y me apetecía muchísimo volver y poder disfrutar más de España. Ahora que me estoy haciendo más mayor echo de menos España, y en ninguna parte se vive como aquí. La calidad de vida es maravillosa. Echo mucho de menos a mi familia y ahora estoy en Madrid; me encanta. He hecho el proyecto de Offline, que trata sobre la Inteligencia Artificial, hoy en día muy relevante. Es una historia muy bonita, me pareció muy conmovedora cuando leí el guion. Y me apetecía muchísimo. Además se rueda en unos viñedos de Jumilla, así que es un proyecto que tengo ganas de ver. 

¿Hasta qué punto siente que las IAs han irrumpido también en el mundo audiovisual, en el cine...?

Por lo menos a nivel audiovisual no está todavía bien regulado. De hecho, en Estados Unidos hemos estado hasta hace poco de huelga con el sindicato precisamente para que regularicen el tema de la IA, de los derechos de imagen, y de qué implica para los artistas el coexistir con todo este mundo tecnológico. Ahora se está regulando más pero es verdad que intimida. Por una parte es muy interesante y puede ser beneficioso, pero por otra es un mundo muy desconocido por ahora, y que yo creo que hasta cierto punto desde el punto de vista del actor y del artista se tiene que regular y marcar unos límites. 

Antes hablábamos de su infancia sin redes sociales. ¿Cómo es ahora su relación con ellas?

Tengo una relación bastante sana, porque me marco mis límites. Lo disfruto hasta cierto punto, porque me gusta compartir, me gusta que la gente conozca en qué estoy. Pero también marcando la distancia, entendiendo que las redes sociales son también un trabajo, y sin estar demasiado pendiente. De hecho tengo marcado un límite de tiempo en redes e intento ceñirme a eso. 

Si pudiera pedirle algún deseo al año que entra, ¿qué sería?

Mucha salud, y mucho trabajo sobre todo en España. De hecho, ya tengo cositas en ebullición aquí y me apetece mucho.