Nuestra curiosidad llega a Marte y necesita un rescate
LA final de los 100 metros lisos sigue siendo la cita olímpica por excelencia. Esa espectacular explosión de fuerza y velocidad apasiona y atrapa al espectador más que cualquier modalidad olímpica y quizás por eso Usain Bolt sea la estrella de estos Juegos Olímpicos. El atleta jamaicano, además del oro, batió el récord del minuto más visto en Teledeporte con un 25,1% de cuota de pantalla y 3.587.770 espectadores. La cita olímpica no está dejando grandes héroes e incluso se discute el protagonismo de alguno de los atletas más relevantes como se hizo con Phelps, otro de los que ha batido todos los registros en número de medallas .
Pero el protagonismo del día fue para Curiosity, el robot que han plantado en la superficie de Marte. Ayer se pudo ver, gracias a las imágenes de la NASA, su llegada. Parece que el temor era que no superara lo que se conoce como los 7 minutos de terror, nombre con el que han bautizado los ingenieros de la NASA la arriesgada operación de amarterizaje o como quiera que se le llama a eso de aterrizar en Marte. El nombre del robot es acertado y responde a la expectativa humana de conocer la posibilidad de atisbar vida en uno de nuestro planetas vecinos. Este reportero inaugura una nueva era en la que la tecnología sustituirá la necesaria presencia del hombre. Los reporteros del mañana serán robots a prueba de bombas y que no necesiten chalecos antibalas ni botellas de whisky para neutralizar la exposición al riesgo.
Mientras, por aquí abajo el verano de la crisis avanza hacia un otoño donde se masca la tragedia y el rescate. Este país es como Curiosity, ya viejo a punto de quedarse sin baterías esperando que alguien venga a rescatarle. El problema es si llegarán a tiempo y saber qué harán con nosotros cuando nos retiren remolcados del mercado.