UNA de la expresiones más manidas sobre el medio televisivo es su potencia de penetración social, siendo millonarias las audiencias de los programas que en algunas ocasiones en el Estado español rozan los diez millones de televidentes. Desde el punto de vista del negocio, el de la tele es el más poderoso, el que mueve más millones y el que deja suculentos beneficios a los operadores que por cierto, están a punto de cerrar sus procesos de absorción para dejar el negocio en abierto a los de Mediaset y Planeta; el resto, barrido, con audiencias y negocios flácidos y Digital + acaparando la tele de pago. En este panorama llama poderosamente la atención el mantenimiento de pautas y referencias en la programación que no cambian ni a tiros, permítaseme la belicosa expresión. La vuelta de las vacaciones, hayan sido playa, montaña, piscina o salón de estar casero vuelve a poner en el tablero de la programación las eternas fichas de Sálvame, Informativos con Matías, Ane Igartiburu y su programa de + Gente por la tarde, los habituales rostros de Deportes, Fórmula 1 o el Gran Wyoming y su irreverencia saludable y otros comparseros del momento televiso. Los ejecutivos de la tele han aprendido a meter mucho ruido cuando se acerca el momento de estrenar una novedad, pero no es más que ejercicio de marketing y que las teles mantienen sus rutinas habituales propias de cada cadena. La vuelta al trabajo, al cole, a la fila del desempleo, la vuelta a lo que a cada uno le toque viene acompañada por las ofertas televisivas, que salvo excepciones señeras, son más de lo mismo, levedad acrisolada de sota, caballo y rey en un menú que ayudará a pasar este otoño que se avecina lleno de sorpresas, pero no precisamente de sorpresas televisivas. De nuevo, estamos en lo conocido, lo sabido, en lo manido como escenario catódico de nuestro malvivir.
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