uno de los modos más directos de producir información en los medios audiovisuales es el denominado Cara a cara que La Sexta pone en marcha cada sábado, dentro del programa La Sexta noche, un intento de mezclar información y entretenimiento y que está funcionando a satisfacción de los despachos, al mantenerse en antena tras más de veinte números en emisión y aguantar el tirón de la competencia. La tertulia alborotada y pendenciera construye la base de este programa que ha plantado cara a El Gran debate de Telecinco y se ha hecho un nicho en los consumos televisivos del fin de semana. Las entrevistas en plató con especialistas o figuras de actualidad complementan lo tertuliano y finalmente el cara a cara remata un formato mixto que se mantiene a la hora de hacer de la opinión e información la base del entretenimiento durante cuatro largas horas en el circo de la tele. Estos elementos periodísticos funcionan con desigual acierto y en concreto el Cara a Cara resulta un fiasco total por el torpe planteamiento de salida, elección de los debatientes y nula presencia del conductor que resulta tragado por los remolinos de la nocturna discusión. Este género informativo de enfrentar a dos personas con perfiles, ideología y dialéctica diferenciadas tiene su clave de éxito en la selección de los artistas que deben llevar a buen puerto el debate, que de eso se trata, de oponer dos modos de ver una misma realidad, hecho o proceso de la candente actualidad. Cualquier desequilibrio, falta de ritmo o velocidad en las respuestas, deviene en fracaso y eso está ocurriendo en la actuación semanal, con un Alfonso Rojo como actor permanente al que se le enfrenta un profesor de universidad o un colega de profesión, que el bueno de Alfonso, bregado en mil batallas, es como fiel legionario, que no teme ni a la muerte.