Las sonrisas bien que los delataban
No me digan que la sonrisa de Rodrigo Rato tocando el campanillo, el día en que salió Bankia a la Bolsa no hablaba por sí sola. Si alguien la hubiera analizado un poco se habría dado cuenta de que aquello era una broma y nos habríamos ahorrado uno de los timos más caros de los que se conocen. Aquella sonrisa entre tímida y forzada lo delataba pero los analistas y observadores no supimos verlo. Ha habido otras sonrisas delatoras que también pasaron desapercibidas. Juan Carlos I tiene una buena colección de ellas, aunque la que pasará a la historia será la que le hizo Corina -o alguna otra acompañante clandestina- delante del elefante abatido. Una foto que además se convirtió en metáfora. Aunque el paladín de las sonrisas delatoras es sin duda Mariano Rajoy. Si nos hubiéramos fijado bien en aquella sonrisa que se le escapaba con “los hilillos como de plastilina”, desde el principio habríamos sabido que el Prestige acabaría esparciendo el chapapote a todo dios. Y qué os voy a contar de aquel “aguanta Luis” que le dedicó a Bárcenas. Aunque para sonrisas evidentes, ayer se hizo viral la que le dedicó junto con un abrazo al entonces presidente de la Diputación Valenciana Rus mientras le decía: “Yo te quiero Alfonso, coño”. No sé ustedes pero un servidor va a empezar a poner en cuarentena esas sonrisas de los políticos que se ríen cuando en realidad nos la están metiendo doblada.