"SI Dior es el Watteau de la costura, entonces Balenciaga es el Picasso de la moda porque, como el pintor, guarda un profundo respeto por la tradición y posee un depurado estilo clásico que subyace a todos sus experimentos con lo moderno". Así describía el famoso fotógrafo Cecil Beaton, por cuya cámara posaron los más importantes artistas de la época, al diseñador vasco más universal.

El Museo Bellas Artes de Bilbao inauguró ayer la exposición Balenciaga. El diseño del límite, una espectacular muestra en la que se exponen 35 piezas de alta costura, procedentes de la colección del Gobierno Vasco, de la Fundación Balenciaga y de colecciones particulares, que salen al encuentro del visitante a lo largo de todo el museo.

"Estas creaciones expresan la pureza de las formas, la elementalidad. Balenciaga estaba cercano a la geometría y a los movimientos especialistas que surgieron en el París de entreguerras, en los años 40, que fue la época gloriosa de Balenciaga. Fue contemporáneo de Ben Nicholson y por tanto de los artistas que desarrollaron un arte geométrico en los años de la II Guerra Mundial", explicó el director del museo Javier Viar.

En la presentación también estuvieron presentes el director de la Fundación BBK, Gorka Martínez, entidad que patrocina la exposición, y los arquitectos Toño Foraster y Victoria Garriga, que se han encargado del montaje. También acudió la vicepresidenta de la Fundación Balenciaga, Sonsoles Díez de Rivera, y amiga personal del modisto, quien destacó el "carácter vanguardista" de sus creaciones, a la vez que expresó su deseo de que el próximo año se pueda inaugurar el museo de este modisto en Getaria, su localidad natal.

La Fundación Balenciaga posee en la actualidad unas 1.000 piezas del diseñador, algunas de la propia Sonsoles Díez de Rivera, que se encuentran en depósito. Su madre y ella eran dos de las clientas que daban vida y cuerpo a los trajes del modisto, que hoy se muestran en los museos. Junto a ellas, Balenciaga tenía una larga lista de artistas de cine y aristócratas como Ava Gardner, Sofia Loren, Bunny Mellon... Del traje de noche al pijama, las buenas clientas no renunciaban a la alta costura ni para andar por casa. "Yo recuerdo que en mi casa era habitual vestir de Balenciaga, pero lo más curioso es que el otro día mi nieta de 20 años me pidió también un traje para ponérselo", expresó Díez de Rivera.

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Neón y plumas de avestruz

El recorrido por esta pasarela improvisada comienza en el hall Chillida, nada más entrar en el museo, donde tres vestidos de noche, montados con aros de neón, descubren elementos importantes de la trayectoria de Balenciaga como la silueta tubular o la construcción mediante el mínimo de costura. El visitante se topa con un vestido de noche en tafetán negro de 1955, una túnica de lentejuelas sobre tul -adquirida en 1957 por Mitza Bricard, una de las musas y colaboradoras de Christian Dior- que insinua la anatomía sin comprimirla, y un vestido sari de 1962, una obra maestra en el corte ya que está diseñado con una única costura.

El trayecto continúa por el hall anexo, donde deslumbra un vestido de noche en satén amarillo vivo, con un glamouroso volante de plumas de avestruz, que se presenta con un aro de neón. Los vestidos de noche se caracterizan por su originalidad y por el esplendor de los colores y tejidos. En sus inicios, cuando abrió un taller en Donostia, el diseñador vestía a las aristócratas que se encontraban de veraneo. En los años treinta, y ante la creciente demanda de sus creaciones, terminó por abrir tiendas en Madrid y Barcelona. Al empezar la Guerra Civil, tuvo que cerrarlas y trasladarse a París.

En la galería Arriaga se muestran diez abrigos de día montados en cilindros de metacrilato. A esta serie se le ha denominado El cuerpo alojado porque las prendas parecen verdaderas piezas de escultura. Las costuras se convierten en un adorno de la prenda, tal y como se aprecia en una capa corta de día de lana amarilla y en un vestido de día en lana azul pálido de 1966, del que la actriz Marlene Dietrich solicitó un modelo.

Pero, sin duda, una de las partes de la exposición más espectaculares es el apartado El milagro de Balenciaga, que se encuentra en el Hall Mogrobejo, donde se exhiben cuatro vestidos de noche suspendidos desde el techo. Es donde mejor se aprecia la importancia que concedía el diseñador al corte de los patrones y al conocimiento exhaustivo de los tejidos, lo que condicionaría sus 50 años de colecciones. El vestido-saco de cóctel en crepe gris es una construcción magistral que ensalza la espalda y la cadera.

Balenciaga. El diseño del límite se expone en el Bellas Artes de Bilbao hasta el 26 de septiembre.