Lleva más de 40 años dedicado a la escritura en los ámbitos de la literatura y el periodismo, y todavía hoy, ante el folio en blanco, siente ese impulso vivo de lograr una obra singular, diferente, que entretenga, enganche, y haga vibrar al lector. Ese es el reto que se ha marcado de nuevo Jesús Carlos Gómez Martínez en Demasiados muertos (editorial Siníndice). La historia de una pareja de asesinos en la que laten grandes dosis de reflexión y crítica sobre el mundo literario.

Vuelve a la novela negra, y Demasiados muertos vaya si es negra. Ha creado una historia que pone a prueba nuestros estómagos y nuestros nervios. ¿De dónde surge esta trama?

Yo quería escribir una novela sobre un asesino, y tenía al asesino en la cabeza. Un asesino graciosillo, digámoslo así. Un asesino sin alma, pero graciosillo. Y a ese asesino lo veía, pero no terminaba de encontrar su historia. Un día me di cuenta de que ese asesino, en vez de estar en mi cabeza, podía estar en la cabeza de otro escritor, y podía influirle. De ahí surgió la idea de Demasiados muertos, la historia de dos asesinos que, en realidad y para sorpresa de uno de ellos, no son amigos.

¿Ha sido un reto meterse en la piel de alguien tan duro, de un asesino tan implacable, tan sin escrúpulos, sin alma? ¿Cuál es el propósito de esta historia, qué perseguía?

Perseguía contar una historia que existía únicamente en mi imaginación. Necesitaba cazar ese sueño en un fajo de folios. Un novelista es esto: un cazador de sueños. Naturalmente, quiero y espero que mis obras, una vez terminadas, gusten. Los escritores debemos, por encima de todo, entretener, divertir, enganchar. Y, si además de esto, conseguimos que nuestros lectores reflexionen, mejor. El sumun sería transformar o contribuir a transformar una realidad injusta.

"El sector editorial sigue en crisis. Para algunos, la literatura es su vida; para mí, por ejemplo. Pero la literatura es, fundamentalmente, un negocio"

Late con fuerza en la novela un sarcasmo y una crítica en torno al sistema que rodea el oficio de escritor, también en torno a la novela negra como producto, a lo que se considera un éxito en toda regla, o un fracaso, a esa presión por escribir un superventas, una novela “potente”, que reúna todas las condiciones para el éxito. “Acción y muertos”, en este caso. “Y un final feliz”. “Esta novela debía ser un espectáculo y, sobre todo, un éxito”, piensa el protagonista. ¿Esto va a más, o siempre ha pasado?

Siempre ha pasado y va a más. El sector editorial sigue en crisis. Para algunos, la literatura es su vida. Para mí, por ejemplo. Pero la literatura es, fundamentalmente, un negocio. Y el grueso de ese negocio lo controlan unas personas. Esas personas, poquísimas, deciden qué libros y qué autores deben verse y deben venderse. Así de sencillo. Porque la gente normal, entre comillas, no entiende de literatura, como yo no entiendo de artes marciales, y se deja llevar o la manejan. Estamos hablando, en definitiva, de la llamada condición humana. El hombre lo enmierda todo y, cuando hay dinero por medio, la buena literatura o el juego limpio desaparecen o se orillan a un plano muy secundario. Hoy el éxito de un escritor tiene poco o nada que ver con su esfuerzo o con la calidad de su obra. Puede que el éxito haya sido siempre un don, con el que se nace o no se nace.

También alude en el libro a los premios literarios, que se amañan…

Hoy en día, la mayoría de los premios literarios son un pitorreo. Verás: Escribir debe ser un proceso doloroso. Un proceso que requiere conocimientos, técnica, esfuerzo, disciplina, sacrificio…, todas las cualidades que distinguen a un escritor auténtico, a un buen escritor, a un escritor que debe premiarse. Y escritores de verdad no hay tantos como parece. Ni mucho menos. Los buenos profesionales escasean, también en la literatura. Hay gente que firma novelas. O que promociona novelas. O que recibe premios literarios. Pero no son escritores. No lo son. Obviamente, si un escritor se vale de negros para escribir o terminar su obra, o de lingüistas para corregirla, no es un buen escritor. Para mí, ni tan siquiera es un escritor. Un escritor auténtico ama su oficio, su arte, y esas trampas, esos tramposos, son algunos de sus enemigos. Un libro debe ser el resultado del esfuerzo de un artesano.

"El hombre lo enmierda todo y, cuando hay dinero por medio, la buena literatura o el juego limpio desaparecen"

¿Qué encarna el asesino John Wood? ¿Es fruto de todas esas presiones del escritor, que sacan lo peor de él? Todos podemos a veces pensar cosas muy radicales, tener ganas de hacerlas, y aquí se ha permitido llevar eso al extremo, su protagonista las hace. Se obsesiona hasta tal punto con su personaje que se vuelve él…

Sí, estoy de acuerdo con todo esto que dices. Don Quijote enloquece leyendo libros de caballerías, y mi protagonista enloquece intentando escribir una novela policiaca. Él vive al borde de un abismo. Ha tenido varios fracasos y necesita una novela que se venda, que sea un éxito de verdad. Concibe a su nuevo protagonista, un asesino repugnante y vil, pero le falta la trama de la novela y, por supuesto, le sobra presión. Por eso, el personaje, la necesidad, la ambición se adueñan de su autor. En definitiva, Jekyll se convierte en Hyde.

“La literatura es muy jodida”, dice en su novela Wood. ¿Lo ve así?

Veo así, más que el oficio literario, el mundo literario. Desaparecemos y el mundo literario continúa exactamente igual. No hay nadie insustituible. Para nada. En la vida, tampoco. Fallecemos y es como si hubiera muerto un perro.

Concluida ya su serie sobre los kilikis de Pamplona, ¿cómo ve el horizonte después de esta novela negra, habrá más?

Mi próxima novela, si consigo acabarla, será la última. Ojalá pueda acabarla. Me falta muchísimo. Hemingway decía que la novela es salud, y para cazar grandes sueños hay que estar en buena forma física, si eres un escritor de verdad.

Portada de la novela.

Portada de la novela. cedida

EL LIBRO

  • Título y autor: Demasiados muertos, de Jesús Carlos Gómez Martínez
  • Editorial: Siníndice
  • Páginas: 152
  • Precio: 18 euros