A la sombra de la poesía de Miguel Concierto de Joan Manuel Serrat

Fecha: Sábado, 16 de octubre. Lugar: Auditorio Baluarte, Iruñea. Incidencias: Presentación de "Hijo de la luz y de la sombra", lleno.Público de toda edad y condición que aplaudió a rabiar tras cada interpretación. Hora y ¾ de duración.

sEGUNDAS partes sí que pueden llegar a ser buenas: e incluso a igualar a primeras partes, contradiciendo la sabiduría popular; bueno, dando por sentado que el presente CD de Joan Manuel Serrat, Hijo de la luz y de la sombra, fuese una continuación del álbum que el noi del poble sec grabara en 1972 con la poesía de Miguel Hernández también como hilo conductor: algo, un punto y seguido, que tampoco es necesariamente. En cualquier caso, en su presentación en Iruñea, el disco demostró estar a todas las alturas: principalmente a la de la obra del homenajeado y reivindicado en el centenario de su nacimiento, el malogrado pastor de rimas, cabras y versos nacido en Orihuela en 1910 y, tras penosísimos avatares y circunstancias, fallecido en Alicante en 1942.

"Me llamo barro, aunque Miguel me llamo / barro es mi profesión y mi destino...", se escuchó recitar a Serrat aún entre bambalinas al tiempo que la banda, el pequeño gran orfeón integrado por seis músicos, comenzaba a tocar; y tras completar el recitado de dicho poema, con Joan Manuel, entre arrebatadores aplausos, ya en escena, arrancó el recital: bajo los sones de Tres Heridas -concretamente-, las del amor, la muerte y la vida, constantes de la dura existencia del poeta y poema ya musicado en el mencionado disco monográfico publicado casi cuatro décadas atrás. El espectáculo poético musical, cerrado -en palabras de Serrat-, articulado en torno a "un manojo de poemas de Miguel", continuó con Del Ay Al Ay Por El Ay, leve joyita que dio paso a La Palmera Levantina y Las Desiertas Abarcas, todo un viaje a la infancia del homenajeado; a una noche de Reyes cualquiera de su niñez. Acto seguido la actuación, pura luz a la sombra de la obra de Miguel, puro y genuino Serrat en todo momento, continuó con El Niño Yuntero, al igual que la práctica totalidad de cuantos temas sonaron, ofrecido bajo impactantes fotogramas e imágenes de fondo: como Cerca Del Agua (con el siempre dramático submundo de las cárceles presente) o, en una noche en la que predominaron las estrofas de corte profundo, dramático y reflexivo, ya en la recta final, Nanas De La Cebolla, Para La Libertad (con protagonismo en la pantalla para portadas de periódicos de distinto signo de los años de la denominada transición) y Dale Que Dale, en los bises; ¿estrofas profundas, dramáticas y reflexivas, decíamos? Sí, lo que motivó que el resultado final, derivado del hecho de musicar poemas como éstos, no fuese necesariamente festivo. Evidentemente. Más bien, aun dentro de la exquisitez, sobrio e intimista; eso sí, damos fe de que, pese a todo (cosa de la tragedia en vida representada por la suerte de Hernández, por su anunciada y denunciada muerte), a pesar de los pesares, el ejercicio artístico que fue el concierto resultó siempre brillante y compensado: y así lo entendieron los presentes, un público que siguió la velada con atención? y emoción contenida e incontenida por momentos, como lo dieron a entender sus sentidos y emocionantes aplausos.

Serrat protagonizó una de las citas de relumbrón de la recién estrenada temporada, poniendo música y voz de manera conceptual a la obra y, en el fondo, a la vida del inmortal cabrero y poeta de Orihuela. Aunando música y poesía mano a mano, verso a verso, en torno a sus existenciales heridas; ¿el resultado? Una colección de pequeñas joyas musicadas excelentemente presentadas, siendo las gemas de las mismas sus poemas. Los versos del sin voz en su día Miguel Hernández, poeta silenciado y acallado -a descubrir todavía por muchos-, muerto en vida y abandonado a su muerte -que no suerte- al que el superviviente Joan Manuel, protagonizando de paso un nuevo ejercicio de recuperación y reparo de la memoria histórica colectiva, ha prestado su voz. Y, todo un lujo, como sólo él sabe hacerlo. Una vez más muy bien el catalán; chapeau!