Veneno con solera
Concierto de Kiko Veneno
Fecha: Viernes, 29 de abril. Lugar: Sala Tótem, Atarrabia. Intérpretes: Kiko Veneno, a la voz, al kazoó, a la armónica y a la guitarra flamenca, acompañado por Los Notas Del Retumbe, formación integrada por Jimmy Glez., a la batería; Ana Gallardo, a la percusión y a los coros; Juan R. Caramés, al bajo; Anabel Pérez, a los teclados y las voces; Raúl Rodríguez, a las guitarras flamencas, acústicas y tres cubano, y Charlie Cepeda, a las guitarras acústicas y eléctricas. Como teloneros, abrieron noche Los Barrankillos. Incidencias: Presentación de Dice la gente, nuevo CD del artista. Entrada más bien discreta. Hora y ¾ de duración, bises incluidos.
Arropado por una espectacular banda, José M. López Sanfeliú, Kiko Veneno, arribó a Tótem para presentar Dice la gente, su más reciente álbum, ofreciendo un concierto que, si bien no satisfizo totalmente las expectativas en lo que a asistencia respecta, sí respondió a las artísticas, en líneas generales. La velada arrancó con Los Barrankillos, formación para nada relacionada con Barranquilla, localidad natal de Shakira -como a tenor de dicho nombre más de uno podría esperar-, sino procedente de un lugar igualmente querido por la universal colombiana en los últimos tiempos: Cataluña. Y así lo dejaron entrever con su pase, articulado sobre los temas de El barranko peleón, su primer CD, y la triunfal mixtura de sonidos y ritmos conocida como Barcelona Sound, macedonia que dicha noche sonó erigida sobre ingredientes tan electrizantes como la rumba, el funk, el reggae/ragga/dancehall, el ska o la salsa; ¿el resultado final? Aunque más rockerizada, una propuesta musical que, en su punto, festiva y bailona por demás, nos recordó por momentos las de paisanos suyos como La Pegatina, Gertrudis o Muchachito Bombo Infierno. Y sí, Los Barrankillos convencieron a los presentes: a un público que, llegado en buena parte durante su actuación, sorprendido por su contagioso latir, aplaudió su entrega y calor. Y acto seguido, ante una sala expectante -más que en efervescencia-, el momento verdaderamente esperado: el de la comparecencia del legendario alquimista sonoro Kiko Veneno.
A ritmo no excesivamente avivado, su actuación, claramente equilibrada, se tradujo en una especie de dos en uno por momentos; de dos conciertos en uno -en cierto modo- atendiendo a los temas que sonaron y a cómo fueron recibidos por el público, alternándose composiciones de estreno, como Cadena de oro (primera en sonar), La chispa (tercera) o Pájaros en el cable (versión en clave de rumba de un tema de Leonard Cohen) y legendarias como Superhéroes de barrio o Delincuentes, segunda y cuarta -respectivamente-: luciendo las nuevas dosis de veneno administradas, eso sí, genuinamente nutridas de arte lírico, música y colores. Mostrándose su voltaje a la altura del de las viejas, a pesar de no ser seguidas con idéntica efusión: y es que los asistentes dieron más bien esta sensación al respecto, la de haber ido a escucharlas… o estar haciéndolo por vez primera. En cualquier caso, démosle tiempo al tiempo, mostrándose en potencia los efectos de dichas dosis tan letales como los de las más conocidas. Demostrando tener madera de veneno… vital, estar sus principios activos tan llenos de vida como los de Me siento en mi cama, Joselito o Memphis blues -por ejemplo, atendiendo a otras que sonaron-, y tanto para el repertorio del autor, quien compareció de impoluto blanco, como en lo referido a continuar configurando la banda sonora de las vidas de sus seguidores: De los de un Kiko Veneno, el de la voz de oro, de quien, dame veneno que quiero vivir (en el sentido de seguir vivo, sintiéndonos vivos: expresiones no necesariamente sinónimas siempre), podríamos decir que marcando impronta y solera, pese a la entrada registrada, renovó con sus cantecitos el voto de confianza en él depositado por sus más irreductibles fans. Bien, tanto él como aquellos.