mENCHU Gal y Jorge Oteiza nacieron a orillas de un río. La primera cerca del Bidasoa, que marca la frontera con Iparralde y Europa, con la novedad y el límite. Oteiza creció junto al Oria, cauce vertebrador de Gipuzkoa. Sus vidas siguieron meandros variados y bebieron de afluentes muy distintos; sin embargo, confluyeron en un mismo lecho: Irun.

Jorge Oteiza vivió en esta ciudad desde 1957 hasta 1974. Allí germinó un periodo "de una gran vitalidad creativa y un gran espíritu proteico, donde desarrolló su vida en el mundo del cine, de la escultura y de la literatura", aseguró el director del Museo Oteiza en Alzuza, Gregorio Díaz Ereño, la semana pasada, en la presentación de la exposición Oteiza-Gal, dos miradas que convergen en Irun, que se podrá visitar hasta el 10 de junio.

Esta muestra, que acoge la sala irundarra Menchu Gal, explora la obra de los dos artistas en el momento en el que el escultor oriatarra habitó en la capital del Bidasoa. El criterio elegido para la elección de las piezas ha sido, además del periodo temporal, "la evolución plástica de ambos artistas", explicó Iñaki Ruiz de Eguino, comisario de la exposición.

a la vanguardia del arte

Caminos separados

En realidad, Oteiza y Gal tienen poco en común. Sus planteamientos, aunque innovadores en su época, están muy separados y, además de adentrarse en artes muy distintas, no confluyen en sus ideas. "Es evidente que plásticamente siguen dos caminos absolutamente distintos", indicó Ruiz de Eguino. "Pero sí que podemos buscar una justificación dulce en que ellos, bajo esta atmósfera del Bidasoa, vienen a recrearse o inspirarse en sus propias obras", poetizó el comisario.

Ruiz de Eguino apuntó que, además de la coincidencia de que Oteiza viviera en Irun, ese momento "es un periodo renovador, en el cual la plástica o la estética de posguerra española necesitaba unos nuevos aires". Los dos artistas abordaron esa tarea vanguardista. "Menchu Gal en la pintura, desde la expresión el paisaje y la naturaleza, y Jorge Oteiza desde lo no orgánico, la geometría, la ciencia y el movimiento", mostró el comisario. Siguiendo con el escultor, enfatizó de él su cualidad de artista teórico, ámbito que abordó durante su estancia en la localidad.

La sala presenta las piezas en dos espacios separados. De la artista local muestra algunos bodegones y varios paisajes, como por ejemplo el de la Bahía de Txingudi. En general, las obras de Gal aportan "unas formas muy rompedoras", afirmó Ruiz de Eguino. En esa temporada, Gal vivía en Madrid, pero se acercaba a su ciudad natal en verano y por la Navidad, para dedicarse a pintar.

Las esculturas de Oteiza expuestas, el plato fuerte, muestran "de una manera, aunque sucinta, muy real lo que supone el discurrir de los diversos momentos de su obra", explicó Gregorio Díaz Eraño. Las piezas presentes están extraídas, cada una, de una serie distinta. Estas series han sido seleccionadas "para dar una lectura coherente al contenido", afirmó el comisario. Ruiz de Eguino ha seleccionado una escultura significativa de cada una "para que sean un indicio de lo que él vino a desarrollar en Irun". "Se pueden completar sus momentos creativos y que culminan con ese drama conseguido que supone contemplar la Piedad de Arantzazu", remarcó el director del Museo Oteiza.

Junto a sus esculturas, se pueden "ver sus dibujos, algo no tan conocido, y que permite ir desgranando su quehacer artístico", explicó Díaz Erreño. "La idea de aportar una serie de dibujos preparatorios e ideas de preparación enriquecen de modo especial esta muestra", aseguró el comisario.

vivir al límite

La casa de Irun

El centro neurálgico de la existencia de Oteiza en este municipio fue su vivienda. Fue "una casa realizada con un ideario muy concreto", indicó Ruiz de Eguino. El arquitecto fue su amigo Luis Vallet, aunque él también aportó sus propias ideas acerca del espacio. Este inmueble, que compartió con Néstor Basterretxea, "será una incubadora donde terminará de gestar ese propósito experimental que va macerando desde Madrid y, sobre todo, dará pie a que sea un periodo en el que reflexione y se dé cuenta de que la literatura entre en su obra para teorizar todo aquello que ha venido desarrollando", explicó el comisario. No en vano, fue allí donde escribió su Quosque tandem...! y se convierte en un lugar experimental, tanto teórico como práctico.

Jorge Oteiza eligió este enclave por ser "un espacio fronterizo, limítrofe", dijo Díaz Erreño. El límite, ese punto inconcreto que el escultor tanto estudió. Esta casa, además, también sirvió de catalizador de la amistad de los dos artistas. Ahora, es esta ciudad la que les recuerda, con el cariño como se recordaban entre ellos, para demostrar que el arte también entiende de amistades.