"El humor aspira a contar la vida como nunca antes te la habían contado"
El humorista gallego llegará mañana al Gayarre con un espectáculo en el que tratará de establecer un diálogo con el público, lanzándole preguntas sobre cuestiones en las que pocas veces reparamos como las ruedas de las maletas, las pegatinas de las mandarinas...
pamplona. Viene a actuar a Pamplona, una ciudad que conoce bien.
Sí, estudié allí y no solo eso, sino que hice muchos amigos y he vuelto varias veces. Sin embargo, sí es la primera vez que actúo en el Gayarre. He estado muchas veces como espectador, pero nunca como intérprete.
¿Qué recuerdo tiene de aquella época como estudiante; era de los que 'quemaba' San Nicolás o se iba los fines de semana?
Yo era San Nicolás puro. Ten en cuenta que soy gallego de la Coruña y no sé cómo está el tema ahora, pero por aquel entonces irme a casa en tren suponía once horas de viaje. Era como una aventura, porque aquellos trenes estaban diseñados por Satanás. Alguien dijo "vamos a ver cómo hacer que este invento sea infernal". Y otro contestó "podemos impedir que los asientos se reclinen, y aun mejor, que se reclinen ligeramente hacia delante". Otro añadió "esa idea es buena, pero la tapicería podría ser de papel de lija", y un compañero fue más allá: "pongamos el papel de lija en las cortinas, de modo que si uno se queda dormido y apoya la cabeza en la ventana, le rasque la cara"... Y así durante once horas; aquellos viajes eran inolvidables (ríe).
¿Cuando estudió tenía claro que lo suyo iban a ser los guiones de humor?
Los estudios en Pamplona fueron una excusa para mi padre, que es un señor muy serio. Yo quería ser guionista, pero no podía decir aquello de "quiero ser artista", así que dije que quería ser periodista, que a él le convencía mucho más porque era la época de Pedro J. Ramírez con los tirantes y le gustó la idea. Pero me dijo que solo podría ser en la mejor universidad de España, que para él era Pamplona, así que aquí me vine. Y pasé cuatro años estupendos estudiando Periodismo, pero con la idea de hacer guion o algo relacionado con el cine, o la televisión. Lo que no tenía claro en absoluto era que algún día iba a estar delante de las cámaras y no detrás. Pero sí que me iba a dedicar al humor, porque para mí era una tendencia irrefrenable.
Su querencia natural.
Claro. Podría no haber hecho humor, pero no sería tan feliz. Hay veces que el cuerpo te pide cosas y si tienes la suerte de poder dedicarte a ellas pasas a formar parte de ese prestigiosísimo grupo de personas que reciben un sueldo por hacer aquello que gustosamente harían gratis. Recomiendo a todo el mundo que intente dedicarse a lo que le gusta porque si lo consiguen, es maravilloso.
También ha probado en el cine con 'La habitación de Fermat', que escribió y dirigió junto con Rodrigo Sopeña, también exalumno de Navarra, ¿cómo fue la experiencia?
Esta película transcurre en una sola habitación con cinco actores y la escribimos así porque queríamos hacer una película tan barata que la pudiéramos financiar nosotros. Escribimos el guion pensando en eso y al acabar hablamos con Álex Pardo, profesor de Producción de la Universidad de Navarra, para preguntarle si nos ayudarían a hacerla, y no solo lo hicieron, sino que nos pusieron en contacto con la productora que al final la hizo, Notro Films.
Hace ya unos años de ese estreno, ¿no se animan a hacer la siguiente?
La verdad es que surgió una segunda película, pero la situación económica impidió que el proyecto saliera. Por suerte, tanto Rodrigo como yo podíamos dedicarnos a otras cosas; él dirigió el programa de José Mota y yo he hecho televisión y teatros, pero la historia está ahí para cuando las cosas mejoren y se pueda volver a hacer cine.
De momento, entonces, hablemos de teatro. ¿Qué vamos a ver mañana en el Gayarre?
Hago un show en el que solo estoy yo y en el que intento hablar de la vida. Pero, ¿qué pasa?, pues que el monólogo no es el mejor formato para hablar de este tema, porque en la vida uno habla y los demás escuchan. Hay que escuchar lo que dicen los demás, intentar proponer y tratar de ir juntos hacia algún lado. Y para que este monólogo se parezca más a la vida, dejo que los espectadores sugieran cosas, les hago preguntas y reflexionamos sobre sus respuestas. No es que suba a la gente al escenario y se lo haga pasar mal, nada de eso, el público siempre está en su butaca y desde allí puede gritarme y decirme cosas. Cuanto más participa la gente es más divertido.
¿Su humor es cotidiano?
Se puede definir de muchos modos, yo ni me planteo ni necesito definir mi humor, porque es el único que sé hacer. Lo han definido como humor de lo cotidiano, y puede ser, sí.
¿Pero sabe por qué los mayores construyen los columpios siempre encima de un charco?
Pues no lo sé, esa pregunta la haré en el Gayarre. El show intenta buscar respuestas a preguntas que están ahí y que muchas veces nos pasan desapercibidas, que no hemos reparado en ellas, como tampoco hemos reparado el suelo del charco (ríe).
En todo caso, queda claro que en estos momentos nos hace falta reír.
La risa está un poco sobrevalorada. Solo es una respuesta a un estímulo externo como las cosquillas, un porro, una borrachera... Y esa risa no tiene ningún interés, lo que interesa es el humor, que es el pensamiento que está detrás de la risa. La risa es como la espuma de la cerveza; es decir, solo interesa si debajo de la espuma hay una cerveza fresquita y con presión. Pero una cucharada de espuma sola no te lleva a ningún lado. Lo interesante es el humor porque busca poner en tela de juicio cada una de las solemnidades que damos por supuestas y que muchas veces no son más que una cáscara vacía. El humor cuestiona todo eso, pero sin ninguna consecuencia. Yo lo planteo, nos reímos todos y la clave es que sea algo imprevisto. El humor aspira a contar la vida como nunca te la habían contado antes y explicándote cosas que nunca te habían explicado; pero tiene que aspirar a contar algo. Eso sí que es interesante, eso sí que lo necesita la gente. Hace falta algo de alegría, de optimismo y también de risa, que es una reacción física estupenda... De hecho, yo noto que las personas ya no vienen con ganas de reír, sino con la necesidad de reír. Y la entrega es casi orgiástica. Y lo que intento es garantizarles que saldrán mejor de lo que entraron. Sé que no voy a hacer que se olviden de los problemas, para eso mejor las drogo, sino que se lo pasen bien un rato y que, quizá, al salir puedan enfocar las cosas de otro modo.
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