Pamplona. Han pasado diez años desde la muerte de Oteiza, diez años en los que Carlos Catalán pasó de estar en primera línea con un papel activo dentro del universo oteiziano a casi desaparecer. Muchos se preguntan dónde ha estado en este tiempo y qué ha hecho desde entonces.

En este tiempo no he estado desaparecido. He vuelto a mi actividad anterior con la pintura antigua, centrado en mi trabajo como historiador del arte. Ponen en mis manos un cuadro de calidad suficiente pero con documentación insuficiente y yo me encargo de ir a los expertos, hacer analíticas, buscar donde sea del mundo, archivos, museos, bibliotecas, hemerotecas toda la información sobre el. He trabajado todo tipo de autores: Rubens, El Bosco, Velázquez, Tiziano, Basquiat...

Un trabajo para que el que hay que tener algo más que formación.

Sí, hay que tener un don para mirar una pintura y reconocer su autenticidad. Se aprende, pero hay que estar mirando y viendo mucha pintura. El ojo se hace. Yo nací en el Museo de Navarra y me he criado allí porque trabajaba mi padre. Yo he crecido entre obras de arte y he aprendido a mirarlas. Luego estudie Historia del Arte y Ciencias de la información y me doctoré en Mexico, una vida compleja, pero siempre cerca del arte. Desarrollas cierto instinto.

¿En este tiempo ha tenido relación con el entorno de Oteiza?

Con la Fundación Oteiza no he tenido ninguna relación, con algunos patronos sí y también con gente que estávinculada a Oteiza y a su obra.

¿Cuándo conoció a Oteiza? ¿Cómo era como persona y como artista?

Yo a Jorge le conocí en el año 1968 en la Escuela de Deba, una experiencia maravillosa. Yo tenía 19 años e imagínate como te puede influir una persona genial como Oteiza en esa edad, era un genio real, un visionario. Despreciaba la obra física, le interesaba la experimentación. A un tipo como yo que venía de Pamplona, de un páramo cultural, Jorge me abre la mente, me enseña el mundo y me enseña a mirar el arte. Me contagió el concepto del compromiso; era un agitador. A mí Oteiza me volvió del revés la vida. En un momento delicado para mí el apostó y luchó para que yo saliera libre y eso son débitos que quedan, por eso cuando Jorge me llama él sabía que yo no iba a decir que no. Acepté el reto porque tenía una deuda con Jorge. Era un indignado, un hombre agitador que no se callaba; era siempre consecuente con sus ideas y estaba cabreado por cómo veía su legado. Oteiza pensaba que Navarra era la cuna de la cultura vasca, la cabeza y el corazón, por eso vino aquí y por eso entregó su obra. "Soy navarro, soy de Orio y por eso soy navarro" decía. Estaba convencido de que su obra tenía que quedarse aquí.

Cuando accede a él ¿tenía la sensación de que alrededor de Oteiza había un mundo poco transparente. Demasiada gente queriendo sacar partido?

En el entorno de Oteiza había de todo, había muy buena gente, que le cuidaba como Ana Mari Marín, Begoña Eguren, su médico... otros se arrimaron porque les daba prestigio y luego estaban los artistas que admiraban a Jorge pero que se consideran intérpretes infalibles de su vida y obra y criticaban las cosas que hacía y olvidaban el respeto a la libertad de Jorge. Era un mundo complicado.

Pero sabiendo como era, usted se acercó y le toco vivir tiempos difíciles ¿Por qué le elige Oteiza?

Jorge me nombra patrono de la Fundación para romper el empate en el patronato (entonces contaba con 8 patronos) y decantar la Fundación hacia lo que el quería, no hacia el Gobierno. El quería un patronato de su confianza, ya que la Fundación estaba tomando una deriva que, a juicio del artista, no seguía su espíritu y filosofía y por eso me nombró, para poder llevar a cabo aquello que se contempla en los Estatutos. Al igual que antes a Apalategi, Morrás, Irigarai y Urbeltz, los patronos oteizianos, gente muy cercana a Jorge desde sus disciplinas, admiradores de la obra y del pensamiento de Oteiza que gozaban de su confianza, era gente, que no tenía servidumbres de ningún tipo, eran libres, no como otros, y respetaban a Jorge. El nos llama para decirnos que hacía falta dar un golpe de timón en la Fundación y romper el empate. Me dice "te voy a meter en el lío de tu vida, lo sabes no, pero como eres un kamikaze sé que no me vas a decir que no". Y dije que sí.

¿Era consciente de dónde se metía al aceptar ser su representante y entrar como patrono de la Fundación, algo que finalmente no pudo ser?

Yo entonces tenía la vida muy bien organizada con mi trabajo, pero como yo le debía mucho a Jorge no le podía decir que no. La intención era rectificar la deriva de la Fundación y que se respetara la voluntad original de Jorge cuando dona el conjunto de su obra a Navarra, su legado material y espiritual. Era un hombre contradictorio pero en sus contradicciones había una fijación y una constante: el amor apasionado a su patria y a los signos de identidad que definen la idiosincrasia de un pueblo y había una forma vasca de percibir el mundo, un estilo, la decantación de signos de una historia de un pueblo viejo. Un modo vasco de percibir el mundo, de ser y reaccionar, ni mejor ni peor.

¿Tan mal veía Jorge su propia Fundación entonces?

La Fundación era un hermoso continente, un hermoso Panteón. Una gran caja metafísica, pero había que llenarlo de contenido y tenía que ser un espacio vivo donde tuviese lugar la agitación cultural, la transgresión y la libertad y sobre todo poner énfasis especial en la formación del niño y eso no se estaba haciendo.

Pero a raíz de su entrada y por su vinculación con los patronos designados por él en la Fundación se radicalizó la parte del Gobierno de Navarra en el patronato, en una intención clara de controlar el proyecto. Siempre tuvo el rechazo de la parte oficial. ¿Cree que tenían miedo de perder el control de una institución que en el fondo, antes y ahora, les resulta molesta?

Lo cierto es que no hubo ni voluntad ni medios de poner esto en marcha tal como quería Oteiza y el Gobierno de Navarra con UPN tenía claro que ante el peligro de que vienen los vascos había que evitarlo. Esa fue la misión que tenía el Consejero de Cultura, Juan Ramón Corpas, controlar la fundación aunque fuera contra la voluntad de Oteiza. Pararon los deseos de Oteiza cuando estaba lúcido. Y como yo era el que rompía el empate pues fui la diana. Dije que sí como patrono porque era consciente de la trascendencia de todo esto. No acepté ser director del Museo, que también me designó Oteiza. Era un intento de Jorge por reconducir una Fundación que estaba muerta, sin condiciones para la obra a pesar del magnífico trabajo de Carlos Martínez o Pilar del Valle que fueron purgados, como intentaron mi muerte civil. Lo intentaron a conciencia.

¿Tan fuerte era el rechazo del Gobierno a lo que representaba Oteiza?

Recuerdo una anécdota, cuando inauguramos la exposición de Oteiza en García Castañón, mucho antes de los líos de la Fundación. Como comisario tenía que acompañar al presidente del Gobierno, Miguel Sanz, por la exposición. Y ya en la puerta, antes de bajar las escaleras dijo: "¿Esto qué es?" No sabía nada de Oteiza. Creo que es un dato importante que dice mucho del interés que tenían por Oteiza. Una gente que su techo estético es poner payasos tristes de Lladró en sus casas, que después se formaron un poquito y llegaron hasta Juan de Ávalos y se quedaron allí. Esa gente odiaba lo que suponía el pensamiento de Jorge, la transgresión y la rebeldía, y su obra escultórica era un espanto para ellos.

Pero la polémica se desata cuando en el año 2001 Oteiza le nombra representante y albacea para un contrato que firma con la galería Marlborough, en lo que supone la vuelta del artista al mercado y a la producción de obra, algo de lo que por voluntad propia se había retirado. ¿Qué papel jugó usted en la firma de ese contrato?¿Le benefició en algo?

Yo no contacté a Jorge Oteiza con la galería Marlborough en contra de lo que se ha dicho. Antes de ser yo colaborador de Oteiza y de que me nombrase albacea, María Porto, directora de la galería, recurre a Oteiza para pedirle una escultura monumental de sus cajas metafísicas para una exposición colectiva de escultura española en el Palais Royal de Paris. Se hace una pieza nueva, en Alfa Arte, en bronce y Jorge la autoriza. Yo todavía no era su representante. Marlborough pagó el coste de la obra. Entonces la galería trataba de quedarse con la escultura por el costo y así se lo dicen a Oteiza y es entonces cuando me pide mi opinión y mi ayuda. En ese contexto le ayudé a escribir una carta en la que decía que de regalar la escultura nada. El propietario de Malborough le propuso entonces hacer una exposición en Nueva York con todos los medios y firmar un contrato para esa gran exposición. Jorge lo consulta con su entorno y decide, como siempre, hacer lo que quiere y me nombra representante y me pregunta mi opinión. Yo le contesté lo que pensaba. Le dije que me parecía muy romántica su decisión de quitarse del medio del mercado del arte y de las galerías, y muy respetable, pero eso tiene un precio, que es que no se te conoce en el mundo y esto podía ser una buena oportunidad. El me decía "¿Tú crees que vale algo todo lo que he hecho?" y yo le dije que sí. Le dije que es importante que cuando un artista está vivo y puede controlar su obra te conozcan en el mundo.

Al final no se consiguió ese reconocimiento internacional.

Pero nos pusimos en marcha. Fui a Nueva York para hablar con Richard Serra en la galería Gagosian. Le llevé de regalo, de parte de Oteiza, una escultura, que el le agradeció por escrito y se comprometió a escribir el catálogo de la exposición de Oteiza para la galería Malborough.Oteiza estaba emocionado con ir a esa exposición. De allí fui a Reno a entrevistarme con Joseba Zulaika, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Reno, y nos ofreció una itinerancia por distintos estados americanos y como compensación Jorge regalaba una pieza para un lugar emblemático de Reno. De allí, a Los Ángeles, al estudio de Frank Gehry al que también por encargo de Oteiza, llevé otro regalo, una escultura con la nota "Ahora ya tienes todo" porque esa escultura había sido la inspiración de un edificio de Ghery y el se comprometió a patrocinar el desembarco de Oteiza en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles Estaba todo en marcha, pero al final no pudo ser y nada se llevó a cabo.

Qué hizo Malborough con las esculturas, ¿las vendió?

Finalmente se hicieron las piezas. Fue la primera vez que Oteiza numeró sus obras, nunca antes lo había hecho. Y de todas las obras nuevas una era para la Fundación. La galería vendió solo una y el resto pasaron a la heredera de Oteiza. Son obras que se pueden vender como se podían vender en su momento. Pilar Oteiza es la heredera y por tanto es ella la que tiene las obras. Todo está claro.

Se vertieron acusaciones muy duras contra usted. Se le acusó de manipular a Oteiza y la Fundación, controlada por el Gobierno, le denunció por apropiación de obras. ¿En qué quedaron esos procesos?

La denuncia por apropiación indebida no llegó a nada. El juez de Aoiz me llamó y vio que no había causa ni para abrir el proceso. Se archivó cuando el juez vio toda la documentación, la carta de Serra, las esculturas y maquetas que se decía que no estaban y estaban... Determinada prensa me dedicó las portadas para airear la denuncia y condenarme. Todo está documentado y Corpas y el Gobierno, cuando lanzan la denuncia, saben que no hay pruebas, pero siguen para adelante. No hubo ni diligencias previas, ni procesamiento, nada de nada. Quienes mintieron nunca rectificaron. Yo nunca me apropié de nada de Oteiza. Con la denuncia consiguieron manchar mi imagen y dañar mi trayectoria profesional. Nunca ha habido ningún proceso contra mí. Todas las piezas que salían de Alzuza eran por orden de Oteiza y todas se devolvían.Tengo todos los recibos, por suerte.

Entonces, ¿por qué se le denuncia?

Ellos tenían solo un objetivo: apartarme para que no se cambiara nada en la Fundación y evitar así que se le diera al museo la orientación que Jorge deseaba.

¿Dañaron su carrera dentro del mundo del arte?

Si a una persona que vive del mundo del arte, porque esa es su profesión, le pones fama de que se queda con obras de arte, está civilmente muerto; el arte es un mundo cerrado, muy complejo y reducido y si coges fama de ser un manguta todo se hunde. Yo era peligroso para el Gobierno y me tenían que desactivar porque gozaba de la confianza de Jorge y tenía un mandato de él que estaba dispuesto a cumplir quemándome las cejas. Su forma de desactivarme fue desprestigiarme, primero diciéndole al fundador que no tenía derecho a nombrarme patrono, aunque luego Corpas si ha tenido derecho a nombrar a otros. Yo estoy marcado a fuego por mi pasado y para ellos en aquel momento ETA iba a apoderarse de la Fundación, así, sin matices, y había que hacer lo que fuera por impedirlo. Y lo hicieron. Yo he sido un tipo libre toda la vida y me ha costado un precio muy alto serlo. Me he podido equivocar, pero siempre he dado la cara. Pero sobre todo se me hizo daño personal y tuve un coste muy grande. Nunca estuve imputado.

Cómo ve ahora la Fundación ¿cree que se esta trabajando en la dirección que quería el fundador?

Creo que el continente, el edificio de Saenz de Oiza es una maravilla, una escultura arquitectónica de Jorge. El museo es aceptable museográficamente pero le falta un recorrido didáctico de más calado. Pero lo que no tiene perdón, y es medular en la idea de Jorge, es que no tenía que ser un museo panteón, sino un espacio de agitación y transgresión cultural, de experimentación. Jorge quería que eso fuera un foro de irradiación de su pensamiento y su concepto estético y eso no se ha hecho, ni lo pueden hacer porque no han respetado nunca a Jorge, entre otras cosas porque odiaban el arte de Jorge, odiaban su personalidad revolucionaria y rebelde, les ponía en guardia porque era incontrolable. Jorge era lo contrario. Luego les espantaba el Jorge activista y, sobre todo. que era vasco, porque esta gente tiene acreditada la fobia irracional antivasca, odian al euskera y como consecuencia todo lo que representaba Jorge. Han hecho una fundación que se limita a acoger a los intelectuales orgánicos del circuito, por no hablar de la inactividad de la Cátedra. No les ha importando Jorge. Y no me refiero para nada al director actual del Museo, que me parece que está haciendo bien su trabajo con los medios que tiene.

Oteiza no llego a ver su museo abierto, murió apenas un mes antes.

Sí. El gran drama de Oteiza, la traca final de su vida, es acabar en manos por vicisitudes de la política, de la gente que representa lo que más detestaba Jorge, las antípodas de él. Es la traca final de una vida contradictoria, de un hombre con sus grandezas y sus miserias; pero al final su obra, su Fundación y su Cátedra están controlados por el poder que representa lo que el más detestaba, un gran drama. No deja de ser una apoteosis final que en el fondo sería de su gusto porque siempre pensaba que del conflicto surgían cosas aprovechables por eso nos activó a todos para que nos partiéramos la cara por él.

Ahora aprovechando el décimo aniversario de su muerte Oteiza a vuelto al mercado. ¿Qué le parece?

Me parece muy bien que los propietarios de obras de Oteiza las pongan a la venta. Hay mucha gente empeñada en hablar por boca de Oteiza y en apropiarse de lo que creen que el hubiera dicho o hecho. Pero Jorge era lo que el quería ser. Jorge ha vendido obra siempre y ha regalado obra siempre. Por cierto, yo nunca acepté ninguna pieza de las que quiso regalarme, quiero dejarlo claro y ¡menos mal! Sin embargo hay gente del entorno que tiene muchas piezas de Oteiza porque el artista se las dio. A Jorge lo que le gustaba era comer bien y gastarse el dinero que tenía en los últimos años de su vida, porque nunca había tenido dinero, en lo que quería.