Intérprete: Carlos Navascués Nocito, órgano. Programa: Obras de Martín y Coll, Correa de Arauxo, Padre Antonio Soler, Rodríguez Seminario, Jesús María Muneta, un anónimo del siglo XVII, y una obra del propio organista. Fecha y lugar: Órgano de la parroquia de San Miguel de Larraga. 27 de agosto de 2013. Buena entrada.

eL músico Jesús Mª Muneta -alma pater, en este caso- del ciclo de órgano de Larraga, habla, en su presentación de los conciertos, de la madurez del ciclo. Madurez que se demuestra en la respuesta del público año tras año, en la inclusión de diversos instrumentos que dialogan con el órgano y en la calidad de los intérpretes. También es signo de madurez el solaparse con el Ciclo de Órgano de Navarra, en esa empresa común de mantener vivos los majestuosos instrumentos de tubos.

El concierto que nos ocupa lo protagoniza el intérprete Carlos Navascués -navarro de Cintruénigo- ligado a la organistía titular de la Catedral de Sevilla. Navascués pergeñó una programación en dos partes diferenciadas: cuatro autores -uno anónimo- del gran repertorio organístico español, y otros tres -también españoles- contemporáneos; eso sí, dentro de la más ortodoxa tonalidad. Comienza el recital con una presentación sosegada, de danza elegante y un tanto galante, diríamos, de Martín y Coll. Para seguir con un tiento de Correa de Arauxo, de más dificultad, con adornos en ambas manos -estupendamente solucionados por el organista-, que producen esa sensación de corriente continua de música, de torrente sonoro que da ese carácter tan completo al instrumento. Los ecos en los registros del órgano, siempre son espectaculares y muy bien recibidos por el público: el anónimo del siglo XVII de corneta con su eco, es una delicia de color en el sonido; aquí cada órgano tiene su personalidad, el de Larraga posee una corneta espléndida, llamativa, pero no chillona, con redondez.

El neo-romanticismo de Rodríguez Seminario -organista en Pamplona y Valmaseda del siglo pasado- es de una solemnidad contenida y llena. La música de Muneta, ya lo constatamos en ediciones anteriores es de densa plenitud religiosa, tanto en los pasajes de exaltación gloriosa, como de recogimiento en la plegaria; es muy clara esta dinámica en su obra Un solo Señor, que termina en un espléndido tutti con la trompetería horizontal incluida.

Y un apartado especial para la partitura del propio intérprete, Carlos Navascués. Su suite en Sol mayor está compuesta sobre los movedizos pasos de cinco danzas: un rondó y danzas alemana, española, inglesa y francesa. Es una obra de trazo clásico rotundo, sin heterodoxias que dañen el oído. Es una obra muy exigente con el intérprete. Y es una obra que se escucha -ya desde la primera vez- con inmenso placer. A mí, en algunos temas, -muy pegadizos y de indiscutible inspiración melódica-, me recordaba a Hilarión Eslava; no tanto por las composiciones en sí, sino por esa luminosidad y alegría que inspira a todo compositor del norte que llega al sur. El recorrido de la mano izquierda, mientras la derecha desgrana un tema alegre, la cierta austeridad de la zarabanda, el arranque de extremo virtuosismo de la giga, la brillante trompeta de la bourré; rezuman un perfecto dominio de la técnica compositiva, pero también jovialidad. Todo servido con una muy limpia ejecución; solventando, como siempre suele pasar con los vetustos instrumentos, algún fallo en los enganches de registros. Una propina de JS Bach, que nunca puede faltar, puso fin al muy aplaudido concierto de este excelente organista, en la más pura tradición de los organistas clérigos de las catedrales.