barcelona. Fue la más grande bailaora del siglo XX, revolucionó el mundo del flamenco y se codeó con algunas de las grandes personalidades de su tiempo. Todo eso fue Carmen Amaya, que hoy habría cumplido cien años. Nacida el 2 de noviembre de 1913 en una barraca del Somorrostro en Barcelona, Carmen Amaya despuntó ya de niña en el baile, una faceta que eclipsaría a la de cantante.

La Capitana comenzó a pulir su arte, como recordó la novelista Ana María Moix, en "los miserables antros del barrio Chino, en tabernas llenas de prostitutas, borrachos, ladronzuelos y camellos", allí donde la llevaba a bailar su padre, el Chino; y a los 10 años ya bailaba como lo hizo siempre.

De aquellos antros, a los que no se acercaba la burguesía, Carmen Amaya dio el salto y sedujo al público de París, Londres, Buenos Aires, Berlín, México, o Nueva York. Llegó a actuar en tres ocasiones en el programa de Ed Sullivan, fue admirada por Toscanini, por Stokovski, seducida por Orson Welles para participar en una película con Marlene Dietrich, conoció a la reina de Inglaterra, protagonizó un reportaje en Life, y bailó en la Casa Blanca para el presidente Franklin Roosevelt, que la obsequió con una chaqueta con incrustaciones de brillantes.

Movía los brazos y las manos como sus antecesoras, recordó Moix, pero tenía "una fuerza descomunal en los pies y picaba el suelo con una energía nunca vista en una bailarina", con un taconeo que sólo se apreciaba en los bailarines masculinos.

Aunque Carmen Amaya despertó un enorme fervor popular, pocos intelectuales se hicieron eco de su arte, con las contadas excepciones del crítico de arte Sebastià Gasch, de Gonzalo Ruano o de algún otro escritor. La escasa presencia pública de Carmen Amaya en su ciudad natal, con una fuente en la Barceloneta y una escultura perdida en la montaña de Montjuïc, son testimonio del olvido al que su arte y su figura fueron condenados durante años.

La última novedad es el libro Carmen Amaya, escrito por David Pérez y Montse Madridejos, que se presentará el 5 de noviembre en el marco de la IV edición del Festival Carmen Amaya. A pesar de haber sido una catalana universal, como Miró, Dalí o Montserrat Caballé, los restos de Carmen Amaya, enterrada inicialmente en Begur, descansan en Santander en el panteón de la familia de su marido, el guitarrista Juan Antonio Agüero.