Empezaron en el mercado de las historietas como vendedores ambulantes, recorriendo mercados y ferias de toda Navarra, hasta que les surgió la posibilidad de hacerse con un local en el casco viejo de Iruña. En el número 28 de la calle La Merced, donde siguen activos, el matrimonio de dibujantes y apasionados lectores de cómics formado por Julio Atienza y Rosa Ezkurdia se lanzó en los días previos a la Navidad de 1983 a abrir la primera librería especializada en su género de la comunidad, y la segunda entonces de Euskal Herria -la más antigua es la Tótem de Bilbao, fundada en 1977-.
TBO, una tienda ya mítica en Pamplona, ha cumplido este mes tres décadas de actividad, y aunque afectada como todo negocio por la crisis, sobrevive gracias a una legión de clientes fieles que aprecia el trato cercano y los conocimientos sobre el género de sus propietarios. La librería, que empezó con la mitad de superficie dedicada a venta que la actual (unos 23 m2), mantiene la esencia de establecimiento antiguo y oficio artesanal. "Siempre hemos querido que esto sea un self-service, que todo el mundo toque los libros, tiene que ser así", dice Julio Atienza (Pamplona, 1959). Ni las nuevas tecnologías han llegado a la forma de cobro: "Aquí siempre en efectivo, y así va a seguir siendo. Es por principios, no quiero tarjetas porque los bancos no tienen por qué llevarse beneficio", defiende este comerciante que, en 30 años de oficio, ha visto cambiar, y mucho, el mercado del cómic. "Cuando abrimos el cómic en España estaba saliendo, no llegarían a veinte las librerías especializadas en todo el Estado, y ahora serán lo menos doscientas... Y con las editoriales también ha pasado", cuenta Atienza, quien reconoce que "fue difícil" hacerse una clientela en Pamplona. "En el 83 no había aquí nada en torno al cómic; yo mismo, como cliente, para conseguir una colección tenía que patearme todo, tienda por tienda, y ni siquiera encontraba dos números seguidos de lo que buscaba. Fuimos poco a poco, gracias a que corrió el boca a boca, porque antes no era como ahora, que puedes darte a conocer por Internet", recuerda.
En esas primeros años de la década de los 80, TBO optó por mimar el género de superhéroes: "Era lo que más coleccionaban los chavales de aquella época, así que cuidamos mucho esa oferta y a esos clientes". Fruto de esa labor, la tienda puede presumir de recibir hoy a los hijos pequeños de aquellos estudiantes que entonces iban a comprar tebeos. La oferta de TBO, que aglutina cómic de autor (de aventuras/superhéroes, terror, político, de ciencia ficción y underground), novela gráfica (obras en las que el texto cobra más importancia que el dibujo) y manga, ha ido creciendo en paralelo al boom que ha experimentado el género. "Hoy incluso es exagerado, se edita muchísimo. Por un lado es positivo, porque da oportunidad a muchos autores, pero también pasa que al popularizarse tanto falta criterio de selección, y al final a la tienda te llega de todo, y muchas cosas que no se venden porque no tienen calidad", asegura. Los precios también han cambiado, como consecuencia de esa cotización mayor del género. "Ahora, para los tiempos de crisis que vivimos, el cómic es caro. Además, sacan unas ediciones integrales que ya te obligan a gastarte 40 euros de golpe, cuando antes podías comprar las historietas de manera independiente a lo largo del tiempo... Deberían bajar los precios, una persona con un sueldo de 800 euros y que es aficionada a estas obras, no puede permitirse semejante gasto habitualmente, como querría", dice. También lamenta que con los años hayan desaparecido las revistas de cómic, "cumplían una labor muy buena, descubrían a los lectores nuevos autores". Ahora la única referencia son los medios de comunicación, "que influyen mucho, y muchas veces hinchan con publicidades exageradas determinados productos y eso hace que otros queden muy eclipsados, por no decir ocultos", apunta.
Junto al mercado, Julio Atienza y su mujer, Rosa, han visto cambiar en estos 30 años la ciudad de Pamplona. En lo cultural, asegura él, "antes había más vida. Con Balduz de alcalde se hacían más cosas. Ibas a San Juan y había ambiente, todos los veranos había conciertos en la Ciudadela... Después del franquismo todo el mundo tenía ganas de hacer cosas, y mucha actividad cultural se hacía impulsada por particulares o asociaciones, y el Ayuntamiento lo apoyaba. Ahora es todo lo contrario, ponen trabas para cualquier cosa alternativa a lo oficial...", cuenta mientras atiende a varios clientes de mediana edad. "Ahora a los que menos se ve es a los clientes más jóvenes, están sufriendo más la crisis y se nota, ya no compran tan a menudo", asegura el comerciante.
Aunque su negocio nunca ha sido rentable -"aquí malvivimos", dice-, tampoco ha experimentado un gran bajón por la crisis. "Nunca hemos estado tan arriba como para caer tanto", reconoce Julio, quien ve "negro" el futuro del libro en general, "por la piratería unida a la crisis". Pero mientras le dé "para vivir", ahí seguirán él y Rosa, recomendando buenas historias para hacerles a muchos la vida más llevadera.