ESTELLA-LIZARRA - Aunque no comparte sus primeros apellidos con la familia Maeztu, por las venas de la doctora en Historia del Arte Mª Josefa Lastagaray Rosales corre la misma sangre que por las de tres personajes ilustres del siglo XX: los hermanos alaveses Ramiro, María y Gustavo de Maeztu. Nieta de Ángela,-la segunda de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Manuel de Maeztu y Juana Whitney-, madrileña de adopción y vizcaína de origen, acaba de publicar su primer libro, dedicado precisamente al mayor de los hermanos, el periodista Ramiro de Maeztu, y a una de sus vertientes menos conocidas, la de corresponsal en la Primera Guerra Mundial acompañando al Ejército inglés.

En Crónicas de la Gran Guerra. Inglaterra en armas y otras visitas al frente (Ediciones Laergástula), la autora recopila 66 de esas crónicas que su tío-abuelo publicó en diversos medios y que, dice, aportan una visión diferente del conflicto. Además, Lastagaray, que en 2010 hizo su tesis doctoral en el departamento de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid sobre la familia Maeztu, trabaja contrarreloj para sacar este año una biografía sobre María y en su cabeza, desde luego, no se olvida de Gustavo. De todo ello habló con este periódico en una breve pero intensa visita a la ciudad del Ega.

¿Cómo se embarca en este proyecto tan concreto?

-Salió por casualidad. En mi casa había un libro de pocas hojas de Ramiro al que no le hacía mucho caso. Pero le presté atención y vi que incluía 16 artículos de la Primera Guerra Mundial. Como sabía que había escrito muchos más y consideré que eran muy interesantes, los transcribimos (con la ayuda de los editores) hasta completar 66. Decidimos incluso mantener la erratas originales tal como se publicaron en 1916, 1917 y 1918. Puede sorprender que haya alguna letra que falte, algún cero que sobre, alguna preposición acentuada? pero no interrumpe la lectura. La biografía completa de Ramiro no es muy conocida, así que me animé a resumirla en un estudio introductorio, en 34 páginas, y Raúl Catalán aporta otro estudio equivalente sobre la Guerra que pone al lector en contexto de lo que después Ramiro va a contar desde la retaguardia.

¿Cómo terminó Ramiro de Maeztu de corresponsal en el frente?

-Tuvo una vida muy variada y completa. Tras formar parte de la Generación del 98 con Azorín y Baroja -llamados Los Tres-, en 1905 decide cambiar de vida. Acepta el trabajo de corresponsal en Londres del periódico La Correspondencia de España, pues considera que, así como sus compañeros son escritores, “yo sólo soy periodista”. Estuvo en la capital inglesa desde 1905 hasta 1920. Desde allí mandaba sus estupendas crónicas, como decía Salvador de Madariaga, quien aseguraba que se conocía Londres gracias a los artículos de Maeztu. Ramiro encontró en Inglaterra un mundo intelectual muy organizado y simpatizó con la Sociedad Fabiana, que seguía los pasos de la izquierda británica caracterizada por su espíritu tolerante. Más adelante empezó a valorar la importancia de las ideas religiosas y en su correspondencia con José Ortega y Gasset le manifestaba que su “nueva teología” era un intento de adecuar el Cristianismo a la mentalidad moderna. En esos momento los ingleses entraron en guerra y le mandaron de corresponsal a su frente vistiendo el uniforme de oficial del Ejército inglés. Mandaba sus crónicas, además, al periódico La Prensa de Buenos Aires y a la revista inglesa The New Age.

El nombre del libro hace precisamente referencia a aquel de 16 crónicas que editó el propio Ramiro.

- Sí, él lo editó tras la primera visita al frente, en 1916. Creo que pensaba que la Guerra ya se estaba acabando, pero no fue así y, de hecho, volvió tres veces más y siguió escribiendo crónicas. Él título el libro Inglaterra en armas. Una visita al frente, y en esta edición lo hemos cambiado, en el subtítulo, por Inglaterra en armas y otras visitas al frente.

¿Qué aportó el autor sobre la Gran Guerra a sus lectores?

-Da una visión inédita del conflicto y lo cuenta con un lenguaje muy serio, claro y ameno. En otras ocasiones solía escribir con un lenguaje muy erudito que aquí lo evita. No sólo describe lo que ve sino que aporta su opinión y lo analiza. Son crónicas muy interesantes y -tengo que decirlo, que para eso es mi tío abuelo-, no hay información tan directa ni tan abundante de esta Guerra como la que aportó Ramiro.

¿Le ha sido difícil encontrar todos aquellos textos?

-Como había hecho la tesis de los Maeztu, la verdad es que ya tenía la información. Una tesis que, por cierto, iba a hacer solo de Gustavo porque mi especialidad es Historia del Arte, pero que amplié porque tenía mucha documentación en casa (cartas que se enviaban entre los hermanos, recuerdos, libros...), y mi madre como sobrina me aportó mucha información oral. Así que me animé a hacer un trabajo más amplio, Los Maeztu: una familia de artistas e intelectuales.

Aunque este es su primer libro, está preparando ya otro sobre María y, además, para este año, cuando se cumple el centenario de la apertura de la Residencia de Señoritas en Madrid...

-Sí, estoy preparando una biografía suya. Para la tesis conseguí mucha información de María, y estoy organizándola y reciclándola para sacarla este año, tiene que ser en 2015. El de Ramiro salió en diciembre con el centenario del inicio de la Guerra y este quiero que salga este año por otro centenario. Pero lo curioso es que en el fondo yo lo que quiero es hacer algo de Gustavo, a mí me tira el arte. En su día para la tesis descubrí cuadros desconocidos que estaban en colecciones privadas, incluso inicié el traslado del enorme tríptico La Tierra Ibérica de la Cámara de Comercio española en Londres al Museo Gustavo de Maeztu en Estella.

La suya, está claro, es una familia más que ilustre...

-Como se suele decir, tres de los cinco hermanos están en el Espasa. Mi abuela Ángela también tenía gran personalidad e inteligencia. Mejoró el francés viviendo interna durante cuatro años en un colegio religioso en Ustaritz, en el País Vasco Francés, y desarrolló su vocación de pedagoga, como su hermana y su madre inglesa. Ésta, Juana Whitney, era hija de diplomático inglés pero se educó en Francia, por eso el idioma de la familia era el francés. Ella fue la más importante del grupo Maeztu. Se casó con Manuel de Maeztu, un indiano rico, pero al desaparecer la fortuna y quedarse viuda se trasladó a Bilbao, ciudad con más horizontes para sacar adelante a sus hijos que en la confortable pero provinciana Vitoria. Allí fundó un colegio: Academia Anglo-Francesa. Educación completa para señoritas, donde la hija, Ángela, se ocupó del francés y de la gestión del colegio, y ella, Juana, del inglés y de la dirección del centro. Y cuando en 1936 se trasladó a Estella con Gustavo, doña Juana aún seguía dando inglés a particulares.

¿Qué es lo que le prendó a Gustavo para afincarse en Estella y dejar a la ciudad todo su legado?

-Cuando vivía en Bilbao la Diputación de Pamplona le encargó un mural para su salón de sesiones de 30 metros lineales con motivos de Navarra. Eso le hizo recorrer la provincia de arriba abajo, y cuando conoció Estella le encantó su conjunto. Vio una casa que había sido un antiguo molino en Los Llanos y le gustó tanto que en el mes de julio de 1936 se trasladó a ella con su madre para ocuparla aquel verano. Ramiro estaba preocupado por la ocurrencias de su hermano al llevar allí a su madre, casi de 80 años, a una casa donde pasaba el río por debajo. Les visitó y admiró la obra de Gustavo recién terminada en el Palacio de la Diputación. Pero como la situación política en Madrid era muy preocupante y Ramiro consideraba que debía estar allí, se marchó dejando a su madre y a su hermano bien instalados en Estella. No volvieron a verle porque enseguida fue encarcelado y asesinado a finales de octubre.

María de Maeztu apenas conoció Estella, pero su figura está muy vinculada a la ciudad. ¿A qué se debe?

-Poco antes de matar a Ramiro, María se exilió en la Argentina. En 1944 regresó a España de forma provisional y se reunió toda la familia en Estella. Mi madre me contaba cómo fue de emocionante aquel encuentro. Volvió por segunda vez en 1947, cuando su madre ya había muerto, pero estuvo justo en el momento del fallecimiento de Gustavo en febrero. Y ella fue la que gestionó que los cuadros y todo lo que había en el taller de Gustavo, en la calle Astería, fuese para el Ayuntamiento. Esa había sido la voluntad de Gustavo y su hermana lo gestionó porque no había dejado ningún papel escrito.

¿Cree que Gustavo ha tenido el reconocimiento que merecía?

-Gustavo, como hombre libre que era, no obedecía a ningunas siglas políticas. Pero a medida que se iba haciendo mayor fue girando hacia monárquico, como le pasó a Ramiro. Cuando este vino de Londres, acabada la guerra, estaba tan afectado por lo que fue la catástrofe y por la muerte de amigos en el frente que le hizo reflexionar, y se fue definiendo por planteamientos más conservadores. Fue el único intelectual que apoyó a Primo de Rivera y aceptó el nombramiento de embajador de España en Argentina. Más tarde, en la República, fue un monárquico convencido adscribiéndose al grupo de Renovación Española. Fue el líder moral de la revista y de la agrupación Acción Española. Pero, volviendo a Gustavo, en los años 30 pintó por primera vez una imagen de Cristo crucificado. El hecho de quedarse en la España de Franco cuando la mayoría de sus amigos y compañeros se habían exiliado, ayudó a que al final de la Dictadura no tuviera el reconocimiento que sí tuvieron muchos artistas de su generación que volvieron; para el mundo del arte, Gustavo quedó arrinconado. Después sí ha sido suficientemente rehabilitado, se le ha reconocido su pintura.