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“La política me parece repulsiva, no tiene poética”

Faemino y Cansado regresan al Gayarre, donde comenzó su tremendo éxito, con la obra ‘¡Como en casa ni hablar!’, nueva entrega de humor tan surrealista como la vida misma

“La política me parece repulsiva, no tiene poética”

pamplona - ¿Por qué casi siempre habla Cansado? ¿Tiene más don de gentes o es que Faemino es tímido?

-No es por presumir, pero yo tengo más facilidad de palabra (ríe). Lo que pasa es que Carlos vive al revés, se levanta por la tarde y vive por la noche, así que en tiempos decidimos repartir los papeles. Él se dedica a todo el tema gráfico, carteles y demás, y yo a hablar... Él, que no tiene ningún problema, que antes de actuar fuma, después de actuar fuma, grita y hace de todo, y yo, que soy un melindres y estoy siempre preocupado, tengo la voz hecha un asco. Contradicciones de la vida (ríe).

¿Sigue existiendo Ángel Javier Pozuelo en algún sitio o Javier Cansado ya lo ha fagocitado del todo?

-La verdad es que hay veces... Por ejemplo, el otro día estuve en la foniatra y luego, cuando fui a la farmacia, no sabía si había encargado una cosa de homeopatía que me recetó a nombre de Javier Pozuelo o de Javier Cansado (ríe). El farmacéutico me preguntó ‘¿quién eres?’ y le dije que Javier Pozuelo, pero estaba como Cansado... Pero, vamos, Javier Pozuelo existe porque si no no podría viajar en avión.

Faemino y Cansado regresan a Navarra, concretamente al Gayarre, una plaza que ha sido fundamental en su carrera.

-Sí, sí, claro, nuestro primer lleno fue en el Teatro Gayarre.

Donde siempre se forman colas ya sea porque actúen uno, dos o cinco días, como esta vez.

-Y eso es muy halagador, aunque a la vez se genera tal expectativa que hay mucha responsabilidad. Luego la verdad es que sales a actuar y es rock and roll puro. El posible miedo escénico que siempre tienes cuando sales al escenario, que es un asco que te siga pasando después de 30 años, se te pasa inmediatamente.

Es un asco, pero significa que le sigue importando lo que hace.

-Sí, pero ojalá se me pasara (ríe). Aunque no sufriéramos ese nerviosismo, a nosotros nos gusta mucho la profesión y somos muy honrados en ese sentido; no engañamos al público. Te cuento un hecho real, y es que yo tengo 60 pulsaciones en reposo y justo antes de salir a escena, sentados en una silla, los dos subimos a 100. Como si estuviéramos corriendo una maratón (ríe). Y después de una de nuestras funciones, que físicamente no son exigentes en absoluto, acabamos exhaustos. Tenemos que estar cinco minutos sentados y cabizbajos hasta recuperarnos. Y te dices ‘¡pero si no he hecho nada, no he jugado la final de la Champions!’. Es por la tensión que vivimos en el escenario. La vida es otra cosa, en la vida no tienes la responsabilidad de tener a 800 personas pendientes de ti.

Vienen con el espectáculo ¡Como en casa ni hablar! ¿Faemino y Cansado son un poco como Woody Allen, que siempre parece hacer la misma película y siempre nos encanta?

-(Ríe). Es un buen ejemplo. De hecho, nuestro espectáculo anterior, que se titulaba Parecido no es lo mismo, era una broma sobre esto. Ya sé que nuestras propuestas se parecen, pero es que llevamos 30 años en esta línea y no nos distinguimos por explorar nuevos territorios. Trabajamos sobre el absurdo, el surrealismo o como lo quieras llamar. La puesta en escena es la misma de siempre, aunque, por supuesto, escribimos cosas diferentes cada vez.

Pero cosas siempre atemporales.

-Claro. Gente cercana a nosotros, mi mujer, por ejemplo, nos preguntaba si en nuestro nuevo espectáculo íbamos a meter cosas relativas al momento que vivimos en España, a la crisis y esas historias, pero nuestro rollo va por otro lado. La coyuntura no nos interesa.

¿El foco de humor al final es lo cotidiano, que, por otro lado, ya es bastante raro y muchas veces surrealista?

-En definitiva, el humor es una mirada sobre el mundo, y tú puedes mirar lo que te interesa. A nosotros, por ejemplo, la política nos interesa como civiles, pero como cómicos no. Está llena de cosas muy desagradables y en ella no hay poética, sino asco. Incluso cuando participan en ella personas altruistas, la política me parece repulsiva. Es que si quisiéramos hacer algo sobre política, no nos saldría. En todo caso, en nuestros espectáculos hay temas sociales y referencias a la vida cotidiana, pero nada más. Siempre nos jactamos de que si ves uno de los que hicimos hace 25 años, tiene plenamente vigencia hoy en día. Es más, teníamos un programa en La 2,El orgullo de tercer mundo, que se ha vendido a un montón de países, y eso es porque aunque tengas un planteamiento de humor un poco castizo, urbano o nacional, como quieras llamarlo, la gente lo entiende porque es trascendente en el sentido de que no hablas del aquí y ahora.

¿Aparte de la política hay algo sobre lo que nunca harían humor?

-Una cosa es que nosotros no hagamos algunas cosas y otra que no las hagan los demás. Cada uno tiene que hacer lo que le interese y le guste. En el humor no hay ningún tabú. En España se ha practicado mucho el humor negro, que, llevado al extremo, es reírse de la misma muerte. Y si uno es capaz de eso, ¿qué hay en la vida más importante? ¿El honor, la Casa Real, los políticos? (ríe). No hay límites. Lo ideal es que el humor esté bien hecho y sea gracioso.

Para mantenerse tanto tiempo juntos, ¿un dúo de cómicos debe funcionar mejor que un matrimonio?

-Sí, somos pareja de hecho, pero ya no hay sexo entre nosotros. Nos cogemos de la mano y nos gusta ver el atardecer y tal (ríe). En serio, el truco es muy sencillo, somos amigos del barrio. Nos conocimos en Carabanchel cuando yo tenía 16 años y él 14. Y, ¡cuidado!, que es muy raro que uno de 16 admita a uno de 14 (ríe). Antes de dedicarnos al humor, hacíamos lo habitual de los adolescentes, íbamos por ahí, tomábamos fantas... Teníamos una relación muy cercana. Y si te fijas, hace 30 años, la pareja de humoristas era el formato habitual; había muchos dúos y de esa época prácticamente solo están Los Morancos, que son hermanos, y nosotros, que somos amigos del barrio. Aunque es cierto que poco a poco se está recuperando con gente como Julián López y Raúl Cimas, por ejemplo, o con Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. Es estupendo.

Otro de los secretos de esta permanencia será que se siguen haciendo gracia el uno al otro.

-Es que yo a Carlos no le puedo mirar en el escenario... Me parece una persona tan hipergraciosa... Siempre digo que es el mejor humorista de la historia de nuestro país. Es un cómico completísimo capaz de decir un guion perfecto, de improvisar, de poner diez caras diferentes seguidas... Siempre me han achacado que yo me reía mucho y que perdía un poco la posición del cómico, ese estar serio en escena, pero es que no puedo evitarlo. Si a veces me río con mis tonterías, cómo no me voy a reír con este monstruo. Aunque es verdad que, luego, en la vida cotidiana ni él es tan gracioso ni yo tan divertido. No es que seamos personas malhumoradas, pero cuando a mi mujer o a mis hijos les dicen ‘ah, tu padre es Cansado, pues te lo pasarás muy bien con él’, y ellos contestan ‘bueno...’ (Ríe).

Espectáculo. ¡Como en casa ni hablar!

Intérpretes. Faemino y Cansado.

Funciones. 27, 28, 29, 30 y 31 de mayo, a las 20.00 horas.

Entradas. 26, 22, 26 euros.

Entradas. ¡Como en casa ni hablar! devuelve al dúo a su estado natural: el absurdo en directo. Un espectáculo con el que estos cómicos pretenden hacer reír al público “al menos 23 veces” y que los espectadores salgan sintiéndose mejores personas y algo más felices. ¿Y qué utilizan para ello? Muy fácil: 26 frases de contenido hilarante desperdigadas durante la representación.