pamplona - ¿En qué se diferencia esta obra de las anteriores que se han escrito sobre Julián Gayarre?

-La principal diferencia es que es la obra más completa, la más documentada y la más veraz. Está todo perfectamente documentado y contrastado. Con respecto a otras biografías anteriores, yo veía que muchas eran una copia de otras, que todas venían a decir más o menos lo mismo, pero que ninguna terminaba de concretar y había muchos huecos y espacios en blanco. En todas se dan las fechas del estreno de algunas canciones, por ejemplo, pero se quedan ahí. Yo aporto todas las fechas en las que cantó determinadas canciones. Es una minuciosidad de qué cantó cada noche, dónde cantó... También aporto muchas correcciones de errores dados por anteriores biógrafos. De hecho, este es el propósito de este libro, porque en el que escribí en 1999, otra biografía (Julián Gayarre. Como el de casa, ninguno), me di cuenta de que había dado por buenos algunos datos que no lo eran. En este sentido corrijo esos errores y aporto el dato veraz.

Es una biografía completa en el plano artístico, pero también en el ámbito personal del tenor...

-Hay muchas lagunas y vacíos en el aspecto personal que trato de subsanar. En este ámbito, voy siguiendo su vida día a día, dentro de lo que es posible, incluso a veces momento a momento. En un pasaje cuento que se fue a los toros, el banderillero le brindó un par de banderillas y él, en agradecimiento, le regaló un puro. Y todo perfectamente contrastado y documentado.

¿Se podría decir que no es una biografía más, sino la biografía?

-Bueno. A mí me gusta decir que es la biografía más completa de cuantas existen hasta ahora, y me gusta decir que no es un libro cerrado. De hecho yo sigo investigando todavía. El otro día me dijo un amigo: ¿Pero Gayarre ya da para 900 páginas? ¡Da para muchísimas más!

Han sido 19 años de investigación. ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Cómo empezó?

-Fue en 1996, fruto de mi curiosidad y mi pasión por la ópera y la figura de Gayarre, que acabé haciendo una pequeña biografía de 190 páginas, Julián Gayarre. Como el de casa, ninguno, que se publicó en junio de ese año. Lo que ocurrió es que al releerlo durante el verano me dí cuenta de que había incurrido en errores. Además, durante esos meses, había seguido investigando y me di cuenta de que todavía faltaba mucho para investigar sobre la figura del tenor. Así que me puse en contacto con más personas, tuve acceso a más archivos... Y poco a poco me fue llegando mucha documentación nueva, y lo que empezó siendo una revisión de aquellos errores, una edición revisada, acabó convirtiéndose en 300 páginas más ante la catardada de información con la que contaba y que, al final, se ha convertido en las 972 páginas que tiene este libro.

Pero, ¿cómo se inició esta relación tan especial? Dice que tenía curiosidad y admiración. ¿Existe algún origen?

-El origen está en mi familia, en que mis abuelos maternos son de Vidángoz (Roncal) y siempre tenía su imagen como la de un roncalés, mi tío me ponía de pequeño la jota de Raimundo Lanas que cantaba Gayarre... Pero el botón saltó en 1996, cuando leí en la prensa que se iba a proceder a la restauración del mausoleo de Gayarre. Me vino a la cabeza el mausoleo y pensé que sería un espectáculo ver cómo lo desmontaban y me cogí el coche, me fui al Roncal solo para ver cómo desmontaban el mausoleo. Fijate con qué inocencia... Y a partir de ahí tuve la oportunidad de asomarme a la cripta, ver el ataúd... y eso me picó mucho más la curiosidad. Empecé a leer el libro de Julio Enciso, el referencial en la vida de Gayarre, y varias obras más. Sin darme cuenta cuando empecé a buscar ya tenía un libro escrito prácticamente.

Le dejó atrapado la figura del tenor.

-Atrapadísimo (ríe). Al principio no tenía muy claro si quería componer una canción, ya que soy músico, pero me puse a escribir y, de repente, sin darme cuenta, ya tenía el libro. Y cuando comprobé que había fallado y quise corregirlo, he acabado escribiendo esta nueva obra. Lo digo con orgullo, no con vanidad, algo que además cito en la introducción: no hay un dato solo que no esté contrastado, una y mil veces, y si no lo he podido contrastar, lo aviso a pie de página. Fíjate hasta qué punto ha llegado la minuciosidad que el libro se ha retrasado dos meses porque cuando estaba en imprenta me di cuenta de que había caído en otro error. Y ya sabes, solté la típica frase de las películas: ¡Paren las rotativas! (ríe). Por eso se ha retrasado un poco.

La trayectoria artística de Gayarre se ha abordado en mayor medida que su vida personal. Habrá encontrado más dificultades a la hora de describir la vida personal de forma exhaustiva...

-Sí, porque Gayarre era un grandísimo celoso de su vida privada y él vendía su imagen profesional. Conviene recordar que el libro de Julio Enciso fue escrito en vida de Gayarre, y cuando se lo presentó y le dijo que lo iba a publicar, el tenor le dijo: naranjas de la china. A él le interesaba trabajar, cantar y ya está. Hasta tal punto que desautorizó a su amigo.

Además de la obra de Enciso, ¿en qué se ha basado para describir la vida personal del tenor?

-Básicamente en correspondencia privada, en la que se conserva, y en prensa. Hay que tener en cuenta que no es la prensa rosa que existe ahora, pero que es fácil encontrar noticias sobre el tenor. También de otros biógrafos y de libros de autores que tuvieron relación con él. Estas cosas son fiables hasta cierto punto, pero te dan, sobre todo, hilos de los que tirar.

Para usted, como gran conocedor de su obra y de su vida, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de la investigación? Y que ahora se pueda encontrar en el libro...

-Muchísimas cosas. El libro está plagado de novedades y anécdotas inéditas sobre Gayarre. A mí, lo que más me ha llamado la atención, aunque ya lo sabía, es que he constatado una vez más que Gayarre murió siendo el pastor del Roncal, una persona total y absolutamente humilde, sencilla, cercana... Me hace mucha gracia, me sorprendió y me emocionó descubrir una carta privada, que escribe Gayarre a su padre, siendo ya una figura muy conocida, en la que le echa la bronca porque había llegado el invierno y no habían comprado ni ovejas ni carne. Y él le riñe. Me sorprendió porque choca con la imagen que podemos tener de un personaje como él.

Su obra también puede ser una manera de desmitificarlo.

-Sí. Lo tenemos idealizado y endosiado pero en realidad era un ser humano cuyo trabajo era cantar. En este sentido también me ha sorprendido el lenguaje que utiliza cuando escribe cartas con sus amigos, sobre todo una en la que escribe: Vente aquí a Valencia a pasar unos días conmigo, que tenemos comida, bebida y alguna que otra jembra (por hembra). Otro dato muy interesante lo aporta en sus memorias Enrique Fernández Arbós, célebre compositor, violinista y músico, que dice: La primera vez que conocí a Gayarre me lo imaginaba como otros divos, siempre pendientes de una corriente de aire, enfundados en bufandas... y me lo encontré en mangas de camisa, a pecho descubierto, fumando unos puros... Gayarre no concuerda con la imagen de un dios del canto, sino de un tío campechano.

Entiendo que el objetivo de su obra es divulgar su figura y acercarla al público, hacerla más humana, a través de estas anécdotas...

-Sin duda. Sobre todo desmitificar muchas cosas. Estos días hay mucha gente que me para por la calle y me pregunta si Gayarre murió de cáncer, si tenía un doble juego de cuerdas vocales, ni murió porque se deprimió tras fallarle una nota... Primer objetivo por tanto: divulgar la figura de uno de los navarros más universales y uno de los cantantes más importantes de la historia universal de la ópera; y desde luego que al acercar esta figura al público, se presente tal cual era. No como un tío raro o monstruo de dos cabezas, sino como un ser humano de pueblo, de Roncal, que cantaba muy bien.

¿Cuál cree que es la percepción que se tiene sobre él? ¿Se conoce realmente su figura?

-En general hay un grandísimo desconocimiento. La gente por ejemplo no sabe que Gayarre estuvo a punto de comprar unos terrenos para invertir en el que se consideraba el invento del siglo, las pastillas Starlux, que en aquel momento se llamaban de otra manera. Son detalles muy curiosos. Y hay una cosa también muy importante en el libro: aporto pequeñas biografías y notas biográficas de personajes como Pepe Gainza, Joaquín Maya o Hilarión Eslava. No todo el público tiene por qué saber quién era Hilarión Eslava, y aporto esos datos que sirven para conocer quién le rodeaba en cada momento.

¿Está suficientemente valorado su legado?

-No. Sinceramente no. No. Se ha descuidado muchísimo. De hecho, hace dos meses salió en prensa la noticia de que se estaba procediendo a la digitalización del Museo de Gayarre. ¿Se está digitalizando y catalogando ahora el museo? ¿25 años después de abrirlo? Con eso ya está todo dicho.

Aunque el público esté familiarizado con su figura, lo conoce muy superficialmente y su legado se infravalora. ¿Podemos concluir así?

-Pero muy superficialmente. No sabes la de veces que he escuchado: Ah, Gayarre, ¡cómo tocaba el violín ese hombre! Sí, claro, y a lo mejor Sarasate cantaba muy bien...(ríe).

¿Va a seguir investigando? ¿Tiene alguna línea clara?

-Ahora mismo tengo cuatro frentes abiertos. No lo voy a hacer inmediatamente pero sí, en dos, tres, cuatro años o lo que haga falta.

Es incansable.

-Estos días estamos con la promoción, las correciones en imprenta... Pero a mí me sigue llegando información todos los días, sigo pidiendo y sigo recopilando documentos a diario, porque aún falta mucho por descubrir y conocer de Gayarre.

Autor

Óscar Salvoch.

Título

‘Julián Gayarre. La voz del paraíso’.

Editorial y páginas

Eunate, 972 páginas.

Precio

45 euros.