pamplona - He sabido quién era José Antonio Maenza por el Punto de Vista; seguro que le han dicho más de una vez que es un gran desconocido.

-Es raro encontrar a gente que le conozca. Una vez metido de lleno en el proyecto, fue apareciendo gran cantidad de gente que decía conocerle o haber coincidido con él en algún momento. La labor de filtrar quién me parecía interesante y quién no fue difícil, pero he de decir que entre todos los maencistas he encontrado a personas maravillosas que me han ido descubriendo al personaje, cada uno de ellos desde perspectivas muy diferentes.

¿Por ejemplo?

-Curiosamente, una de las personas que más me han influido en esta búsqueda fue el que fuera mi profesor de Historia del Arte, Fernando Ros. Al poco de empezar mi investigación le escribí, hacía casi diez años que había acabado la carrera y no sabía si se acordaría de mí. Le comenté que estabá trabajando sobre un personaje que me recordaba algo sus clases, concretamente cuando hablaba de la figura del dandy como alguien que hace una obra de arte de sí mismo. Su contestación fue muy lacónica y seca. Al cabo de unos meses me volvió a escribir disculpandose por aquel e-mail tan, en cierto modo, cortante. Al parecer había removido recuerdos de su juventud, ya que tanto él como Leopoldo María Panero habían compartido aventuras en los años que coincidieron en Valencia. Desde entonces, Maenza nos ha unido y puedo decir que Fernando ha pasado a ser uno de mis mejores amigos y el principal colaborador intelectual de este proyecto.

¿Cómo llegó hasta este peculiar creador y por qué ha hecho hasta dos trabajos sobre él?

-Lo conocí hace unos 13 años por una entrevista que hice a Luis Puig para una serie documental para televisión. Para ilustrar aquella entrevista utilizamos una serie de fotografías que en cierto modo me resultaron atractivas. Posteriormente, en otra serie documental dedicamos un capítulo al cine independiente que se realizó en Valencia en las décadas de los años 60 y 70. Ahí entrevistamos a Pere Portabella y Jenaro Talens entre otros. A partir de ahí es cuando empezó interesarme el personaje. Fueron claves para su conocimiento los trabajos realizados por los profesores Pablo Pérez y Javier Hernández y el documental de la realizadora y profesora Graciela de Torres. Entonces decidí presentar un proyecto televisivo al Instituto Valenciano de la Artes Cinematográficas y a la televisión valenciana. Se me concedió y me lancé a buscar a personas que habían intervenido en sus películas o habían estado en contacto con él de alguna manera. Hice el trabajo para televisión, pero el formato televisivo deja un estrecho margen de libertad, ya que en cierto modo hay que amoldarse a sus parámetros, por lo que no quedé satisfecho del todo.

Y decidió continuar.

-Alentado por Vicente Ponce y Pere Portabella, intenté de dar un nuevo aire a este proyecto, tratar de ser menos didáctico y más sincero conmigo mismo. Fui descubriendo nuevos personajes y pensé que sería más interesante centrarme en qué suponía para mí el encuentro con dicho personaje, por lo que grabé nuevas secuencias y me senté a montar con todo el material, tanto el que realicé para el documental televisivo como el descubierto posteriormente. En ese momento, las premisas fueron: trabajar sin ninguna limitación externa y desembarazarme de algún material que en su momento me pareció bueno, pero que pasado el tiempo y visto con perspectiva se desviaba de mi idea. En resumen, lo que buscaba era en contacto directo entre Maenza y yo y no dejarme influir por las interpretaciones de otros, como erróneamente había hecho en mi anterior trabajo. Además, durante todo este tiempo fui descubriendo a un Maenza diferente al que yo había ido a buscar: yo buscaba un artista, cineasta, poeta, agitador cultural, etcétera y con el tiempo y gracias a gente como Suso Navarrete, uno de sus mejores amigos de sus últimos días en Teruel, descubrí a una persona muy cariñosa, que disfrutaba con cosas sencillas como ver atardecer, comerse unas golosinas, pasear con sus amigos o bailar. Todo este proceso ha sido para mí toda una experiencia vital en la que más que tratar de buscar a un personaje ha supuesto una búsqueda de mí mismo. De hecho, puedo decir que mi vida tiene un antes y un después de Maenza y todo lo que le envuelve

¿Qué nos presenta en la semblanza que mostrará en el Punto de Vista?

-Lo que he tratado de mostrar es qué me he encontrado yo cuando he ido a buscar algo sobre Maenza. Trato de mostrar esos momentos de enfrentamiento a sus imágenes. Para mí fue especialmente emocionante cuando pude acceder a la Filmoteca de Zaragoza y tocar el negativo, así como cuando fui a un laboratorio de Barcelona, donde Pere Portabella me avisó de que acababa de encontrar una latas perdidas en un archivo e iba a tratar de restaurar el material. Como amante que soy, al igual que lo era Maenza, de la materialidad fílmica, fue apasionante ver la luz que desprendían aquellas imágenes. Cuando empecé a descubrirlo en el interior de las imágenes de sus películas, sentí que era lo más cerca que había estado de él, ya que lo que estaba viendo era la huella dejada por la luz que él mismo reflejaba. Lo que he tratado es de contar esa búsqueda a través de los pliegues de la imagen, pero me refiero a los pliegues de la construcción de esa imagen, por tanto serían los pliegues de la producción. Aunque más que pliegues hablaría de las costuras. Es decir se cuenta a través de los momentos en los que está preparando la imagen, el plano o los momentos previos o posteriores a la entrevista, cuando no se está posando ante el dispositivo de grabación. Creo que es ahí donde se encuentra la verdadera búsqueda. Lo que aparece en la película es lo que no suele aparecer en un documental o en un reportaje convencional, los momentos en los que se está buscando la imagen, que es la verdad de porqué estamos ahí.

¿Por qué el título Materialista, idealista, cinematógrafo, magnetófono, buen chico y sádico?

-Respecto a las seis palabras del título, estas formaban parte de una autopresentación que él mismo escribió para participar en un grupo literario en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. Creo que esa autopresentación es magnífica y define a la perfección al personaje.

Se decantó por el cine, un medio pensado para permanecer, para proyectarse una y otra vez, cuando él parecía creer en lo efímero...

-El cine fue una de las distintas disciplinas que utilizó para expresarse. Su libro Séptimo medio indisponible es un ejemplo de su actividad literaria; libro que quien me lo prestó me comentó que por salud mental no leyera más de 15 minutos seguidos. Respecto a su relación con el cine es muy intereante. Portabella cuenta que cuando Maenza fue a visitarle para que le produjese su película Hortensia-Beance, enseguida se dio cuenta que él no quería ni le interesaba hacer una película, ni mucho menos acabarla, él estaba realizando una experiencia a partir de la cual desarrollar su discurso. Creo que él en ese momento se decantó por el cine, como también hizo en otros momentos por la literatura, porque era lo que en aquel momento más le interesaba para desarrollar sus ideas.

Su obra es muy breve, pero ¿qué podría destacar de los títulos que vamos a ver en Pamplona?

-El goce del proceso. Yo creo que si le hubiera dado por ahí, podría haber unido una película a la siguiente y a la siguiente y convertirlo todo en una. Él no estaba haciendo una película, esta haciendo otra cosa. De hecho nunca dio por terminada ninguna de ellas. Creo que es interesante diferenciar entre la frescura de El lobby contra el contra el cordero, y la deriva, en cierto modo más política, de Orfeo filmado en el campo de batalla y la propuesta más formal de Hortensia-Beance. Pero, como he dicho, todo podía formar parte de la misma película, del mismo proyecto, su proyecto vital.

¿Era su cine político en el sentido de revolucionario?

-Para mí era revolucionario no solo en el sentido político, sino también en el estético y formal. Creo que practicaba la transgresión como cuestionamiento o puesta en evidencia de todo aquello establecido por cualquier tipo de sistema. A mí me da la impresión de que a Maenza este mundo lleno de normas, de reglas de comportamiento, de estructuras sociales le resultaba extremadamente incómodo; suponía algo contra lo que luchar en cualquier aspecto de la su vida, no solo en el creativo y estético. Según me comentaba Enrique Murillo, quien fue coguionista, por decirlo de alguna manera, y operador de cámara en El lobby contra el cordero, “su estética era el puro puñetazo en la frente, era destrozar todas las ideas existentes porque todas eran malas, para eso tenía que romperte la silla y que te cayeras al suelo viendo la película”. No solo la película era la revolución, sino cómo hacerla, todo el proceso formaba parte de una puesta en cuestión de lo establecido, y si era haciendo una película, pues bien, como también podía ser entrando a una frutería y preguntándole al dueño si había leído El capital.

¿Hay público para su trabajo?

-Cuando visité Leopoldo María Panero para hablar sobre Maenza, en un momento de lo que podría llamarse entrevista me dijo: “El único que podría entender a Maenza soy yo ahora”. Creo que su trabajo tenía un gran sentido entonces, sacar a la luz todas las incongruencias del sistema. Ahora, tal como se han desarrollado los acontecimientos desde aquellos años, creo que no estamos preparados para ese tipo de propuestas estéticas, aunque considero que su contenido es necesario para los tiempos que corren.

Viviendo como vivió el mayo del 68, ¿cómo cree que vería hoy movimientos como el 15-M o partidos como Podemos y otros similares?

-No lo sé, supongo que estaría de acuerdo con cualquier forma de lucha contra el sistema, aunque creo que no era muy dado a participar en manifestaciones y revueltas. Lo suyo era crear microrrevoluciones, despertar las mentes que tenía cerca.

¿Cómo le trató el entorno cinematográfico y personal?

-A mí me da la impresión de que allá donde estuvo fue un catalizador de procesos libidinales. Creo que no se consideraba para nada un cineasta, ni perteneciente a ningún grupo que se dedicara a ello. Él se aprovechaba y activaba a gente que tenía intereses similares. Al parecer, cuando llegó a Barcelona y empezó a frecuentar los ambientes más alternativos, “irrumpió como una bomba, fue un shock para todos ellos, era fantástico, parecía que estaba enchufado a una red eléctrica. Era el pensamiento continuo, la palabra continua, tenía una energía devoradora, impulsaba a estar con él porque parecía un iluminado; además con mucha convicción, era pura acción, y eso, entonces, era buenísimo”, según Emma Cohen. Por otro lado, Pere Portabella reivindica que se hable más de Maenza dentro de lo que podría ser la historia del cine español. Yo creo que él hizo cosas totalmente diferentes con las imágenes, cosas a las que nadie estaba acostumbrado, pero desde fuera de la institución cinematográfica. Lo suyo iba totalmente en contra a los esquemas narrativos y formales de lo que se consideraba que podía ser el estándar cinematográfico de la época, o de cualquier época.

No está claro qué le sucedió, aunque siempre se habla de suicidio, ¿era demasiado sensible o quizá incapaz de traicionarse a sí mismo como es posible que tuviera que hacer si quería seguir trabajando?

-Este tema se puede tratar desde distintas perspectivas, algunas más poéticas y otras más prosaicas. Años antes había fallecido su madre y uno de sus mejores amigos, el poeta Eduardo Hervás, decidió darse fin. Parece que estos, entre otros acontecimientos ocurridos durante los años 70, fueron de suma influencia en su personalidad. Lo que sí es cierto es que era una persona extremadamente sensible, de una sensibilidad llevada al máximo y posiblemente la deriva de su vida le llevara a ello. También es posible que se hubiera agotado y pensara que ya no tenía más que hacer ni que contar. La incorporación a la vida real no parece que fuera algo de su agrado, ver que sus amigos seguían una carrera profesional lo iba dejando descolgado. Parece que durante sus últimos días hizo algún intento de volver a estudiar algo, pero parece que tanto física como mentalmente no estaba en las mejores condiciones. Puede que en cierto modo pensara que con lo vivido ya había suficiente, no sé.

¿Cuál es su legado, qué podrían aprender de él los creadores de hoy?

-A rodar sin ataduras ni condicionantes, a pasar por encima de limitaciones técnicas, enfrentarse directamente a la realidad y jugar con ella para crear otras realidades que al mismo tiempo sean transgresoras y nos revelen la impostura de lo establecido.