Las ikastolas navarras homenajean al escultor Vicente Larrea
En el marco de la inauguración de la exposición Artea Oinez 2016, el pasado día 22 de abril, en la Sala de Armas de la Ciudadela de Pamplona-Iruña, las ikastolas de Navarra homenajearon al escultor Vicente Larrea (Bilbao 1934). Muy emocionado, disfrutó del acto en compañía de su esposa, Lourdes, donde se interpretaron varios versos, una jota y un aurresku que las ikastolas de Lodosa y Viana habían programado. Sus intérpretes dieron la más elevada y sensible nota de autenticidad y calidad al acto. Asimismo, se le hizo entrega de una creativa escultura que los alumnos y alumnas habían realizado para él, en un ejercicio de interpretación de una escultura suya.
Tras los discursos de los representantes de las ikastolas, tomó la palabra el propio Vicente Larrea; para recordar que conserva en su archivo particular una emotiva fotografía, en la que un grupo de niños se encaramaba a su escultura, adquirida por el Ayuntamiento, de la que emergía un bracito en todo lo alto, portador de una ikurriña. Es del día de su instalación en la propia Ciudadela, símbolo de la normalización y de la armoniosa convivencia de lo vasco en los distintos territorios forales.
El homenajeado es digno heredero de tres generaciones de escultores: Vicente, José y de nuevo Vicente, abuelo, padre e hijo desarrollaron su facultad para el arte de la escultura, la que juega en las tres dimensiones, creando hitos en el espacio, cuyos ángulos de visión son muchos, e informan del estudio y trabajo profundo que requiere su producción.
Hijo de la navarra Pilar Gayarre Galbete, procedente de una saga familiar de defensores e impulsores de la lengua vernácula, el euskera, en unos momentos en que su uso era denostado por el poder establecido. Arturo Campión, Paz de Ciganda, etc. formaban parte de su entorno familiar.
Su recia sensibilidad y una esmerada formación artística adquirida, tanto en el taller paterno, como en la Escuela de Artes y Oficios, o en el Museo de Reproducciones de Bilbao, y la posterior de París, hicieron de Vicente un artista consolidado.
Trabajó con el francés Raimond Dubois, en la localidad gala de Solesnes, afianzando su aprendizaje y asentando su poderosa evolución creativa. Completó después su formación con la carrera de Ingeniería técnica de Minas y Siderurgia en 1957.
Al principio, sus obras escultóricas mantienen la temática religiosa que tanto había ocupado a su padre, pero pronto comienza con sus propuestas de carácter público. Pasa a trabajar con formas mucho más orgánicas, de una mayor abstracción y poética genuina. La superposición de estructuras y líneas de gran potencia, que crean claroscuros, generando volúmenes y espacios que se interrelacionan y complementan.
Este artista, integrado en el grupo de artistas vascos de vanguardia EMEN (vizcaínos) expone junto a los componentes del grupo GAUR (guipuzcoanos) en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1966.
En 1968 expone por primera vez en solitario en la Galería Gris de Bilbao. Su lenguaje artístico transita ya los territorios del expresionismo abstracto y de la experimentación. De carácter introspectivo, generador, acumulativo, su obra termina poseyendo un cierto dramatismo barroco de gran monumentalidad.
Desde ese momento comienza una breve experiencia docente, como profesor de escultura en la Escuela de Bellas Artes de Bilbao. Experiencia que dura solamente un curso 1970-71. Su desacuerdo con el sistema vigente, de escasa valoración de la creatividad personal del alumnado, le aleja para siempre de esa actividad.
Participa en los Encuentros Internacionales de Arte de Pamplona en 1972 con una pieza de hierro fundido. El año 1977 expone en la Ciudadela y desde esa fecha la obra titulada Huecos, sigue presente en ese lugar, considerándose, la primera escultura abstracta instalada en Pamplona. A partir de esa fecha prefiere las exposiciones colectivas a las individuales. Trabaja incansablemente en sus piezas llenas de expresividad y de recorridos laberínticos, investigando en lo misterioso, lo oscuro, lo liberador y lo trascendente. El metal, ya fuera bronce, hierro, acero corten o inoxidable, ha sido el soporte habitual de sus propuestas.
Evoluciona con la lentitud y la solidez de los bosques vascos. En sus trabajos posteriores están presentes las cavidades misteriosas, los encarcelamientos, la claustrofobia, los estratos profundos, de los que brota en ocasiones la sensualidad y la originalidad. Expresiones muy intensas de exuberante resultado. Todos recordamos la monumental obra que preside el acceso al auditorio Euskalduna de Bilbao (1998).
Su obra es lo suficientemente extensa y significativa como para poder tomar el pulso a la sociedad que le ha tocado compartir; y comprobar el vigor de los lenguajes contemporáneos.
La exposición Artea Oinez ha sido buena oportunidad para reconocer su aportación al mundo artístico de nuestra tierra, para valorar la altura creativa de su trabajo y agradecer sinceramente su generosa colaboración, que tantas veces ha prodigado, en todo tipo de actos que tuvieran que ver con la defensa de nuestro legado cultural, cuyo máximo exponente es la antigua y moderna lengua de estas tierras: el euskara, que encontró en las Ikastolas el camino para su recuperación y desarrollo.
Por ello, las Ikastolas de Viana y Lodosa le han dedicado con honda admiración, este sentido homenaje.El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas